sábado, 30 de abril de 2016

Romance de la pena negra de Federico García Lorca (Romancero gitano, 1928).


Las piquetas de los gallos 
cavan buscando la aurora, 
cuando por el monte oscuro 
baja Soledad Montoya. 
Cobre amarillo, su carne, 
huele a caballo y a sombra. 
Yunques ahumados sus pechos, 
gimen canciones redondas. 
Soledad: ¿por quién preguntas 
sin compaña y a estas horas? 
Pregunte por quien pregunte, 
dime: ¿a ti qué se te importa? 
Vengo a buscar lo que busco, 
mi alegría y mi persona. 
Soledad de mis pesares, 
caballo que se desboca, 
al fin encuentra la mar 
y se lo tragan las olas. 
No me recuerdes el mar, 
que la pena negra, brota 
en las tierras de aceituna 
bajo el rumor de las hojas. 
¡Soledad, qué pena tienes! 
¡Qué pena tan lastimosa! 
Lloras zumo de limón 
agrio de espera y de boca. 
¡Qué pena tan grande! Corro 
mi casa como una loca, 
mis dos trenzas por el suelo, 
de la cocina a la alcoba. 
¡Qué pena! Me estoy poniendo 
de azabache carne y ropa. 
¡Ay mis camisas de hilo! 
¡Ay mis muslos de amapola! 
Soledad: lava tu cuerpo 
con agua de las alondras, 
y deja tu corazón 
en paz, Soledad Montoya. 
Por abajo canta el río: 
volante de cielo y hojas. 
Con flores de calabaza, 
la nueva luz se corona. 
¡Oh pena de los gitanos! 
Pena limpia y siempre sola. 
¡Oh pena de cauce oculto 
y madrugada remota!

viernes, 29 de abril de 2016

Coplero de don Aledo Luis Meloni, fallecido en enero de 2016 a los 103 años de edad.

La copla llega de pronto,
semeja un golpe de sangre
y luego se va tan libre
que es de todos y de nadie.

Si al corazón de la copla
alguien acerca el oído,
no escuchará nada nuevo
sino su propio latido.

Coplero soy, alma adentro,
una manera de ser
aunque en la copla me encuentro
siempre me vuelvo a perder.

Coplero iluso que busca
dejar desnuda en la arena
por la suerte de una copla
la cicatriz de su huella.

.............................................

Llevo una copla en el alma
igual que un grillo nochero;
yo sé que es muy poca cosa
pero me basta con eso.

Para que lleve en el pulso
el calor que da la vida,
la copla como la sangre
ha de brotar de una herida.

No estoy yo solo en mi copla;
en su juego en su intención,
están todos los que sienten
lo mismo que siento yo.

Cuando se muera el coplero
no lo lloren por llorarlo,
que solo lo llore Dios
si es para resucitarlo.

Zumo de un mismo racimo,
sangre de una misma arteria,
la pena llora por dentro,
la copla canta por fuera.

El corazón de la viña
le da su sangre a la copla;
que solo se vuelve canto
si se hace vino en la boca.

Qué suerte la del coplero
si anclada como una boya,
en el río que lo lleva
queda la luz de su copla.

Cuando un coplero se muere
comienza a andar su memoria,
lo que la muerte le quita
se lo devuelve la copla.

jueves, 28 de abril de 2016

Canción de otoño en primavera de Rubén Darío.


    Juventud, divino tesoro,
    ¡Ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    Y a veces lloro sin querer...


    Plural ha sido la celeste
    Historia de mi corazón.
    Era una dulce niña, en este
    Mundo de duelo y aflicción.


    Miraba como el alba pura;
    Sonreía como una flor.
    Era su cabellera oscura
    Hecha de noche y de dolor.


    Yo era tímido como un niño.
    Ella, naturalmente, fue,
    Para mi amor hecho de armiño,
    Herodías y Salomé...


    Juventud, divino tesoro,
    ¡Ya te vas para no volver...!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    Y a veces lloro sin querer...


    Y más consoladora y más
    Halagadora y expresiva,
    La otra fue más sensitiva
    Cual no pensé encontrar jamás.


    Pues a su continua ternura
    Una pasión violenta unía.
    En un peplo de gasa pura
    Una bacante se envolvía...


    En sus brazos tomó mi ensueño
    Y lo arrulló como a un bebé...
    Y le mató, triste y pequeño,
    Falto de luz, falto de fe...


    Juventud, divino tesoro,
    ¡Te fuiste para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    Y a veces lloro sin querer...


    Otra juzgó que era mi boca
    El estuche de su pasión;
    Y que me roería, loca,
    Con sus dientes el corazón,


    Poniendo en un amor de exceso
    La mira de su voluntad,
    Mientras eran abrazo y beso
    Síntesis de la eternidad;


    Y de nuestra carne ligera
    Imaginar siempre un Edén,
    Sin pensar que la primavera
    Y la carne acaban también...


    Juventud, divino tesoro,
    ¡Ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    Y a veces lloro sin querer...


    ¡Y las demás! En tantos climas,
    En tantas tierras siempre son,
    Si no pretextos de mis rimas
    Fantasmas de mi corazón.


    En vano busqué a la princesa
    Que estaba triste de esperar.
    La vida es dura. Amarga y pesa.
    ¡Ya no hay princesa que cantar!


    Mas a pesar del tiempo terco,
    Mi sed de amor no tiene fin;
    Con el cabello gris, me acerco
    A los rosales del jardín...


    Juventud, divino tesoro,
    ¡Ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    Y a veces lloro sin querer...

    ¡Mas es mía el alba de oro!
    Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, 18 de enero de 1867-León, 6 de febrero de 1916).

miércoles, 27 de abril de 2016

Carta a Ud. Señora - José Ángel Buesa.


    Según dicen ya tiene usted otro amante.
    Lástima que la prisa nunca sea elegante.
    Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
    Se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.


    Y me parece injusto discutirle el derecho
    De compartir sus penas sus goces y su lecho
    Pero el amor señora cuando llega el olvido
    También tiene el derecho de un final distinguido.


    Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón
    Aunque sé que la herida no es en el corazón
    Y para perdonarme... Piense si hay más despecho
    Que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.


    Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
    Sin luto en una fiesta, puede ser una viuda.
    Pero no como tantas de un difunto señor
    Sino para ella sola, viuda de un gran amor.


    Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente
    Al menos al principio, ya no, naturalmente.


    Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
    Que según quién lo mire será hermoso o vulgar.
    Usted será la flor que según quién la corta,
    Es algo que no muere o algo que no importa.


    O acaso cierta noche de amor y de locura
    Yo vivía un ensueño y... y usted una aventura.
    Si... usted juró cien veces ser para siempre mía
    Yo besaba sus labios pero no lo creía.


    Usted sabe y perdóneme que en ese juramento
    Influye demasiado la dirección del viento.
    Por eso no me extraña que ya tenga otro amante
    A quien quizás le jure lo mismo en este instante.


    Y como usted señora ya aprendió a ser infiel
    A mí así de repente me da pena por él.


    Sí es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta
    Y yo en otra ventana me olvidé de su puerta
    O una tarde de lluvia se iluminó mi vida
    Mirándome en los ojos de una desconocida.


    Y también es posible que mi amor indolente
    Desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
    Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed
    Nunca pensaba en otra... si la besaba a usted.


    Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas
    Pero ni los rosales dan solamente rosas.
    Y no digo estas cosas por usted ni por mí
    Sino por... por los amores que terminan así.


    Pero vea señora... qué diferencia había
    Entre usted que lloraba... y yo que sonreía.
    Pues nuestro amor concluye con finales diversos
    Usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.

martes, 26 de abril de 2016

Verde, que te quiero verde de Federico García Lorca.

Verde, que te quiero verde 
de Federico García Lorca.


    Verde, que te quiero verde.
    Verde viento. Verdes ramas.
    El barco sobre la mar
    Y el caballo en la montaña.
    Con la sombra en la cintura
    Ella sueña en su baranda,
    Verde carne, pelo verde,
    Con ojos de fría plata.
    Verde que te quiero verde.


    Bajo la luna gitana,
    Las cosas la están mirando
    Y ella no puede mirarlas.


    Verde, que te quiero verde.
    Grandes estrellas de escarcha
    Vienen con el pez de sombra
    Que abre el camino del alba.
    La higuera frota su viento
    Con la lija de sus ramas,
    Y el monte, gato garduño,
    Eriza sus pitas agrias.
    Pero, ¿quién vendrá? ¿Y por dónde?
    Ella sigue en su baranda,
    Verde carne, pelo verde,
    Sonando en la mar amarga.


    -Compadre, quiero cambiar
    Mi caballo por su casa,
    Mi montaña por su espejo,
    Mi cuchillo por su manta.
    Compadre, vengo sangrando,
    Desde los puertos de Cabra.
    -Si yo pudiera, mocito,
    Este trato se cerraba.
    Pero yo ya no soy yo
    Ni mi casa es ya mi casa.
    -Compadre, quiero morir
    Decentemente en mi cama.
    De acero, si puede ser,
    Con las sábanas de Holanda.
    ¿No ves la herida que tengo
    Desde el pecho a la garganta?
    -Trescientas rosas morenas
    Lleva tu pechera blanca.
    Tu sangre rezuma y huele
    Alrededor de tu faja.
    Pero yo ya no soy yo,
    Ni mi casa es ya mi casa.
    -Dejadme subir al menos
    Hasta las altas barandas,
    ¡Dejadme subir!, dejadme,
    Hasta las verdes barandas.
    Barandales de la luna
    Por donde retumba el agua.


    Ya suben los dos compadres
    Hacia las altas barandas.
    Dejando un rastro de sangre.
    Dejando un rastro de lágrimas.
    Temblaban en los tejados
    Farolillos de hojalata.
    Mil panderos de cristal
    Herían la madrugada.


    Verde, que te quiero verde,
    Verde viento, verdes ramas.
    Los dos compadres subieron.
    El largo viento dejaba
    En la boca un raro gusto
    De hiel, de menta y de albahaca.
    -¡Compadre! ¿Dónde está, dime,
    Dónde está tu niña amarga?
    ¡Cuántas veces te esperó!
    ¡Cuántas veces te esperara,
    Cara fresca, negro pelo,
    En esta verde baranda!
    Sobre el rostro del aljibe
    Se mecía la gitana.


    Verde carne, pelo verde,
    Con ojos de fría plata.
    Un carámbano de luna
    La sostiene sobre el agua.
    La noche se puso íntima
    Como una pequeña plaza.
    Guardias civiles borrachos
    En la puerta golpeaban.
    Verde, que te quiero verde.
    Verde viento. Verdes ramas.
    El barco sobre la mar.
    Y el caballo en la montaña.

lunes, 25 de abril de 2016

Él, ella o ellos: ¿quién fue William Shakespeare?

LA VERDADERA IDENTIDAD DE WILLIAM SHAKESPEARE SIGUE SUSCITANDO TEORÍAS A 400 AÑOS DE SU MUERTE, QUE VAN DESDE EL RECONOCIMIENTO PLENO AL AUTOR Y DRAMATURGO ÚNICO QUE PUDO CONDENSAR EL ESPÍRITU DE UNA ÉPOCA Y SE VOLVIÓ UNIVERSAL, PASANDO POR EL ESCRITOR CON SEUDÓNIMO Y HASTA "UNA IDEA MÁS BIEN CAPITALISTA TARDÍA SOBRE LO CREATIVO", QUE APUESTA A LA EXISTENCIA DE UN POOL DE ESCRITORES CONFORMANDO UNA OBRA VASTA Y DIVERSA.


Si el poeta y dramaturgo más leído e interpretado de Occidente pudo no haber sido el modesto hijo de un comerciante venido a menos, criado en un hogar casi analfabeto de Statford upon Avon (allí nació en 1554) y con acceso a la corte de Isabel de Inglaterra es un debate que, por momentos, adquiere ribetes detectivescos.

"A esta altura del partido la persona Shakespeare no es importante, lo que importa es esa obra llamada Shakespeare -dice a Télam el dramaturgo Rubén Szuchmacher. El tema es relevante en cuanto a la historiografía, pero no en términos del teatro o la literatura: su obra es muy vasta y de muy diferente carácter. De pronto tiene una pureza lírica increíble, de pronto una chabacanería notable. Y eso es lo fantástico. La idea de que sean muchas personas sirve a quienes no toleran esa diversidad concentrada en un sólo individuo".

La idea del colectivo de autores fue alimentada por filmes como "Anonymous"; aunque esa teoría fue desestimada en libros como "Shakespeare más allá de toda duda", de los catedráticos Paul Edmondson y Stanley Wells, con datos históricos sobre la identidad del dramaturgo; y ampliada en investigaciones como las de la Universidad Oxford, donde se comprobó que obras como "Bien está lo que bien acaba" fueron escritas en colaboración, en este caso, junto a Thomas Middleton.

Sin embargo, cómo pudo un plebeyo criado en una familia casi analfabeta convertirse en el escritor más renombrado de la lengua inglesa, vincularse con la nobleza y poseer los conocimientos legales, históricos y matemáticos que muestran sus obras es la cuestión para quienes creen que Shakespeare podría haber sido un alias.

Esas especulaciones se apoyaron además en "los años perdidos" del poeta, entre 1580 y 1592, período sin documentación sobre su vida en el cual aparece vinculado a Christopher Marlowe, escritor famoso de la época que murió en 1593 en una pelea acusado de ateísmo, aunque versiones más fantasiosas aseguran que simuló su muerte en un duelo para escapar de sus acreedores y tomó a partir de ese año el nombre de Shakespeare.

El nombre de Amelia Bassano Lanier constituye quizá el devaneo más curioso de esta deconstrucción identitaria que ya lleva cuatro siglos: el inglés, varón y cristiano sería italiana, mujer y judía según el estudioso John Hudson, quien señala similitudes entre la obra de la poeta y la del creador de "Otelo", "Hamlet" y "Romeo y Julieta".

Para Szuchmacher, probablemente se piensan estas posibilidades "porque dentro de su misma obra hay gran diversidad, diferentes estilos, como si hubiera muchos autores, pero esto no le pasa sólo a Shakespeare, sino a muchos escritores que cuentan con una obra diversa". "Personalmente creo que existió un único Shakespeare, ya hay suficientes documentos acerca de eso, pero aunque no lo fuera, me gusta la idea de que en una misma persona hay aspectos tan divergentes", agrega el también actor, director de teatro, regisseur y docente argentino.

La idea del colectivo, en tanto, le parece que proviene "de creer que la gente es más parecida o una sola cosa, alguien hace esto, el otro hace lo otro y todos juntos hacen algo llamado Shakespeare". "La película 'Anonymous' me pareció fea, horrible y pretensiosa. Una intriga policial interesante, pero el problema es cuando empieza a aparecer como una hipótesis real sobre Shakespeare, cuando se empieza a tratar de no reconocer que un sujeto en algún momento de la historia pudo sintetizar muchas cosas".

"En ese sentido la casuística ha hecho del 23 de abril algo muy particular", asevera Szuchmacher. "Lo más probable es que no sea cierto, pero esto sí que no importa, porque está bueno que los dos grandes de la literatura inglesa y española, Shakespeare y Cervantes, hayan muerto el mismo día y por lo tanto se celebre algo".

domingo, 24 de abril de 2016

Shakespeare patagónico.Un genio bajo la mirada sureña por Alejandro Finzi

En "La tempestad", obra escrita por Shakespeare en 1611, Caliban, el salvaje, evoca a Setebos y vuelve a hacerlo hacia el final del texto. Setebos, el dios patagónico. La criatura a quien temían los tehuelches. Cuando ellos observan a esos maltrechos españoles de Magallanes que desembarcan en las playas santacruceñas creen que están frente al mismo demonio.
Casi concluyendo, en el acto IV, Próspero (que no es otro que el mismo dramaturgo) nos dice: "estos actores, estos espíritus se han disipado en el aire…." "estamos hechos de la materia de los sueños y nuestra breve existencia se acaba como un sueño". Shakespeare se está despidiendo. Ya puede regresar a Stratford, donde nació. Todavía hoy es un pueblo chico, uno hasta puede encontrarse por ahí con sus parientes: los cisnes, que nadan en el río Avon y que se pierden en el atardecer, por debajo de los puentes.
A los dieciocho años William se había ido, con las cacerolas de Ana, su mujer, volándole por la cabeza, buscando un mejor destino para su familia. Tal vez antes de llegar a Londres se haya detenido en Oxford para estudiar. Pero nada se sabe a ciencia cierta de aquellos años juveniles, antes que sus textos comenzaran a iluminar el cielo de Inglaterra. Conjeturas. Misterio. Uno lo puede imaginar, entre el público, viendo a Edward Alleyn, el actor, interpretar a uno de los grandes personajes de Christopher Marlowe, Tamerlán, y terminando, conmovido, por decidir su futuro.
Lo que aprendió Shakespeare para llegar a ser el más grande de los dramaturgos, lo descubrió en los arrabales, escuchando las historias del pueblo en sus inflexiones idiomáticas. Su gran verso, su descomunal fuerza lírica, reproduce el golpeteo rítmico del corazón de cada cual: así habla John Falstaff y también Miranda, Saturnino, Otello, Próspero, Ricardo III, el Rey Juan, el Rey Lear, Cordelia y sus hermanas, Oberon, Puck, Titania (estos tres últimos convocados por el maestro Alfredo Fidani en Bariloche, en 2014, junto a la banda que habita "Sueño de una noche de verano"). Así hablan Romeo y Julieta y Hamlet. Ellos nos dicen lo que por secreto y vergüenzas, callamos. ¿Qué recordamos? ¿Su muerte? Nos equivocamos: como también ocurre con Cervantes: sus personajes están vivos, son capaces de susurrarnos al oído lo que no nos atrevemos a confesar, son capaces de hacernos escuchar la voz de un dios de nuestra tierra sureña que recorre desde siempre nuestro paisaje.
Shakespeare fue muy ordenado para nacer y para morir, nació un 26 de abril y falleció un 23 del mes de la primavera. Eso sí, murió por glotón, como el rey Enrique VIII. Ese día comió demasiados arenques a la miel y no tuvo ningún reparo con la cerveza. Es que tenía nostalgia de los tiempos en que con sus compañeros trasladaba los pilares de cedro salvados del incendio de El Globo y se detenía a medio camino, en la Posada de las Brujas, para un ligero refrigerio.
Autor: Alejandro Finzi - Dramaturgo y docente de la UNC.
Publicado en el Diario "Río Negro", sábado 23 de abril de 2016.

sábado, 23 de abril de 2016

EL DINERO - EMILIO MENÉNDEZ BARRIOLA.

Áureo disco, sonoro, que embellece la vida,
sugestión rutilante del mundano vaivén;
al tintín armonioso de su danza atrevida
se trasforman hombres y doblegan la sien.

Su poder y virtudes colman toda medida,
pues trasmuta valores con egregio desdén;
es un dios arbitrario de conciencia torcida:
se da al Mal con argucias, con dolores al Bien.

Prodigioso amuleto, brinda locas mercedes;
va sembrando tragedias, cuelga pérfidas redes,
y con guiños aviesos rinde todo a su afán.

Todo, no..., pues hay cosas tan sutiles baluartes,
y jamás don Dinero logrará con sus artes
ni la lira de Apolo ni la flauta de Pan.

viernes, 22 de abril de 2016

Maestro Siruela por Néstor Tkaczek.

Hace ya algún tiempo en una de las columnas (escritas casi siempre bajo la amenaza de la guillotina del cierre de la edición) se deslizó el nombre de un personaje del refranero popular, el maestro Siruela. En mi caso y con la premura de entregar el escrito, y por deformación profesional, si se quiere, deslicé un maestro ciruela con la "c", que rápidamente fue advertido por algunos atentos lectores a quienes les prometí en algún momento hablar del personaje y del equívoco. Cumplo la promesa.
Existe un pequeño poblado en la provincia de Badajoz, llamado Siruela, término que al parecer proviene de la evolución de los antiguos Serreruela y Seruela. El nombre del pueblo ha servido entonces para dar apellido al célebre maestro o bien para indicar su lugar. No hay documentos que confirmen la existencia real de un maestro Siruela, es posible que el refrán haya mencionado al pueblo de Siruela para hacerlo rimar con la palabra escuela.
"Maestro Siruela que no sabe leer y puso escuela" dice una de las variantes del refrán popular que se aplica a todas aquellas personas que pretenden enseñar algo o sostener opiniones aparentemente versadas sobre un tema que en el fondo ignoran. Un versero, un chanta, diríamos hoy. Seguramente vos te habrás cruzado muchas veces con un/a maestro/a Siruela, personaje que se puede ver asiduamente en la multitud de panelistas de la televisión actual.
Pero para complicar las cosas hay otro dicho, aunque no tan popular, pero muy añejo en Castilla, que dice "Sabe más que el Maestro Ciruelo". Acá la significación es bien diferente. Elogiamos a alguien por la amplitud de sus conocimientos aunque también lo podemos utilizar de forma irónica. El dicho tiene su origen en la figura histórica de Pedro Ciruelo, el más importante matemático español del Renacimiento; pero como todo humanista que se precie, Ciruelo era un verdadero erudito en disciplinas tan dispares como filosofía, historia, música, teología y más. De allí su fama.
Así tenemos al Maestro Siruela y al Maestro Ciruelo, al parecer solo los separa una letra, pero en este caso entre la "S" y la "C" hay un abismo.
Publicado en el Diario "Río Negro", jueves 21 de abril de 2016.

jueves, 21 de abril de 2016

CUENTO CORTO DE CARLOS BASABE: " LA DEUDA SALDADA".

La crisis estaba haciendo estragos en España, la clase media y la clase baja viajaban en el mismo vehículo, muchas parejas se separaban porque el dinero separa también los afectos. En un pueblito de Andalucía, un matrimonio que llevaba casi 20 años de casados estaba atravesando una dura crisis económica, José había tenido un accidente de trabajo y como resultado final, terminó perdiendolo. La ayuda fue insuficiente y Marga trataba de aportar alguna entrada extra limpiando casas particulares, la pareja se fue resintiendo y José que quedó con una pequeña discapacidad aceptando que estaba en inferioridad de condiciones.
Marga tenía un carácter muy coloquial y despertaba algunas pasiones a sus 44 años entre los vecinos de aquel pueblo. Su marido seguía cada día buscando un empleo que no llegaba, en cambio el que llegaba puntualmente era el dueño de la vivienda alquilada por la pareja. Hacía 14 meses que no podían pagar la mensualidad que se iba acumulando y don Humedales aparecía con puntualidad Británica cada día 5 de mes a traer el recibo que terminaba encarpetando. Eran las 8 de la mañana de un lunes, cuando el casero llamó al timbre con el recibo en la mano, José y Marga guardaron silencio para que no los descubriera. ¡era cuestión de aguantar unos quince minutos de timbre y como cada mes Humedales daba por finalizada su visita rendido ante la respuesta negativa del matrimonio!, una y otra vez se repitió la llamada, adentro José y Marga trataban de aportar alguna idea de cómo afrontar aquella deuda.
José, luego de pensar una estrategia le dijo a su mujer, ¡ponte la bata roja y hazlo pasar!, luego le cuentas algo y verás que se va conforme!.
Marga se puso la bata y José se metió dentro de una especie de armario de dos hojas que hacía de despensa y que la crisis la mantenía vacía. La mujer entreabrió la puerta y con tono sorprendido le dijo al casero, ¡discúlpeme, pero no lo oía!, ¡pase!, ¡pase!. ¡Si no molesto!, replicó Humedales!, por favor pase adelante y tome asiento. El comedor estaba un poco revuelto por la cena de la noche anterior y Marga le dijo, ¡disculpe el desorden! Es que todavía no he repasado la casa!.
El casero la seguía con la mirada tratando de descubrir algo más de lo que le mostraba la bata. Un poco audaz, Marga le preguntó, ¿quiere una cervecita? ¡es lo único que tengo!, si no es molestia, replicó el casero, (tratando de estar el mayor tiempo posible) ¡por favor!, Usted se merece el cielo don Humedales! ¡muchas gracias y si no le importa puede llamarme Roberto, ese es mi nombre para los amigos!.
Empezaron a repasar lo mal que lo estaban pasando, Marga se había sentado frente a su casero y este estaba turbándose porque se encontró frente a una mujer que además de la falta de dinero, en algún momento le dejó caer que también estaba faltándole algo distinto que la repetición de la rutina diaria no le hacía llegar. ¡Usted es jóven!, le soltó el casero, en cambio yo ya he vivido mucho y mi mujer solo piensa en tratar de alcanzar un día más. Las confidencias las soportaba José desde el interior de la despensita, hasta que llegaron a contarse animosamente como habían sido de jóvenes.
Humedales estaba convencido que la conversación llevaba el rumbo que el deseaba. En un momento y armándose de coraje, giró la charla hacia los meses de alquiler que tenían retrasados y con cierto desparpajo le dijo; ¡tu sabes Marga que yo soy muy paciente y nunca les he reprochado la deuda, pero creo que esto se está yendo de las manos!. Marga tratando de distraer la conversación dejó que la bata le dejara ver al casero sus piernas blancas y suaves. José no perdía palabra desde su escondite, pero dejarse ver a esa altura de la charla era mostrarse ruin y farsante.
Marga le dijo que la bondad tenía recompensa en la vida y que seguramente en cualquier momento tendría la oportunidad de salir adelante y saldar esa deuda que la mortificaba. ¡Tu debes saber Marga, que en la vida hay veces que uno puede tomar decisiones heroicas para continuar el camino!. No es esta mi forma de actuar, y tu lo sabes bien, siempre te he respetado mucho!, pero hoy me siento distinto. ¡Tu puedes darme una alegría como hace muchos años no recibo, y yo puedo olvidarme de ese montón de recibos que se van acumulando!. Marga lo miraba asombrada y al mismo tiempo empezaba a admirar su coraje repentino. La escena estaba al completo, José mudo testigo de aquellas conversaciones apretó los dientes y esperó con paciencia que resultado tomaría el final, por un lado sintió una especie de rencor y ultraje contenido, mientras que por otro lado, ante la posibilidad de una salida forzada la propuesta le llegó a parecer no tan agresiva, también calculó el peso multiplicado de la deuda, y que si podía soportar ese primer embate, quizá con el tiempo lograría olvidarlo o justificarlo para ser solo un mal recuerdo. Humedales se paró, dejó un espacio para que Marga decidiera si tomaba la puerta de salida o la que lo llevaba al dormitorio matrimonial, ella sin decir nada, desanudó el cinturón de su bata y la dejó caer, se giró hacia la puerta del dormitorio y sin decir una sola palabra, el casero entendió que estaba aceptada su propuesta, la cara se le empezó a calentar viendo ese cuerpo turgente y armónico que caminaba lentamente hacia una cama de matrimonio. Desandaron el poquito trecho uno detrás del otro y José se colocó en posición fetal para llevarse las manos a la cara. Poco tardó Humedales para salir de la habitación, en sus manos jugaban un tocho de recibos arrugados que dejó sobre una esquina de la mesa, la puerta se cerró detrás del casero y adentro de la casa se abrió la puerta de la despensita que había escondido a José. Se miraron con cierto gesto de complicidad entendida y nunca más volvieron a mencionar aquella mañana que comenzó con el timbre de la puerta.

miércoles, 20 de abril de 2016

LA CIUDAD DE CAÍN - EMILIO SOSA LÓPEZ.

LA CIUDAD DE CAÍN.



Tanto es igual la sombra como el día, o el día enlutado, 
o el viento que gime en las esquinas o el lobo del hambre. 
¿Por qué odiar entonces al semejante, por qué temer 
sus máquinas infernales, domesticadas con botones 
y sexos, sus agrios tufos de pasiones a pila, 
si el hombre sólo ama la soledad de su dios y mata 
para estar solo y estar en paz consigo mismo 
y con su bestia? 
Dios vuelve por él a los altares con sigilo de tigre 
y allí se instala ante el silencio de su criatura degradada. 
¿Por qué odiar el crimen o el sacrificio 
a los altivos númenes de la destrucción, 
si dulce es la sangre para las estadísticas del miedo 
y es convincente el giro de la diaria proclama y 
todo está bien dentro del círculo 
y es terror el deleite del sol que flamea 
como estandarte del sagrado tirano? 
Los aplausos son ramas feraces en la viña del pueblo. 
¿A qué aguardar otra condenación 
si Dios es hombre para el hombre y bestia 
para la bestia humana 
y magia para la máquina de estado que gobierna sin límites? 
Porque otra cosa hubiese sido que muriese 
con la sangre de la primera víctima, 
pero el dios es eterno como el hombre 
y cuando mata es Dios el que mata por él y si se acopla 
es Dios quien baja a alimentarse de su propio rebaño. 
El tirano sonríe complacido 
ante la multitud del gran dios hecho hombre, 
y sonríe también 
ante la multitud de la bestia hecha hombre. 
Y el error nunca importa pues hay tiempo de sobra 
para rehacer el reino hasta el fin de la tierra. 
--Y aquí la duda, ya que no se concibe fin alguno 
para la gloria de lo que está hecho. 

martes, 19 de abril de 2016

RESERO - ERNESTO CASTANY.

Este oficio me vino con la vida
y aquí estoy entre guampas y mugidos:
pura paciencia, un nudo de silbidos
y en la soledad por siempre repetida.

Mi mundo es esta pampa repartida
entre leguas y pueblos parecidos:
un llegar, un contar de sucedidos,
y otra vez el adiós y la partida.

Y así, cara al invierno y al verano,
en lento viaje de un marchar conmigo
con polvo o barro mi destino aferro.

Y en este andar sin tregua por el llano,
la nostalgia me sigue como un perro
y es un caballo mi mejor amigo.
Ernesto Castany, periodista, ensayista y poeta autor de obras como “Milicia”, “Los cantos fraternales”, “Mario Bravo, poeta”, “El comandante Manuel Prado, vecino de Burzaco” y   “Miguel Diomede, el pintor del silencio”.