Como el herrero contra el yunque, día a día el duro material trabaja, tomo el metal oscuro de estos versos, la sonora hoja azul de estas palabras, las saco al rojo de mi lumbre, templo su hierro sumergiéndolo en el agua de mis ojos y busco una vez y otra conseguir un acero de esperanza.
Todos vosotros golpeáis conmigo en la misma materia cotidiana, sonáis en este yunque, o soy quien suena en vuestro golpear cada mañana, como el hierro común en que las manos de todos su seguro temple salvan, y mi voz es tan sólo como una mínima estrella que en el aire salta.
Pequeña estrella roja, breve esquirla de luz. Golpeo. Golpead. Un ascua puede encender, quiere encender. Su brillo sueño que sea una sonrisa humana; no llegará a ser rayo de alegría pero algo más será que inútil lágrima. Chispa menuda que del hierro oscuro nace de pronto estremecida y clara.
Nuestro metal batimos. Nuestro acero templamos. En la terca noche flagran como constelaciones diminutas, astros fugaces, luminosas patrias, siderales espumas que las olas de los sueños libertan y levantan desde el fondo del pecho, golpe a golpe del corazón, esa pequeña fragua.
Leopoldo Urrutia de Luis, más conocido como Leopoldo de Luis, nació en Córdoba (España) un 11 de mayo de 1918.
Fallece en Madrid (España) un 20 de noviembre de 2005 fue un poeta y crítico español.
Debería nombrar (debería intentarlo) el afán hasta hoy por ti dilapidado en perseguir amor, que quizá fuera tanto como el afán de huir, fatigado hasta el asco, de todas las trastiendas, repletas de fracasos, que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.
Debería acoger, dar lugar a unos labios que nombraran sin fe, sólo de cuándo en cuándo -por momentos, sinceros; por momentos, falsarios- diálogos de alcoba que pareciesen tangos (eso acaban por ser, o algo más triste acaso, siempre que en la distancia solemos evocarlos):
De esta vida tan sucia, de sus trabajos vanos, me consuela, mi amor, el fingir, fabulando, otra eterna contigo, cogidos de la mano. Y habría de alojar dictámenes sagrados, con los que, ya bebidos, tanto nos excitamos: De entre todas las perras que en la noche he tratado,
la más perra eres tú. Debería, malsano, contener esas citas de los domingos vastos, insulsas y festivas, amasadas de hartazgo, en que la vida toda se obstina en maltratarnos, con su aire de ramera experta en el contagio del odio hacia la vida, del tedio y del cansancio.
No podrían faltar los cuerpos del verano, cuando la adolescencia ardía por el tacto, en especial aquél de todo lo vedado. Ni habría de omitir el vicio solitario, por el amor perdido en inventar los rasgos del amor, que, entretanto, no dormía a tu lado.
Y en él habitarían con todo su sarcasmo -al fin y al cabo son tristes muertos de antaño, fragmentos de tu vida que salvas del naufragio- las cartas sin respuesta; yesos aniversarios, tiernamente ridículos después de celebrados, que dejan en el alma aroma a mal teatro.
Y los reproches mutuos, merecidos y agrios, dirigidos al centro del dolor, como un dardo con toda la miseria que acarrean los años. El placer del acoso, cuando el amor intacto, y cuando la ignorancia, ese bálsamo arcano, no señalaba límites al indudable ocaso.
El maldito poema tanto tiempo aplazado, y que no escribirás, porque el tema es ingrato, querría redimirte de todos tus letargos. Una voz que te daña diría murmurando: Del amor, amor mío, te quiero siempre esclavo, para que tus palabras no tengan que inventarlo.
Quien a ese poema de amor dilapidado incauto se atreviera, sin calcular el daño, amaría el amor, probablemente tanto como el afán de huir, fatigado hasta el asco, de todas las trastiendas, repletas de fracasos, que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.
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EL ORIGEN DEL MUNDO
A Felipe Benítez Reyes
No se trata tan sólo de una herida que supura deseo y que sosiega a aquellos que la lamen reverentes, o a los estremecidos que la tocan sin estremecimiento religioso, como una prospección de su costumbre, como una cotidiana tarea conyugal; o a los que se derrumban, consumidos, en su concavidad incandescente, después de haber saciado el hambre de la bestia, que exige su ración de carne cruda.
No consiste tan sólo en ese triángulo de pincelada negra entre los muslos, contra un fondo de tibia blancura que se ofrece. No es tan fácil tratar de reducirlo al único argumento que se esconde detrás de los trabajos amorosos y de las efusiones de la literatura.
El cuerpo no supone un artefacto de simple ingeniería corporal; también es la tarea del espíritu que se despliega sabio sobre el tiempo. El arca que contiene, memoriosa, la alquimia milenaria de la especie.
Así que los esclavos del deseo, aunque no lo sospechen, cuando lamen la herida más antigua, cuando palpan la rosa cicatriz de brillo acuático, o cuando se disuelven dentro de su hendidura, vuelven a pronunciar un sortilegio, un conjuro ancestral. Nos dirigimos sonámbulos con rumbo hacia la noche, viajamos otra vez a la semilla, para observar radiantes cómo crece la flor de carne abierta.
Por las noches, cara sucia de angelito con bluyín, vende rosas por las mesas del boliche de Bachín.
Si la luna brilla sobre la parrilla, come luna y pan de hollín.
Cada día en su tristeza que no quiere amanecer, lo madruga un seis de enero con la estrella del revés, y tres reyes gatos roban sus zapatos, uno izquierdo y el otro ¡también!
Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor. Baleáme con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín.
Cuando el sol pone a los pibes delantales de aprender, él aprende cuánto cero le quedaba por saber. Y a su madre mira, yira que te yira, pero no la quiere ver.
Cada aurora, en la basura, con un pan y un tallarín, se fabrica un barrilete para irse ¡y sigue aquí! Es un hombre extraño, niño de mil años, que por dentro le enreda el piolín.
Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor. Baleáme con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín.
El tango de Horacio Ferrer y Ástor Piazzolla retrató la historia de los pibes de la calle.
EL CHIQUILIN DE BACHIN
(Baleame con tres rosas).
Uno de los más bellos valls tangueros del dúo Astor Piazzolla y Horacio Ferrer es " Chiquilin de Bachin.
Esta es su Historia.
Un habitué de Bachin cuenta: “Chiquilín de Bachín” es un vals que nació más o menos allá por 1969 –no tengo muy presente la fecha exacta- y que debemos al genio musical de Astor Piazzolla y a la poesía de Horacio Ferrer. “Bachín” era el nombre de un restaurante que en ese entonces –ya no existe- estaba en el centro de Buenos Aires, en Rodríguez Peña entre Corrientes y Sarmiento. Allá íbamos a cenar casi todos los músicos y artistas de diferentes lugares al terminar nuestro trabajo, más o menos a la una, una y media de la madrugada. Como ocurre siempre, allá también entraban algunos vendedores ambulantes ofreciendo distintos artículos que vendían para poder vivir. A veces eran personas mayores, a veces eran chicos. Y entre todos ellos, había un “chiquilín” de unos ocho o nueve años, al que su mamá traía hasta la puerta.
Vendía flores para ayudar a su familia. Siempre que estábamos, él aparecía, así que ya lo conocíamos, formaba parte del lugar. A veces le hacíamos alguna pregunta; otras veces le dábamos alguna monedita de más para ayudarlo… en fin, le fue quedando el apode de “el chiquilín de Bachín”. “¡Ahí viene el chiquilín! ¿de dónde? ¡de Bachín!”. Hasta en los restaurantes vecinos lo llamaban así.
Una noche, cenando ahí mismo y en esos manteles de papel que había en Bachín, Horacio Ferrer empezó a esbozar la letra de la canción, a la que Astor Piazzolla enseguida le puso música. Y así nació ese tema tan especial que luego recorrería el mundo.
Conocí esa parte de la historia. Pero lo lindo para mí es que no terminó allí. Cerca de 1980 me encuentro con un muchacho que me saluda afectuosamente diciéndome… “Cacho, ¿se acuerda de mí? No creo que Ud. se acuerde! Ya estoy casado, tengo hijos, una linda familia…” Y para mi sorpresa, no era otro que aquél “Chiquilín de Bachín”. Recuerdo esta anécdota con cariño, ya que no sólo yo, sino todos los que estábamos en ese momento nos emocionamos al ver al “chiquilín” convertido en un hombre que había logrado salir adelante en la vida.
En 1969 “Chiquilín de Bachín” se grabó por partida doble, con el cantor Roberto Goyeneche y con la cantante Amelita Baltar (pareja de Astor). Cuenta Horacio Ferrer: Astor había compuesto algo que me hizo escuchar. “¿A vos qué te sugiere?”, le pregunté. “Una ronda de niños”, me dijo.
–¡Niños muy tristes! –Sí, yo encontré que era una música melancólica y recordé a ese chico que comía en el Bachín todas las noches.
–Pero ese niño era muy pobre. ¿Cómo comía en el Bachín?
–Yo lo invitaba. Nos hicimos muy amigos.
Se llama Pablo González. Ahora tiene 38 años.
Mucha gente pasa a menudo por uno de los Restaurantes-Parrilla mas emblematica de la zona centrica especificamente en la esquina de Montevideo y Sarmiento ..donde miles de turistas degustan con maximo placer nuestras carnes de exportacion sin detenerse tal vez en que en ese lugar se escribió uno de los tangos mas hermosos escirto nada menos que por Horacio Ferrer y con musica del inolvidable Astor Piazzolla..."CHIQUILIN DE BACHIN"..interpretados en algunos casos por Amelita Baltar y el Polaco Goyeneche.
He aqui su letra: (Se las regalo para que lo disfrutemos juntos)
"Por las noches, cara sucia
De angelito con blue jeen
Vende rosas por las mesas
Del boliche de Bachín.
Si la luna brilla
Sobre la parrilla,
Come luna y pan de hollín.
Cada día en su tristeza
Que no quiere amanecer,
Lo madruga un seis de enero
Con la estrella del revés,
Y tres reyes gatos
Roban sus zapatos,
Uno izquierdo y el otro también
Chiquilín,
Dame un ramo de voz,
Así salgo a vender
Mis vergüenzas en flor.
Baleáme con tres rosas
Que duelan a cuenta
Del hambre que no te entendí,
Chiquilín.
Cuando el sol pone a los pibes
Delantales de aprender,
Él aprende cuánto cero
Le quedaba por saber.
Y a su madre mira,
Yira que te yira,
Pero no la quiere ver.
Cada aurora, en la basura,
Con un pan y un tallarín,
Se fabrica un barrilete
Para irse y sigue aquí
Es un hombre extraño,
Niño de mil años,
Que por dentro le enreda el piolín.
Chiquilín,
Dame un ramo de voz,
Así salgo a vender
Mis vergüenzas en flor.
Baleáme con tres rosas
Que duelan a cuenta
Del hambre que no te entendí,
Chiquilín....de Bachin
Chiquilin....de Bachin”
Por Adri Bosch
Aportes y comentarios Diego Weinstein.
Historias
Perdidas y Encontradas de Bs.As y Argentina.
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El niño que vendía flores en Bachín se llamaba Pablo Alberto González y tenía en ese momento 11 años. En 1970 la revista Siete Días lo entrevistó:
-¿Siempre vendiste flores?
-Antes trabajaba abriendo y cerrando las puertas de los taxis, hasta que una amiga, hace como tres años, me dijo que vendiera flores, que ganaría más. Yo soy el único de mis hermanos que trabaja, porque ellos son demasiado chicos. Mi mamá también trabaja: hace la limpieza en algunos bares.
-Dónde vivís?
-En una pensión, en Charcas y Alem, tenemos una pieza grande.
-¿Sabías que Piazzolla y Ferrer te estaban haciendo una canción?
-Sí, porque la noche que los conocí en Bachín me dijeron que yo era un pibe simpático y que me harían un tango, pero tenía que seguir portándome bien. Después el tango lo estrenaron en mi casa. Esa noche ellos trajeron tortas y bebidas. Hicieron una fiesta muy grande, y mi mamá preparó y adornó toda la casa para cuando llegaran. Después lo tocaron en el teatro Regina y también allí nos invitaron. Esa noche canté varias canciones y el público me aplaudió mucho.
-¿Te gusta Chiquilín de Bachín?
-Me gusta mucho. La parte más linda es esa que dice: "Angelito cara sucia y vende flores en el boliche de Bachín, baleame con tres rosas el hambre que yo te entendí".
-¿Entendés lo que quiere decir?
-No, pero me gusta igual.
-¿Cuántas horas trabajás?¿Qué hacés con esa plata?¿Qué hacés cuando no estás trabajando o en la escuela?
-Trabajo de 12 de la noche a 6 de la mañana, y la plata que gano se la doy a mi mamá. No siempre me compran las rosas, pero cuando es una pareja yo les digo: "Che, negro, comprame un ramito para tu amada", y si se niega le digo a ella: "Y vos, preciosa, no me comprás?" Entonces, antes de pasar calor, el tipo saca la plata y me compra. A veces la gente me reconoce, me dice "Chau, chiquilín de Bachín". Cuando no trabajo juego al fútbol con mis amigos en la playa de estacionamiento que está en Charcas, casi al lado del puerto (Wikipedia).
“Chiquilín de Bachín” (1968), grabada por Amelita Baltar en noviembre de 1969 en un disco simple del sello CBS con otro tema innovador en los tangos argentinos como era “Balada para un loco” hoy son clásicos de la música argentina.