miércoles, 24 de abril de 2024

SONATA de Álvaro Mutis.


Otra vez el tiempo te ha traído
al cerco de mis sueños funerales.
Tu piel, cierta humedad salina,
tus ojos asombrados de otros días,
con tu voz han venido, con tu pelo.
El tiempo, muchacha, que trabaja
como loba que entierra a sus cachorros
como óxido en las armas de caza,
como alga en la quilla del navío,
como lengua que lame la sal de los dormidos,
como el aire que sube de las minas,
como tren en la noche de los páramos.
De su opaco trabajo nos nutrimos
como pan de cristiano o rancia carne
que se enjuta en la fiebre de los guettos,
a la sombra del tiempo, amiga mía,
un agua mansa de acequia me devuelve
lo que guardo de ti para ayudarme
a llegar hasta el fin de cada día.

lunes, 22 de abril de 2024

Dos poemas sobre la fundación de Salta por CARLOS MARÍA ROMERO SOSA.

 

De izquierda a derecha Carlos G. Romero Rosa e Ignacio B. Anzoátegui.

La ciudad de San Felipe de Lerma en el Valle de Salta, fue fundada el 16 de abril de 1582 por el Licenciado Hernando de Lerma. El controvertido gobernador del Tucumán llevó a cabo ese acto en cumplimiento de la orden impartida desde Lima por el Virrey Francisco Álvarez de Toledo y Figueroa, motivada en la necesidad de vigorizar la ruta entre la a poco refundada Buenos Aires por Juan de Garay y la capital del Virreinato del Perú.

Trascurridos más de trescientos cincuenta años desde entonces, dos poetas argentinos vinculados entre sí por el afecto y lejanos lazos de sangre en tanto provenían del sevillano Conquistador del Tucumán, Pedro Cayetano González y la Cueva, cantaron en la primera mitad del siglo XX a esa fundación de tanta trascendencia histórica. Lo hicieron sin descuidar sus particulares y en cierto modo comunes perspectivas hispanistas, no sin desconocer ambos, con mayor o menor énfasis y sin conceder argumentos a la leyenda negra, que como todo suceso humano no estuvo el exaltado en sus respectivos trabajos líricos, exento de oscuridades en su inicio, debido al carácter despótico y cruel de Lerma, cuya estatua, obra del escultor Ángel E. Ibarra García se encuentra hoy ubicada en la Plaza Güemes de la ciudad de Salta.

LA OBRA DE ANZOATEGUI.

Desde el punto de vista cronológico, el primero en poetizar el hito histórico fue en 1941 Ignacio Braulio Anzoátegui (1905-1978), escritor, abogado y magistrado platense de ancestros salteños, como que su linaje enraizaba con los primeros pobladores de la ciudad del cerro San Bernardo. Con el devenir de las centurias, su abuelo paterno, el doctor Manuel Anzoátegui y González, resultó ser un médico salteño destacado en su profesión que además ocupó altos cargos públicos en la provincia, entre ellos la titularidad del Ministerio de Hacienda durante la gobernación de Ángel Zerda.

Su próximo pariente, el hacendado Ciro Anzoátegui, fallecido en 1915, apasionado lector y divulgador en el medio local del Martín Fierro, fue un tradicionalista hombre de a caballo que jineteando uno desfiló ante la Infanta Isabel durante las festividades del Primer Centenario Patrio. Y un sobrino de Ignacio Braulio, Raúl Manuel Aráoz Anzoátegui, hoy reconocido como una de las figuras literarias salteñas de mayor relieve, publicaba justamente en aquel año de 1941 su juvenil “Elegía a Lavalle”.

De tales entronques familiares resultó ser este cultor del soneto, el romance y la jitanjáfora, acústico y vanguardista género literario que universalizó el mejicano Alfonso Reyes y al que supo poner Anzoátegui el sello de su impronta personal. Incorporado a la Antología Poética Argentina compuesta por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, publicada en 1941, y asimismo antologizado, según dato que aporta Jorge Martínez en la edición de La Prensa del domingo 17 de marzo de 2024, por Jorge Norberto Ferro y Eduardo Allegri en un volumen de 1983, además de poeta se reveló buen cuentista e ingenioso cultor de brulotes y paradojas en libros famosos en su hora como Vida de muertos y Vida de payasos ilustres. Del desenfado orgullosamente reaccionario que practicaba, una de las más acertadas definiciones la dio Horacio González, quien lo hizo reeditar en la serie Los Raros cuando era director de la Biblioteca Nacional: “es como la izquierda de la derecha, lo que produce un extraño efecto: el del fascismo que ríe.”

Sin embargo su ultramontanismo a un tiempo ácido y humorístico y en el plano religioso ortodoxo y chestertoniano, no lo alejó ni mucho menos de las expresiones políticas populares. Así estuvo próximo al Movimiento Justicialista al punto de haber elogiado en un artículo dado a conocer en La Prensa del 16 de octubre de 1954, titulado “El Día de la Lealtad”, lo que en sus palabras: “Fue una pueblada sí, porque fue una patriada”, en línea parecida a su amigo Leopoldo Marechal de aquel definitorio verso: “era Octubre y parecía Mayo”.

Aunque sobre todo con el argentinismo “patriada” o con los más pertinentes términos de “quijotada” y “cideada”, dignas de Alonso Quijano y el Campeador, bien pudo caracterizar Anzoátegui la Colonización Hispana, uno de cuyos jalones fue el concretado junto al rollo de justicia, dando tajos con su espada el Licenciado Lerma en 1582. Su “Poema de la fundación de Salta” se dio a conocer en el diario La Nación de fecha 15 de junio de 1941 y se recogió más tarde en el libro Dulcinea y otros poemas, publicado en 1965 en Madrid por Ediciones Cultura Hispánica.

ESPAÑA CATOLICA.

Se advierte desde los iniciales versos de la composición, rimados, de modernista arte mayor y por momentos salmódicos y en honra de cuando: “Ángeles mosqueteros/ disparaban al aire americano mosquetes y sombreros”, la sacralidad acordada al acto fundacional verificado sobre una tierra: “divinamente señalada para derramarse en las aventuras del catecismo y de la espada”.

Inspira el poema el firme compromiso con la España Católica e Imperial; y acorde con el ideario del nacionalismo de derecha argentino de la época de nativa territorialidad requirente tras la Cruz del Sur del Cielo de la Gracia: “para juntar mi tierra con su cielo”, tal se patentiza el ansia por sintetizar los elementos, ampliando los límites físicos de la Patria hacia otra superior y metafísica dimensión, como para constituirse en la marechaliana “provincia de la tierra y el cielo”; un destino a la vez geográfico y Cristológico. No está ausente la referencia al Lugones de las Odas seculares“Y fue sobre esta tierra, sobre esta tierra mía de los/ ganados innúmeros y de las innúmeras mieses.” Ni son obviados los excesos del fundador que se insinúan fruto de padecer malaria: “Un hidalgo discutidor y discutido/ quizá un hombre necesitado solo de una insignificante dosis de quinina”. Tampoco se deja de enraizar el muy de la época antidemocratismo maurrasiano al que adscribía el autor, en el marco del bien documentado autoritarismo de un Lerma “Discutidor y discutido como un buen español dispuesto/ a morir en cárcel por sostener españolamente/ el españolísimo derecho a no dar explicaciones a/ la gente.”

Poema de afirmaciones y definiciones, de exaltación histórica sí, pero autorreferenciándose aquí y allá el poeta con una asumida carga de contradicciones. Hay un ir y venir por la temporalidad, es decir de la epopeya distante al presente de quien la glosa. Incluso Anzoátegui hace “mea culpa” de su propia condición burguesa y consumista de manufacturas importadas sobre la que bien podría pedirle cuenta: “algún fantasma antepasado/ enamorado de su pasado”. Entonces -¿quizá?- para dar idea de la penetración económica extranjera que poco antes, hacia 1940, denunció Raúl Scalabrini Ortiz en Política británica en el Río de la Plata, a renglón seguido de la posible reconvención, apela sin prejuicio esteticista a cierto término prosaico como debe haber entendido trivial y carente de grandeza el momento aquel de la Nación -plena Década Infame- en que se le reveló la composición: “Sobre esta misma tierra que un día pisaría con la/ comodidad un poco inapropiada de mis zapatos/ingleses/. (Y me refiero a mis zapatos ingleses y no a los ocho/ cilindros del automóvil obligado.)” Y finaliza no casualmente nombrando las serranías que invitan al tránsito ascensional dominador del paisaje y al viaje por la propia sangre, con una invocación a “La ciudad soñadora de los montes azules y del claro linaje.”

Luego de aparecer el texto incluido en el poemario Dulcinea y otros poemas, en el primer número de la revista Jauja correspondiente al mes de enero de 1967, publicación nacionalista donde mucho colaboró Anzoátegui, su director el Padre Leonardo Castellani, suscribió un comentario crítico con las primeras letras de su seudónimo “Jerónimo del Rey”. Allí celebró el libro y en especial elogió el poema de referencia con estas palabras: “Una decena de odas coloridas y refinadas en el metro anzoateguiesco de versículos rimados, espléndidas y sólidas casi todas, ante todo (para nuestro gusto) el ‘Poema de la fundación de Salta’ y la épica ‘Oda al Paraná’.”

Da pena que la superficialidad actual, la grosería estética imperante y sobre todo la desatención hacia piezas de tan alta jerarquía literaria como este poema, lo hayan relegado al olvido.

SIETE LOORES.

En 1942 y como adhesión al Congreso de la Cultura Hispano Americana, celebrado en la ciudad de Salta y promovido por el entonces Arzobispo de la arquidiócesis, Monseñor Roberto J. Tavella, un hijo de aquella ciudad norteña, joven historiador y poeta, autor para ese tiempo de un par de sonetarios editados y próximo a dar a conocer una plaqueta intitulada Sexenario de Sonetos con la Croniquería del Señor del Milagro, compuso a la manera de Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita, la crónica de la fundación de Salta.

La obra de Carlos Gregorio Romero Sosa (1916-2001), dedicada a los doctores Carlos Serrey, Daniel García Manilla y al arquitecto Ángel Guido que mereció un prólogo del poeta cordobés Ataliva Herrera, “Tiene hondura y realidad histórica evidente”, en valoración del Capellán Mayor del Ejército Argentino R.P. Amancio González Paz. Consta de siete loores que totalizan más de cuatrocientas estrofas compuestas en tetrástrofos alejandrinos monorrimos.

Al tener acceso a los originales, recibieron el elogio de Juan Carlos Dávalos, tío y maestro de Romero Sosa; y a juicio del humanista Juan Carlos García Santillán es: “El poema de mayor aliento escrito por un salteño”. Aunque ni entonces ni después llegó el autor a ver publicado en libro el extenso texto; más allá de los iniciales requerimientos de varias instituciones culturales como la Unión Salteña y el Centro de Residentes Salteños “General Güemes”, a fin de que la legislatura local concediera un subsidio para hacerlo. No obstante fue difundido al aire íntegramente años después, en abril de 1946, en una audición especial de la Radio Provincia de Salta LV9 para celebrar un nuevo aniversario de la fundación de la ciudad norteña.

FUEGOS ACTUANTES.

Mucho más una acabada relación histórica, enriquecida con datos cronológicos y hasta genealógicos, fiel a la vocación del autor por el arte de Clío, a cuyo estudio y desarrollo finalmente dedicó su existencia, que un punto de partida para expresar pareceres y refundarse a sí mismo, santificando la tierra carnal como Anzoátegui en su poema, comienza esta loa por no relativizar las crueldades de Lerma, acusado en su momento de ideas judaizantes ante la Inquisición y alguien “mendaz, rencoroso e injusto” para el historiador Atilio Cornejo: “Hay en el caballero prestancia de soldado./ Es cristiano, lo jura. Bachiller. Licenciado./ Si a veces se presenta hosco y malhumorado,/ evoca la figura del Manchego alunado”.

Empero entre el claroscuro de miserias y grandezas lejanas, se avivan fuegos actuantes a lo largo del canto como guías que permiten divisar el feliz producto, al cabo, de lo acontecido tantos siglos atrás: “Pero este caballero, a quien la Providencia/ juzgue por sus errores y su íntima conciencia,/ estaba destinado, por Divina Indulgencia,/ a delinear el predio de una nueva querencia”. Y continúa reconstructivo del imaginado ambiente del Valle de Salta: “Junto al curso sonoro del río ribereño/ -Segundo, Sauce o Arias-, ha de plantar el leño/ de la altiva picota. Y aromará un bargueño/ los muros del Cabildo, de espejismo limeño. (…). Esta era la conquista en el Valle de Salta,/ la muy noble conquista que la crónica exalta/ Del gran Virrey Toledo su videncia resalta./ ¡Cuán grande era el ilustre Caballero de Malta!”

La cuaderna vía de tan noble tradición en nuestra lengua, fue asimismo ejercitada en forma más o menos contemporánea a los Loores comentados, tanto en España por Gerardo Diego en Decir de La Rioja, como en la Argentina por Alfredo R. Bufano en sus libros Mendoza, la de mi canto y Colinas de alto viento, por el sacerdote y escritor salesiano Luis Gorosito Heredia –“Nice Lotus”- en Juglar de antaño y hogaño o por María de Villarino en “Loores de Nuestra Señora de Luján”.

En el país, sin embargo, la cuaderna vía ha tenido su punto más elevado sin duda alguna en el magno “Loor a Nuestra Señora del Valle” del catamarqueño Juan Oscar Ponferrada, justamente dado a conocer y ser premiado en los Juegos Florales de Catamarca en abril de 1942, el mismo año de la creación de Romero Sosa, su admirador y amigo cuyas últimas cuartetas de la crónica, siempre escandidas dentro de las formas del Mester de Clerecía, resultan de una emocionada exaltación del terruño: “Es la Salta española, morisca y castellana,/ a ratos pecadora y mística y cristiana,/ la que fue redimida del infiel por Barzana/ y mostró en la contienda su espada toledana./ La Salta de los patios que nieva el limonero/ y que imprime en las páginas de su albo romancero,/ junto con el perfume de albahaca y de romero,/ la sangre de su historia pintada en cada alero./ La Salta de los santos y de los historiales;/ y la del caserío de estampas coloniales,/ propicia a ser cantada en claves virreinales/ o en devotas antífonas de libros sapienciales. /La Salta de las torres, severos penitentes/ con cilicios de bronce de campanas urgentes/ con sones melodiosos, sutiles o potentes/ para llamar al rezo a espíritus ardientes.”

Intencionadamente finaliza Romero Sosa transliterando en homenaje a Anzoátegui, los primeros versos de su poema, inicial epígrafe además de los Loores. Nada raro dado el vínculo ya existente entre uno y otro a acrecentarse en la siguiente década cuando hasta fueron cercanos vecinos de la porteña calle Laprida, en el barrio de Recoleta: “La Salta: novia india de hispanos caballeros,/ a la vez que guerreros, juglares y troveros,/ llenos de señorío o adustos mosqueteros/ que al aire disparaban mosquetes y sombreros.”

Publicado en Diario LA PRENSA.

Domingo 21 de abril del 2024.

https://www.laprensa.com.ar/Dos-poemas-sobre-la-fundacion-de-Salta-543601.note.aspx

viernes, 19 de abril de 2024

ANTES DEL COMIENZO de OCTAVIO PAZ.


Ruidos confusos, claridad incierta
Otro día comienza.
Es un cuarto en penumbra
y dos cuerpos tendidos.
En mi frente me pierdo
por un llano sin nadie.
Ya las horas afilan sus navajas.
Pero a mi lado tú respiras;
entrañable y remota
fluyes y no te mueves.
Inaccesible si te pienso,
con los ojos te palpo,
te miro con las manos.
Los sueños nos separan
y la sangre nos junta:
somos un río de latidos.
Bajo tus párpados madura
la semilla del sol.
                                El mundo
no es real todavía,
el tiempo duda:
                              sólo es cierto
el calor de tu piel.
En tu respiración escucho
la marea del ser,
la sílaba olvidada del Comienzo.

Octavio Irineo Paz Lozano​ nacido en la Ciudad de México el 31 de marzo de 1914.
Fallece el 19 de abril de 1998 fue un poeta, ensayista, dramaturgo y diplomático mexicano.

miércoles, 17 de abril de 2024

Fragmento de "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez.

 


"José Arcadio Buendía conversó con Prudencio Aguilar hasta el amanecer. Pocas horas después, estragado por la vigilia, entró al taller de Aureliano y le preguntó: ‘¿Qué día es hoy?’ Aureliano le contestó que era martes. ‘Eso mismo pensaba yo’, dijo José Arcadio Buendía. ‘Pero de pronto me he dado cuenta de que sigue siendo lunes, como ayer. Mira el cielo, mira las paredes, mira las begonias. También hoy es lunes.’ Acostumbrado a sus manías, Aureliano no le hizo caso. Al día siguiente, miércoles, José Arcadio Buendía volvió al taller. ‘Esto es un desastre –dijo–. Mira el aire, oye el zumbido del sol, igual que ayer y antier. También hoy es lunes.’ Esa noche, Pietro Crespi lo encontró en el corredor, llorando con el llantito sin gracia de los viejos, llorando por Prudencio Aguilar, por Melquíades. Por los padres de Rebeca, por su papá y mamá, por todos los que podía recordar y que entonces estaban solos en la muerte..."

Fragmento de "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez.

Gabriel José de la Concordia García Márquez (Aracataca, Magdalena, Colombia; 6 de marzo de 1927-Ciudad de México, México; 17 de abril de 2014). escritor y periodista colombiano. Reconocido principalmente por sus novelas y cuentos, también escribió narrativa de no ficción, discursos, reportajes, críticas cinematográficas y memorias. Fue conocido como Gabo.

Está relacionado de manera inherente con el realismo mágico y su obra más conocida, la novela “Cien años de soledad” que hoy es un clásico en la literatura de Nuestra América.”Cien años de soledad”  se publicó en junio de 1967 y en una semana vendió 8000 ejemplares. De allí en adelante, el éxito fue asegurado y la novela vendió una nueva edición cada semana, pasando a vender medio millón de copias en tres años. Fue traducido a más de veinticinco idiomas y ganó seis premios internacionales.

“Cien años de soledad” recrea a través de la saga familiar de los Buendía la peripecia histórica de Macondo, aldea imaginaria fundada por los primeros Buendía que es el trasunto de su localidad natal.

En abril de 2014 fue internado en el Instituto Nacional de
Ciencias Médicas y Nutrición, en México D. F., debido a una recaída producto del cáncer linfático que le fue diagnosticado en 1999. El cáncer había afectado un pulmón, ganglios e hígado. García Márquez falleció el 17 de abril de 2014.

Novelas: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala hora (1962), Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), Del amor y otros demonios (1994), Memoria de mis putas tristes (2004).

Cuentos: Los funerales de la Mamá Grande (1962), La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), Ojos de perro azul (1972, recopilación de sus primeros cuentos), Doce cuentos peregrinos (1992).

Narrativa de no ficción: Relato de un náufrago (1971), La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile (1986), Noticia de un secuestro (1995).

Fuente de información: Wikipedia.

martes, 16 de abril de 2024

Dos claves herméticas en la poesía de Rubén Darío. A cien años de su muerte Por Jorge Castañeda. (2016).

Dos claves herméticas en la poesía de Rubén Darío. A cien años de su muerte. 

Por Jorge Castañeda. 

Sábado 16 de abril del 2016.

(Jorge Castañeda*) A pesar del paso del tiempo varios poemas del gran poeta nicaragüense Rubén Darío han perdurado.

La crítica especializada ha abordado en demasía varios aspectos de su obra literaria y ya casi está todo dicho sobre la vida y la trayectoria del padre del modernismo.

Algunos han escrito con notable acierto sobre los aspectos sociales en la poética del autor de Azul, que se desprende de un puñado de poemas donde se destaca, verbigracia, “La gran cosmópolis” y su imprecación “A Roosevelt”.

Otros han señalado la sinceridad de los poemas escritos hacia el final de su vida donde el poeta, ahíto de desengaños, se aferra a los verdaderos afectos como en el desgarrador poema a “Francisca Sánchez” y la búsqueda de su luz interior en “Melancolía”. Un Darío filosófico y pesimista también se adivina en las estrofas de “Lo fatal”, donde hasta es “dichosa la piedra dura porque esa ya no siente” y el vate reconoce que “no hay mayor dolor que el de una vida consciente”.

Tampoco es la intención de redundar en este breve escolio sobre los más conocidos y perdurables poemas del gran nicaragüense como la “Canción de otoño en primavera”, los “Motivos del lobo”, la “Sonatina” o las estrofas liminares de “Cantos de vida y esperanza” porque no solamente están en todas las antologías literarias sino que ya han sido incorporadas al legado cultural de los hispanoamericanos.

Hay también quienes advierten en Darío la innovación de las formas métricas, la renovación total de la poética del siglo pasado y en especial la musicalidad y la armonía tan característica que fue como un sello propio y distintivo de la poesía rubendariana.
Mi intención es abordar un aspecto casi desconocido como sería el conocimiento y la influencia en Rubén Darío en lo que podríamos llamar algunas claves herméticas o esotéricas, tan presentes en los poetas simbolistas, cuya obra seguro conocía y que luego florecerían en los artistas surrealistas.
El tema oriental de la transmigración de las almas, o sea de las sucesivas reencarnaciones, está presente en el poema “Metempsicosis” que vale la pena reproducir completo:

Yo fui un soldado que durmió en el lecho
De Cleopatra la reina. Su blancura
Y su mirada astral y omnipotente.
Eso fue todo.
¡Oh, mirada! ¡oh, blancura y oh, aquel lecho
En que estaba radiante la blancura!
¡Oh, la rosa marmórea omnipotente!
Eso fue todo.
Y crujió su espinazo por mi brazo;
Y yo, liberto, hice olvidar a Antonio
(¡Oh, el lecho y la mirada y la blancura!)
Eso fue todo.
Yo, Rufo Galo, fui soldado, y sangre
Tuve de Galia, y la imperial becerra
Me dio un minuto audaz de su capricho.
Eso fue todo.
¿Por qué en aquel espasmo las tenazas
De mis dedos de bronce no apretaron
El cuello de la blanca reina en broma?
Eso fue todo.
Yo fui llevado a Egipto. La cadena
Tuve al pescuezo. Fui comido un día
Por los perros. Mi nombre: Rufo Galo.
Eso fue todo.

¿Es Metempsicosis un simple poema o en sus versos declara el poeta recuerdos de sus vidas anteriores? ¿Fue Rubén Darío alguna vez Rufo Galo?

Otro poema altamente llamativo del genio de las letras hispanoamericanas que denota un conocimiento acabado de algunos temas velados es el poema a “Parsifal” donde alude a las leyendas artúricas y al derrotero del Santo Graal.

Violines de los ángeles divinos,
Sones de las sagradas catedrales,
Incensario en que arden nuestros males,
Sacrificio inmortal de ostras y vinos;
Túnica de los más cándidos linos,
Para cubrir a niños virginales,
Cáliz de oro, mágicos cristales,
Coros llenos de rezos y de trinos;
Bandera del cordero, azul y blanca,
Tallo de amor de donde el lino arranca,
Rosa sacra y sin par del Santo Graal:
¡Mirad que pasa el rubio caballero
Mirad que pasa, silencioso y fiero,
El loco luminoso: Parsifal.

Seguramente quedan otras claves en el tintero usadas por Rubén Darío en su poética para un estudio posterior. No podía ser de otra forma porque su mirada abarcó casi toda la ciencia y el conocimiento de su tiempo. A pesar de los años aún el poeta nicaragüense mantiene su vigencia y sus versos gozan de buena salud.
*Escritor – Valcheta.

Publicado en ADN Río Negro.

https://www.adnrionegro.com.ar/2016/04/dos-claves-hermeticas-en-la-poesia-de-ruben-dario-a-cien-anos-de-su-muerte/

A 108 años del fallecimiento de Rubén Dario.

Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, fue un poeta, escritor, periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española.

Nacimiento: 18 de enero de 1867, Ciudad Darío, Nicaragua.
Fallecimiento: 6 de febrero de 1916, León, Nicaragua.
Datos: Wikipedia.