domingo, 29 de noviembre de 2020

Camino a Camagüey de Silvio Rodríguez.

Camino a Camagüey 
de Silvio Rodríguez.

Confíame diez pesos,
que el destino travieso
me coloca bien lejos de aquí.
Mañana es que me muevo
y tomo el tren lechero
a una provincia nueva para mí.
Un amigo distante,
escritor y comediante,
me pide que le vaya a musicar
la letra de su drama,
y aquí voy con buenas ganas
de ayudar.
Voy atravesando valles,
voy parando en el batey,
voy fijando mil detalles,
voy camino a Camagüey.
Voy imaginando cantos,
voy como prefiero ir,
voy a bordo del encanto,
voy soñando el porvenir.
Avisa a quien tú sabes
y dile que la llave
se la dejo donde suele estar.
A ver si acaso acude
y se le va la nube
en lo que vuelvo de mi laborar.
La única amargura
que me llevo a la aventura
es esta majadera incomprensión.
Ve y dile que, por eso,
cuando me marché era un beso
en mi canción.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Armonías de José Asunción Silva.


Armonías.

Cual la naturaleza
de la que forma parte y es fiel copia
el alma humana tiene ocultas fuerzas
silencios, luces, músicas y sombras.

Vagas nieblas también... las ilusiones
que el paisaje embellecen cuando brillan
y que desaparecen cuando asomas,
sol de la realidad que las disipas...

Y como en sucesión jamás turbada
todo nace en la tierra y todo muere,
en el mundo ideal de los espíritus
rigen eternas, semejantes leyes:

brotan sobre las tumbas de los muertos
las flores, mensajeras de alegría;
sobre la tumba de un amor llorado
brotan ensueños de tristeza mística.

Los maderos de San Juan.

       ¡Aserrín!                     
      ¡Aserrán!                     
Los maderos de San Juan,                         
piden queso, piden pan,                            
los de Roque                    
alfandoque,                     
los de Rique                     
alfeñique                           
¡Los de triqui,                  
triqui, tran!                       

Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,                     
con movimiento rítmico se balancea el niño                     
y ambos agitados y trémulos están;                      
la Abuela se sonríe con maternal cariño                              
mas cruza por su espíritu como un temor extraño                         
por lo que, en lo futuro, de angustia y desengaño                         
los días ignorados del nieto guardarán.               

Los maderos de San Juan,                         
piden queso, piden pan.                            
       ¡Triqui, triqui,                           
       triqui, tran!                

Esas arrugas hondas recuerdan una historia                     
de sufrimientos largos y silenciosa angustia                      
y sus cabellos blancos como la nieve están.                      
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia                             
y son sus ojos turbios espejos que empañaron                              
los años y que, ha tiempos, las formas reflejaron                          
de cosas y de seres que nunca volverán.                           

Los de Roque, alfandoque                        
¡Triqui, triqui, triqui, tran!                          

Mañana, cuando duerma la anciana, yerta y muda,                      
lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra                         
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,                
del nieto a la memoria, con grave son que encierra                      
todo el poema triste de la remota infancia,                       
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,                      
¡de aquella voz querida las notas vibrarán!                       

Los de Rique, alfeñique                              
¡Triqui, triqui, triqui, tran!                          

Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela                              
con movimiento rítmico se balancea el niño                     
y ambos conmovidos y trémulos están,                              
la Abuela se sonríe con maternal cariño,                            
mas cruza por su espíritu como un temor extraño                         
por lo que, en lo futuro, de angustia y desengaño                         
los días ignorados del nieto guardarán.               

       ¡Aserrín!                     
       ¡Aserrán!                    
Los maderos de San Juan                           
piden queso, piden pan,                            
       los de Roque                            
       alfandoque                
       los de Rique                              
       Alfeñique                   
¡Triqui, triqui, triqui, tran!                          
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
Este poema hace una recreación de la antigua canción popular española "Los maderos de San Juan", relacionada con la fiesta de San Juan y el solsticio de verano, y de la cual existen diferentes versiones.

José Asunción Silva Gómez  nace en Bogotá (Colombia) un 27 de noviembre de 1865 fue un  poeta colombiano que fue uno de los más importantes precursores del modernismo hispanoamericano, tendencia literaria que alcanzaría su culminación en la obra del nicaragüense Rubén Darío.
Se suicidó a sus 30 años el 24 de mayo de 1896 dándose un tiro en el corazón con un revólver Smith & Wesson.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Milonga del peón de campo de Atahualpa Yupanqui.

Milonga del peón de campo
de Atahualpa Yupanqui.

Yo nunca tuve tropilla
Siempre en montao en ajeno
Tuve un zaino que, de bueno
Ni pisaba la gramilla
Vivo una vida sencilla
Como es la del pobre pión
Madrugón tras madrugón
Con lluvia, escarcha o pampero
A veces, me duelen fiero
Los hígados y el riñón
Soy peón de La Estancia Vieja
Partido de Magdalena
Y aunque no valga la pena
Anoten, que no son quejas
Un portón lleno de rejas
Y allá, en el fondo, un chalé
Lo recibirá un valet
Que anda siempre disfrazao
Más no se asuste, cuñao
Y por mí pregúntele
Ni se le ocurra decir
Que viene pa´ visitarme
Diga que viene a cobrarme
Y lo han de dejar pasar
Allá le van a indicar
Que siga los ucalitos
Al final, está un ranchito
Que han levantao estas manos
Esa es su casa, paisano
Ahí puede pegar el grito
Allá le voy a mostrar
Mi mancarrón, mis dos perros
Unas espuelas de fierro
Y un montón de cosas más
Si es entendido, verá
Un poncho de fina trama
Y el retrato de mi Mama
Que es ande rezo pensando
Mientras lo voy adornando
Con florcitas de retama
¿ Qué puede ofertarle un pión
Que no sean sus pobrezas
A veces me entra tristeza
Y otras veces, rebelión
En más de alguna ocasión
Quisiera hacerme perdiz
Para ver de ser feliz
En algún pago lejano
Pero a la verdad, paisano
Me gusta el aire de aquí.

Compositores: Héctor Roberto Chavero / José Razzano.

martes, 24 de noviembre de 2020

Canción para cantar una canción de Ángel González.

Canción para cantar una canción

de Ángel González.

Esa música...
Insiste, hace daño
en el alma.
Viene tal vez de un tiempo
remoto, de una época imposible
perdida para siempre.
Sobrepasa los límites
de la música. Tiene materia,
aroma, es como polvo de algo
indefinible, de un recuerdo
que nunca se ha vivido,
de una vaga esperanza irrealizable.
Se llama simplemente:
canción.

Pero no es solo eso.
Es también la tristeza.

Ángel González Muñiz (6 de septiembre de 1925 en Oviedo, España - 12 de enero de 2008 en Madrid, España) fue un poeta español de la Generación del 50.

sábado, 21 de noviembre de 2020

Discurso a los jóvenes de Ángel González (1961).


De vosotros,
los jóvenes,
espero
no menos cosas grandes que las que realizaron
vuestros antepasados.
Os entrego
una herencia grandiosa:
sostenedla.
Amparad ese río
de sangre,
sujetad con segura
mano
el tronco de caballos
viejísimos,
pero aún poderosos,
que arrastran con pujanza
el fardo de los siglos
pasados. 

Nosotros somos estos
que aquí estamos reunidos,
y los demás no importan. 

Tú, Piedra,
hijo de Pedro, nieto
de Piedra
y biznieto de Pedro,
esfuérzate
para ser siempre piedra mientras vivas,
para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca,
para no tolerar el movimiento
para asfixiar en moldes apretados
todo lo que respira o que palpita.
A ti,
mi leal amigo,
compañero de armas,
escudero,
sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
de arcángeles vestidos de aceituna,
sé que no es necesario amonestarte:
con seguir siendo fuego y hierro,
basta.
Fuego para quemar lo que florece.
Hierro para aplastar lo que se alza. 

Y finalmente,
tú, dueño
del oro y de la tierra
poderoso impulsor de nuestra vida,
no nos faltes jamás.
Sé generoso
con aquellos a los que necesitas,
pero guarda,
expulsa de tu reino,
mantenlos más allá de tus fronteras,
déjalos que se mueran,
si es preciso,
a los que sueñan,
a los que no buscan
más que luz y verdad,
a los que deberían ser humildes
y a veces no lo son, así es la vida.
Si alguno de vosotros
pensase
yo le diría: no pienses. 

Pero no es necesario.
Seguid así,
hijos míos,
y yo os prometo
paz y patria feliz,
orden,
silencio.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

La zorra y los racimos de uvas. Una fábula de Esopo.

La zorra y los racimos de uvas

Una fábula de Esopo.

Una zorra hambrienta vio, colgados de una parra, unos deliciosos racimos de uvas.

Saltó varias veces y no pudo alcanzarlos. 
Al fin, se alejó diciéndose:
-Ni siquiera me agradan, están tan verdes.

martes, 17 de noviembre de 2020

La zorra y el espino de Esopo.

Una zorra que saltaba sobre unos montículos estuvo de pronto a punto de caerse. Se agarró a un espino para evitar la caída, pero sus púas le hirieron las patas.
-Acudí a ti por tu ayuda, y más bien me has herido -dijo, adolorida.
  
- Tu tienes la culpa por agarrarte a mí -respondió el espino-. Hiero a todo el mundo y tú no eres la excepción.

domingo, 15 de noviembre de 2020

El águila y la zorra. Una fábula de Esopo.

Un águila y una zorra que eran muy amigas decidieron vivir juntas con la idea de que la convivencia reforzaría la amistad. El águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus huevos, mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la tierra al pie del mismo árbol. 

Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta, cayó sobre las zarzas, se llevó a los zorruelos y, en compañía de sus crías, se dio un banquete.

Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse que saber de la muerte de sus pequeños. ¿Cómo podría ella, un animal terrestre, sin la virtud de vuelo, perseguir a un águila? Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a su ahora enemiga.

Pero no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición. Se encontraban en el campo unos pastores asando una cabra. Cayó el águila sobre ella y se llevó a su nido una víscera que aún conservaba fuego. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas. Los pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, rodaron al suelo cubiertos de llamas. Corrió entonces la zorra y los devoró.

Esopo fue un escritor griego. Según una tradición muy difundida, Esopo nació en Frigia (Asia menor), aunque hay quien lo hace originario de Tracia, Samos, Egipto o Sardes. Se cree que vivió en torno a los siglos VII y VI a. C.
La fábula es uno de los más antiguos géneros de la literatura universal; es un tipo de relato breve protagonizado por animales personificados cuya finalidad didáctica se explicita en una moraleja final. 
Las fábulas de Esopo fueron recopiladas en la Edad Media por el monje Planudes Maximuses

sábado, 14 de noviembre de 2020

PARA VIVIR UN GRAN AMOR - Cacho Castaña.

PARA VIVIR...
HAY QUE TENER UN GRAN AMOR, PARA VIVIR...
PARA VIVIR...
SE NECESITA UN MUNDO NUEVO DESCUBRIR...
PARA VIVIR...
POR EL CAMINO DE LA VIDA HAY QUE SEGUIR,
CON LA ESPERANZA DE LLEGAR A SER FELIZ
AUNQUE DEJEMOS OTRO AMOR EN EL PASADO...
PARA VIVIR...
HAY TANTAS COSAS QUE SE DEBEN COMPARTIR,
TANTOS MOMENTOS QUE SE PUEDEN CONVIVIR,
CON LA TIBIEZA DE TU AMOR ENTRE LAS MANOS...
PARA VIVIR...
YO NECESITO DE TU AMOR, PARA VIVIR...
PARA VIVIR...
YO NECESITO TU CALOR CERCA DE MI...
PARA VIVIR...
POR EL CAMINO DE LA VIDA HAY QUE SEGUIR,
CON LA ESPERANZA DE LLEGAR A SER FELIZ
AUNQUE DEJEMOS OTRO AMOR EN EL PASADO...
PARA VIVIR...
POR EL CAMINO DE LA VIDA HAY QUE SEGUIR,
CON LA ESPERANZA DE LLEGAR A SER FELIZ
PARA VIVIR HASTA MORIR... ENAMORADO...

sábado, 7 de noviembre de 2020

EL CONTRABANDO DE LA CHARLA de RAFAEL POMBO.


La Charla, tribu universal, que siempre
Potencia fue, boyante y efectiva,
Resolvió hacerse mercadera, entrando
Por el moderno espíritu israelita.

Todos le abrieron crédito; bien pronto
Escogió a su sabor su pacotilla,
Y a un puerto, no sé cuál, del mundo hispano
Llegó en persona al frente de la misma.
Mas no llegó como cualquier pelele,
Hablando de facturas y revistas,
Sino exigiendo el inmediato pase,
Y amplia y absolutísima franquicia.
¿De cuándo acá, los vistas preguntaron,
De cuándo acá con semejantes ínfulas?
¿Qué sultán te ha nombrado embajadora?
¿Quién te dio inmunidades de ministra?
—A lo cual con gentil desembarazo
La Charla opuso arenga elocuentísima.
Rica en sentencias de Moisés, de Grocio,
De Pufendorf y de otros publicistas.
Que hubieran usque ad nauseam  comprobado
Su posesión de tal prerrogativa
A haber sido ilustrado el auditorio,
O de conciencia un punto menos rígida;
Mas ya por ignorar nombres tan célebres,
O ya porque en artículo propinas
Calló la Charla, ello es que bulto a bulto
Procedieron a abrir las mercancías.

¿Y qué encontraron? —Ni la insigne ancheta
Con que el padre Noé guardó semilla
De todo lo viviente y lo inventado.
Pudo igualar tamaña retahíla;
E imaginad, lectores, el asombro
De aquel sano inspector y comitiva
Al descubrir los géneros siguientes
Que clasifico en grueso, algo de prisa:

Trastos de casa —Innumerables arpas,
Plectros, laúdes, cítaras y liras
Ya colgadas de sauces funerarios,
Ya en rincones de olvido enmohecidas.
Espejos de ondas, camas de Procusto
Con los pliegues del viento por cobijas,
Alfombras mil de yerba; y pabellones
De bóveda estrellada y selva umbría;
Doseles de infinito, hornos de ocaso.
Cristales de agua y de embusteros prismas,
Puertas de porvenir, sin cerradura,
Y ventanas de aurora con cortinas.
Jaulas de búhos, cárabos dolientes
Y otras interesantes avecillas;
Cisnes su gran final  graznando dulces,
Y un fénix renaciendo entre cenizas.
Corazones con páramos por dentro,
Tumbas, escombros, yermos y ruinas;
Y horizontes por fuera, y lontananzas,
Celajes, arreboles y otras fincas.
Por último, un surtido muy completo
De féretros, sarcófagos, capillas,
Urnas, mortajas, túmulos, crespones,
Luto, duelo, ataúd, laguna Estigia,
Capuz, sudarios, momias, calaveras,
Fosas, nichos, cadáveres y piras,
Y un pobre paño que jamás lavaron,
Y del cual, sin torcer, llanto corría.

Animales domésticos, —Mil piezas
De férreas garras e índole terrífica,
Tigres, dragones, monstruos del profundo,
Hidras, quimeras, víboras, arpías,
Buitres, gorgonas, basíliscos, hienas,
Vampiros, escorpiones; y hasta ninfas
Que por su pecho bárbaro, inhumano
Allá se irían con esas sabandijas.

—Nota —Incluiremos en el mismo grupo
Un gran surtido de ídolos, ondinas,
Hadas, huríes, náyades, luceros,
Musas, palomas, magas, pitonisas,
Ángeles, serafines y querubes,
Deidades, vidamías  y almamías,
Que aunque en lo general iban marcadas
Simpar  cada una, sinigual, divina.
Llevaban algún pero  en ocasiones,
Como echar lazos, ensartar mentiras,
Jugar con la inocencia, enmascararse,
Seducir gentes con falaz sonrisa,
Y aun pecados más gordos, por ejemplo,
Tronchar capullos de esperanzas ricas,
Quemar a fuego lento a un majadero
O lanzarlo al infierno en son de trisca.

Todas las mencionadas alimañas
Almas tan sólo y corazón comían,
Engordándolos antes con veneno,
Heces, hiel y otros platos de vigilia.

Para ensalada —Cuanta flor da el mundo
Y en Lenguajes de Flores  se registra
Pues Charla (al fin mujer) las idolatra,
Lo mismo que ama el tul, las piedras finas,
Gayo matiz, pintadas mariposas,
Calandria, colorín, perfumes, cintas,
Y en suma, cuantas lindas zarandajas
Hacen el embeleso de las lindas.
Mas Charla usa las flores corrigiendo
Su perfección y pompa primitivas,
Pues las repinta y viste con mil galas,
Broches, botones, lágrimas y cifras;
Y aquí entraban, revueltas con abrojos,
Palmas, pimpollos, vástagos y espinas,
Gualda, tomillo, madreselva, lauro,
Y césped blando y desgarradas fibras,
Ítem: un buen girón de cierzo crudo,
Con ramas de abedul y siempreviva.
De fúnebre ciprés manando llanto,
Y flébil sauce, y corpulenta encina.
Todo esto con beleño en vez de aceite,
Néctar fragante, célica ambrosía,
Y éter fulgente, y bálsamo, y jarabe
De tímida violeta, y voz meliflua,
Vinagre no se halló, sino ponzoña,
Zumos de desengaño, amargo acíbar,
Y sangre y llanto, a gotas o a torrentes.
Según la sed y el gusto del que pida.

Metales y monedas —Soles de oro,
Luna, estrellas, etcétera, argentinas;
Oro en bruto, marcado vil y bajo,
Y plata rotulada corrosiva.
Oro inmundo, hecho con vergüenza y lodo,
Bronce que llora, bronce que vomita
Muertes y horrores, bronce que saluda;
Misión de hierro, hierros homicidas.
Nota —Otros de oro innúmeros objetos.
Desde almas hasta lágrimas había,
Sin expresar su ley. Inmundo o puro
Lo usaba en todo el desdeñoso artista.

El resto de la carga  eran materias
Inflamables, diabólicas, ilícitas,
De aquéllas que hacen santiguar a un justo
Y que al mayor herético horripilan:
U objetos sospechosos que implicaban
Tuerta intención, o sortilegio, o cifra,
O se ocupaban en oficio ajeno,
Ya fuese de ignorancia o por malicia.
Víanse allí auroras que despuntan,
E insomnios negros que en la mar se abisman.
Y arroyos que discurren, y parleros
Van murmurando y desatando risas.
Auras livianas que en solaz retozo
Enamoran las tiernas florecillas,
Y soltando sus broches delicados
Su esencia virginal traidoras liban.
Y montes que taladran la alta esfera,
Y ondas de luz que los espacios hinchan,
Y sol que de los cielos se desploma
En Niágaras de atmósferas flamígeras.
Agua que se destrenza, olas que lamen
Besan, peinan y bordan las orillas,
O en torno de un batel que escarba espuma
Encrespadas y rizas se amotinan.
Y ríos que en gargantas se encajonan;
Y altivas sierras que su cumbre erizan:
Viento que barre, selvas que se aturden,
Y sol que tuesta, y luna que se filtra,
Y torvo nubarrón que sórbese a ambas,
Y truenos que coléricos rechinan,
Y rayos que en manojos se desatan
Sobre orbes que en sus ejes se desquician.
Bocas de bronce que exterminio escupen,
Almas que el mundo a marchitar conspira,
Y azotes que nos purgan de demonios,
Y avernos que de nuevo los vomitan.
Pasiones que fermentan silenciosas
Agudas penas que la sien martillan,
Y lágrimas rebeldes, que no salen,
Y existencias que vagan carcomidas.
Ópticas ilusiones de hermosuras
Aliñadas con bellas perspectivas,
Senos de nube, alientos secadores
Y voces que nos llagan al oírlas.

Andes gigantes de gigantes grandes.
Y enanos viles de ambición raquítica,
Y mártires que viven de recuerdos
Y arrastran torcedor y abrojos pisan.
Sociedades de insectos nauseabundos
Que barnizan con oro su inmundicia,
Y peregrinos de cansadas plantas,
Siempre con arpa y nunca con mochila.
Gentes que ríen cántigas de lloro.
Gentes que lloran cántigas de risa,
Y arrebatados de entusiastas fiebres
Las pulsan en los trastes de su lira.
Pensamientos que audaces se desbocan,
Frentes que hierven, lenguas que fulminan,
Y ojos que flechan, y ojos que sumergen
En océanos de agua las mejillas,
Bárbaros mil que se hartan de amargura
Y viven devorando su agonía,
Y andan siempre de hinojos y besando
Polvos de pies que como incienso aspiran.
Lenguas que a gritos cuentan que están mudas,
Ciegos que ven, difuntos que visitan,
Y ruidos sordos, y silencios que hablan,
Y auras pobladas de quimera y sílfidas.
Y un sauce, en fin, que en lánguido desmayo
Crudo ramal sobre su forma aplica,
Y allá en la tarde cuando el sol se acuesta
Previéneles que duerman y no giman:
Al descubrir cada una de estas joyas
(En prosa) el aduanero se fruncía,
Y «será muy corriente», —murmuraba—
«Mas huele a fraude», «es cosa nunca vista...»
Pero tornose indignación su asombro
Con lo demás de aquella pacotilla,
Y hacíase la cruz hurgando cajas,
Cual si fueran de brasas encendidas.
Vaya esto a cuenta: —Crímenes, blasfemias,
Escándalos, estrépitos, perfidias,
Vergüenza, oprobio, maldición, sarcasmo,
Embriaguez, bacanal, crápula, orgía,
Segur, azote, férula, infortunio,
Gusano roedor, quemante estigma,
Prometeos, patíbulos, cadalsos,
Furor de numen, Tántalo, ignominia,
Siervos, ilotas, Ícaros, piratas,
Precitos, reos, condenados, víctimas,
Porvenires, oráculos, conjuros,
Signos, hados, estrellas, noche impía,
Trípodes, caos, dédalos, espectros,
Horóscopos, crepúsculos, enigmas.
Constelaciones, amuletos, polos,
Magias, fantasmagóricas alquimias,
Apoteosis, arcano, encantamientos,
Cosas infandas, cosas que titilan,
Cosas que muerden, pasman o fulguran,
Befan, profanan, crispan, electrizan,
Causan arrobamientos y desvelos
O remedan siniestras y fatídicas.
Desenterrados, íncubos, fantasmas,
Brujas, apariciones, estantiguas,
Y espíritus y cosas de otro mundo,
Y almas en pena y ánimas benditas:
Endríagos, vestigios, duendes, trasgos,
Y agüeros y fosfóricas pupilas,
Y cuanto a media noche espanta y pasma,
Gesticula, espeluzna y petrifica.
Músicas atronantes y estentóreas
Que rasgan vientos y almas asesinan,
Plagas, desvelos, úlceras, locuras,
Insanias, ilusiones, pesadillas,
Lepras, abortos, paroxismos, éxtasis,
Cáncer, palpitaciones, aneurismas,
Delirios, crispaturas, hinchazones
Y ávida sed, y fiebres convulsivas.
Insomnios, pestes, vértigos, gangrenas,
Y síncopes y plétoras y heridas,
Ímpetu, frenesí, danzas diabólicas,
Despechos, y desmayos, y agonías,
Túrgidas cosas, mórbidas, impúdicas,
Letíferas, hidrópicas, mefíticas,
Y harapos sucios (focos epidémicos),
Y otras pútridas cócoras pestíferas,
Cataclismos, catástrofes, derrumbos,
Torbellino, huracán, sirte, honda sima,
Y trombas y vorágines y cuanto
Traga, tritura, aplasta, hunde y abisma.
Llama, hoguera, tizón, ira, estro ardiente,
Fuego, volcán, relámpagos y chispas,
Rayos, centellas, dardos, meteoros,
Dagas, teas, puñales y cuchillas,
Minas, cadenas, yugos, entusiasmos,
Raudos cometas, cóleras fulmíneas,
Y todo lo que estalla, arde y revienta,
Y toda clase de armas prohibidas.
Gran provisión de tártaros profundos,
Y báratros y avernos sin medida,
Y con todas sus letras, más infiernos
Que los que el mismo diablo necesita.
Y tantos antropófagos, verdugos,
Furias, sayones, parcas homicidas
Y reyes del averno, que es probable
No haya quedado allá ni quien reciba.

Aquí sí el Inspector plantó resuelto,
Y dijo a doña Charla: «Por mi vida
Que a no ser dama usted, y no inspirarme
Tanto terror, asárala en parrilla.
Su carga es el ajuar de los infiernos,
Ya sé quién de ministra nos la envía.
Vade retro, ¡Satán! vuélvete al punto
Con todas tus perversas chilindrinas».

Mas no se fue; ni ¿cuándo a las señoras
Faltó respuesta, cábala y salida?
¡Pobres aduanas si ángeles como ellas
Pudiéranse volver contrabandistas!
Recordando ésta cómo Adán rindiose
A la voz musical de su costilla,
Puso el monstruoso cargamento en verso,
Y pasó sin obstáculo en seguida,
Todos esos demonios que aterraban
En prosa vil a los cristianos vistas
Oráculos de Dios les parecieron
Puestos ya en cuatro pies con metro y rima.

No digo yo que fuese muy selecta
Poesía tal: al fin de pacotilla,
Mas quizá estaba en nuestra tierra en moda,
Aunque de todas las demás proscrita.
Muchos de sus artículos se hallaban
Convictos y confesos de avería,
Como flores marchitas, liras rotas,
Y mieles en acíbar convertidas.

Era no obstante una labor curiosa
Esa su conversión en joya lírica.
Pues leída de arriba para abajo,
O al contrario, de abajo para arriba,
De izquierda a diestra, de derecha a izquierda,
Saltando voces o saltando líneas,
De todos modos la canción cantaba
La misma cosa o la no cosa misma.
Ni debió el Inspector gastar sus cruces,
Pues cernido en tamiz de cuerda crítica
Todo aquel pandemonio honditronante,
Sale pampirolada solemnísima;
Y antes complace al ver que tantos monstruos,
Tanta alimaña indómita y dañina,
Pueden al cabo y a la postre, sueltas
Andar, como inocentes ovejillas.

Borrascas de palabras; aquilones
Que un fósforo tal vez no apagarían,
Abismos que dan fondo a una pulgada;
Mundos que caben en cualquier vasija.
Chistes cuya agudeza, no en lo agudo,
En lo no limpio únicamente estriba;
Y requiebros que en sandíos sólo igualan
Las sandías que a su cháchara se rindan.
Suspiros cuyos ecos son bostezos,
Tragos acerbos... de frugal saliva,
Áspides que no muerden ni en ayunas,
Buitres que alcanza al vuelo una gallina.
Idealismos inopes de ideas,
Néctar embriagador como agua tibia,
Tontería evidente en frase oscura,
Misterios de clarísima pamplina;
Fuego que enfría amenazando infiernos,
Soplo de inspiración que hinche vejigas,
Hipérboles que achican cuanto agrandan,
Y admiraciones mil que a nadie admiran.
Poesía hermana del insigne cuento
Que cierto idiota a Shakspeare refería,
Todo el estruendo y furia y palabrotas
Y que no contó nada en resumidas.

Mas yo debo acabar el que os relato,
El cual, como es la Charla su heroína,
Tuvo que ser muy largo... y falta cola;
Quien no guste de colas que la omita.

Pasó el gran cargamento, y pasó gratis,
Haciendo al fisco una lesión gravísima,
Ya porque el Inspector no era un Horacio,
Ya por no hallar el verso en la tarifa;
Y sucedió después, que no encontrándose
Los cuerdos en el mundo en mayoría,
Hizo la Charla prodigioso expendio
Aun de sus existencias carcomidas.
Todo alcanzó tal boga que emprendieron
Muchos el contrahacer las joyas dichas,
Y, si en su original ya eran bien malas,
Copiadas se eclipsaron a sí mismas.
No hubo doncel sin desengaño negro,
(De otro color no tuvo ya salida),
Y si antes se preciaban flores frescas,
Vino a ser más gentil darlas marchitas;
Buena o mala misión  no faltó a nadie;
Todo el que andaba, por abrojos iba;
La cítara fue mueble indispensable
Y el torcedor comodidad precisa.
Pero escandalizó gentes piadosas
Oír maldiciendo aun a modestas niñas,
Y que en vez de algodón, o añil, o papas,
El pueblo andaba cosechando espinas;
Supieron que con unas tales Musas
Los jóvenes ociaban noche y día;
Y en busca de remedio enderezaron
Un memorial con mil quinientas firmas
Al Supremo Congreso; el cual, pasándolo
A especial Comisión ad hoc  provista,
Se avino luego a la opinión que expuso
Al evacuar su informe la antedicha.

Este Informe  explicábale, en sustancia.
Que; «Planteando en fórmulas precisas,
La cuestión en cuestión, y con la lógica
Que los sucesos netamente implican:
Después de haber tomado como pauta
En consideración muy detenida
La grave situación de esta emergencia,
Bajo todas sus fases respectivas:
Y, de otra parte, lúcida pesando
La alta y solemne actualidad del día
En su compleja variedad, y en toda
La entidad que apareja, una y distinta:
Vuestra honorable Comisión, no empero
Sin que por un momento obste o infrinja
La alta prerrogativa que os incumbe
Y su órbita de acción característica,
Buscó una solución que resolviese
Tantas perplejidades indecisas
Zanjando el nudo, despejando el campo
Y previniendo peripecias criticas:
Y encontró que la caja de Pandora
No era sino un tropel de anomalias
Que alude el memorial, y que adjuntadas
Obraréis como el caso urgente dicta».

No dijo más el luminoso informe,
Mas íntegro en pos dél reproducía
Un inventario fiel de los efectos
Que importó Charla y que la hicieron rica,
Pero allí no campaban escudados
Con mágico disfraz de metro y rima
Sino en prosa oficial, cual demandábalo
La augusta majestad legislativa.
Gran sensación causaron ambas piezas,
Pidiose su lectura repetida,
Y si al Informe, por la luz que arroja,
Y la alta concepción que en él domina,
Fénix se le aclamó, —trayendo, empero,
Cierto aire familiar, y aun de familia,
No sorprendió a los miembros honorables
Tanto como la anexa retahíla.
Hubo andanadas, salvas y descargas
De hurras, palmadas, vítores y vivas,
Tempestades de aplausos, y aguaceros
De hilaridad simpática infinita.
El soberano pueblo concurrente
Se asoció al soberano congresista
En su furor; y publicar mandose
En el Diario Oficial  entrambas fincas.

Hay entusiasmos de diversos gestos,
Y ya observó Manuel que la más linda
De todas las comedias, es sin duda
Una tragedia destrozada y frita.

Recuerdo muy al caso un don Pelayo
Que se dio en Bogotá, do cada artista
Tuvo que triplicar verso por verso
Para saciar al público de risa.
Este, al cual en bufón no excedió Atenas,
Su ultimátum sentó: «Que se repita
Cada rebuzno, o devolved la entrada,
O id a prisión: no os queda otra salida».
—Prófugo el tesorero, inevitable
Fue obedecer; y aquel festín de silba
Tanto agradó, que convertido en ganga
Siguió dando al histrión duros por pifias.

Un entusiasmo igual Charla produjo
Con sus desmusicadas baratijas,
Sólo que es cosa averiguada y cierta
Que no importó segunda pacotilla.
Ni desde entonce en los mercados viose
Un plañidero colorín diablista
Pues, para fraudes evitar, dio el mundo
En traducir en prosa las cantigas;
Y si encontraba allí palabras sólo,
Y nada nuevo, y nada que repita
El alma en eco bienhechor, sintiéndose
Conmovida, enseñada, engrandecida;
Si aquello no era corazón cantando
Lo que habla el corazón cuando lo agitan
Pasiones verdaderas, que al salvaje
Elocuencia de imágenes inspiran;
Si no era un alma individual, que prueba
Venir de Dios porque algo nuevo cría,
Porque algo piensa que otros no pensaron
Y alza otra flor de otro átomo de arcilla;
Si era un pincel que sólo halló en los Andes
Tul, primaveras, céfiros y ninfas;
Música de la oreja y no del alma
Poesía  toda ella crinolina: —
Esta, en su vaciedad, quedó patente,
Tornó a su original la pacotilla,
Y no colgando, sino ahorcado a un sauce
Amaneció el laúd contrabandista.

En cuanto a aquellos doblemente Informes
Por lo informes que son, propuso un quidam
Que en adelante en verso se escribiesen
(Para darles corona en vez de silba).

¿Faltan acaso escena y digno asunto
Al hijo de Colón que así mendiga
De parias de otra sociedad, reniegos
Y rancia miel de insípidas letrillas?

¿No es suyo, y suyo sólo un portentoso
Mundo aun fragante a vírgenes primicias,
Con cordilleras de Parnasos tales
Que el griego fuera, ante el menor, —colina?

Para que el lienzo hiciese con imágenes
De nueva y sorprendente maravilla,
¿No basta aquí borrar memorias de otros,
Y ver, y trasladar lo que se mira?

Como si al genio antiguo, en sus más puras
Ansias de paz y plenitud benditas,
Reminiscencias solo alimentasen
De la encantada Atlántida perdida, —

Cuando ésta al fin de su sepulcro de olas
Se alzó resucitada, ella traía
Esas aspiraciones ideales
En realidad deslumbradora y viva.

El siglo de oro, el sueño de inocencia.
De amor perfecto y cándidas delicias
Tiende a Colón sus desarmados brazos
En laberintos de aromadas islas;

«No sé por dónde principiar. Mis ojos
No se sacian de ver —así él se explica—;
Todo es verdor, que da placer mirarlo.
Cosas como estas nunca fueron vistas.

»Es un jardín abierto; y la natura
Tan liberal, que nadie ni imagina
La propiedad; no saben qué son vallas,
Ignoran la indigencia y la codicia.

»Todos aquí son jóvenes, y todos
Bellos, fieles, afables. Hay sonrisa
Siempre en sus rostros; su candor los cubre,
Y sólo amor, felicidad respiran.

»Armas, ni las conocen. Si de cerca
Nuestras espadas a sus ojos brillan
Tómanlas por el filo, y de ignorancia
Manos tan sanas córtanse ellas mismas.

«Todo, hasta el verde de la selva es nuevo,
Extraño, incomparable; todo invita
A no irse nunca de un Edén tan grato...
Yo no puedo arrancarme a tanta dicha».

Pero el noble Colón trajo enroscadas
Al árbol del amor y de la vida
Serpientes mil que difundiendo muerte
Por aquel nuevo Edén se le deslizan.

Al Sur, Pizarro, Almagro, Belalcázar,
Quesada, Fredermán, la selva antigua
Rompen, y alzando a pulso sus corceles
Trepan cual ciervos pavorosas cimas;

Y allá, cerca del cielo, entre altos muros
De nieve y de granito suspendidas,
Nadando en auras de pureza etérea
Despliéganse de pronto ante su vista,

Las Hespérides muertas que el pagano
Sospechó, y no vio nunca, ni en sus islas
El gran Colón: remotos santuarios
De las joyas del mundo y sus delicias.

Madre Natura a las demás regiones,
Cual a desheredadas tristes hijas
Presta por turno algunas de sus dádivas,
Breve compensación de suerte esquiva.

Pero en la nuestra, hermanos de los trópicos,
El soberano mayorazgo apila,
Dándonos sus tesoros incontables,
Todos —y en todo tiempo— y sin medida.

Si no los veis, si la opulenta herencia
Embotando el sentir quizá os fastidia,
Salid, —y aprenderéis que entre nosotros
El último mendigo es sibarita.

Vístelo el bosque, embriáganlo las flores,
Templado el cielo con amor lo abriga,
Gusta en huerto sin fin de agreste fruto
Y espectáculo eterno lo extasía.

¿Buscáis acción? —¿No es toda nuestra historia
Tragedia de tragedias inauditas...?
¡Ah! olvidad medio siglo. En sus anales
Por una que honre, hay diez que ruborizan.

¡Cuántas naciones venturosas fueran
Con un diezmo no más de nuestra dicha,
Mas nosotros, imbéciles mimados.
Infierno hacemos lo que a Edén se brinda.

No sólo al Ecuador, cinto esplendente
De la Venus del mundo, hay maravillas.
De polo a polo es poesía ya hecha,
Y lo único que falta es escribirla.

Cantad la guerra magna, única santa,
De lauros y odas y obeliscos digna,
Cuando tribunos y opresores no eran
Farsantes por igual con loa distinta;

Cuando los Padres por el bien de todos
Dieron solaz, riqueza, sangre y vida.
José Rafael de Pombo y Rebolledo  nacido en Bogotá (Colombia) el 7 de noviembre de 1833.
Escritor, poeta, fabulista, traductor, intelectual y diplomático colombiano.
Fallece el  5 de mayo de 1912.