DICCIONARIO DE LA INCULTURA.
Corría el mes de julio y 
partíamos con alegría a gozar de nuestras   vacaciones de invierno. 
Mientras conducía, mi señora buscaba música en la
radio.  
En el asiento de atrás  
charlaban animadamente mi hija menor con su  amiga, 
y dormitaba  la mayor. Hacía mucho
frío, pero la calefacción del auto hacía agradable el  viaje.
Para el medio día estábamos alojados en un pequeño hotelito
frente al mar en Puerto Madryn. 
Dormimos   arrullados
por el sonido de las olas que rompían a pocos metros de nuestras camas.
Habiendo desayunado con torta galesa, emprendimos viaje a Puerto Pirámides con
la esperanza de avistar alguna ballena, 
que por esa época del año se arrimaban 
al golfo para aparearse en sus mansas y profundas aguas.
Rodeados por  turistas
extranjeros,  todos subimos a una enorme
lancha que estaba montada sobre un trailer con grandes cubiertas que se
encontraba estacionado sobre la arena de la playa. Escuchando la voz del guía
y  enfundados en los salvavidas, rojos
unos y amarillos otros,  vimos como la
embarcación  se movía tirada por un gran
tractor que encaraba a las aguas resueltamente.. Así, sin mojarnos y en forma
totalmente eficaz y segura ya flotábamos y 
con el rugir de los potentes motores la nave comenzaba a  moverse.
Volvíamos por el camino de ripio de la meseta patagónica... 
Después de más de dos horas de intensa aventura,  sin asustarnos habíamos visto pasar por
debajo de la lancha a esas enormes moles de casi quince metros de largo y
cuarenta toneladas de peso. Curioso,  un
ejemplar de ballena hembra nos había mirado por varios minutos desde  no más de ochenta centímetros... Terminados
los  comentarios emocionados, las
niñas  pequeñas cambiaron de tema.
Recordaban el viaje al campo de la semana anterior y  para entretenernos  comenzamos a hacer un glosario con las
palabras que usaba el gaucho en sus charlas de todos los días. Entre todos lo
titulamos:  “diccionario de la
incultura”:   “montenegro”= perro
guardián de policía; “gogo” = perro blanco grande para cazar chanchos;
“pichiné” = perro muy chiquito que no sirve “pá” nada;  las risas se intercalaban  entre palabra y palabra mientras íbamos
traduciendo  su extraño idioma.
Hacía  ya un mes del
viaje. El paisano y yo mateábamos en la puerta del rancho. Aburridos,  decidimos ir hasta la isla que, aguas
profundas por medio, se veía en la 
margen opuesta  del río.  Arriesgados nos montamos en un largo y
robusto tronco que flotaba  en la orilla,
y con un palo como remo nos largamos a la correntada. Ninguno de los dos
sabíamos nadar y tragamos mucha agua, cuando el tronco girando sobre si mismo
nos despidió con fuerza como si fuera  
una banana inflable tirada por una lancha. Como pudimos llegamos a la
costa, agitados, temblando de frío y muy asustados  por cierto.
Comenzamos a gritar para llamar la atención de nuestro
vecino, el isleño. Nadie respondía.. Poniendo mi mano como visera vi espantado
que en la otra orilla estaba amarrado 
su  bote.  El corazón se me estrujó…No podríamos
volver!!!!!!   Llegamos a la casa del
puestero,  la  cocina estaba sin llave, la pieza con
candado. 
 La vieja Chevrolet
Apache reposaba bajo un tamarisco; las llaves puestas…; dentro un equipo de
radio. Salvado el hombre –pensé-, con la radio pediríamos  auxilio… La decepción fue total…, la batería
estaba descargada y no podríamos ni usar la radio ni poner en marcha la
camioneta para cargarla.
Yo desesperado…, el paisano tranquilo….  Resueltamente buscó el cricket, levantó la
camioneta desde atrás…,yo insistentemente preguntaba que hacía, el no
respondía. Se fue derechito al galpón, volvió con un lazo trenzado. Levantó el
capot, le puso un chorito de nafta al carburador y el resto del  bidón que traía lo echó al tanque de
combustible.  Yo miraba…, puso el
vehículo en tercera velocidad. Le 
preguntaba y nada!!!…, el solo sonreía picarescamente. Enrolló el lazo
en la rueda levantada, y como si estuviera arrancando una lancha jaló
fuertemente de la cuerda, y OH sorpresa, la vieja Chevrolet se puso en marcha
tosiendo fuertemente... 
Desde entonces y con respeto, a nuestro glosario lo  llamamos simplemente  “palabras del campo”… 
MARIANO GIAMMONA: 
rionegrino por adopción y sentimiento se radicó en la Ciudad de Villa Regina en el año 1.973 que la hizo propia. Reside en Viedma (Capital de la Provincia de Río Negro).
El Correo electrónico para quienes desean contactarse con el
autor: mgiammona2002@hotmail.com