ROMANCE DE LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA.
A Juan Guerrero,
Cónsul general de la Poesía
Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.
¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas en conserva.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vió y no te recuerda?
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.
Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido,
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche
noche, que noche nochera.
La Virgen y San José
perdieron sus castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de alcaldesa,
de papel de chocolate
con los collares de almendras.
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna, soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.
¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus crenchas.
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.
La ciudad libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios,
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas,
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
juego de luna y arena.
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 5 de junio de 1898-camino de Víznar a Alfacar, Granada, 18 de agosto de 1936).
Misterios alrededor de Lorca.
La enorme figura del poeta y dramaturgo,
que ya había traspasado fronteras, y su rápida ejecución
han llenado de claroscuros un relato con demasiados narradores.
Por Virginia Hernández.
Federico García Lorca tenía 38 años cuando le mataron pero, transcurridos 75 años desde su asesinato, los misterios en torno a su fusilamiento podrían caber en varias vidas. La enorme figura del poeta y dramaturgo, que ya había traspasado fronteras, y su rápida ejecución han llenado de claroscuros un relato que ha tenido demasiados narradores. Tanto investigadores —el más conocido el hispanista Ian Gibson— como la multitud de testigos (y supuestos testigos) que mezclaron hechos ciertos con teorías y anécdotas con más de leyenda que de realidad.
Desenredar esa madeja es lo que se propuso Miguel Caballero, por cierto vecino de Fuentevaqueros: tratar de distinguir entre lo que ocurrió y la ficción creada alrededor para detallar los últimos momentos de la vida de Federico. Fruto de ello es el libro 'Las trece últimas horas en la vida de García Lorca', publicado por La Esfera de los Libros. Caballero tomó la obra del falangista Eduardo Molina Fajardo, el que fuera director del diario 'Patria', y trató de verificar de forma documental los cerca de 50 testimonios que él aportaba; muchos de ellos de conocedores de primera mano de la ejecución del escritor. Los legajos (expedientes de la Policía, la Guardia Civil o el Ministerio del Ejército, y periódicos de la zona) dan fiabilidad al menos a 10 de ellos. «Personas como el capitán Nestares (al cargo de la primera bandera de Falange en Granada), Martínez Bueso (subordinado de éste y testigo del fusilamiento) o Pedro Cuesta (custodió a Lorca) le iban dando datos en confianza a un camarada», explica este historiador, dedicado casi enteramente al autor de 'Poeta en Nueva York' y 'La casa de Bernarda Alba'.
Pero, ¿qué razones llevaron a esta muerte? Pues, según su investigación, fueron las rencillas familiares más que las ideologías; entre ellas esa casa siempre a oscuras en la que una madre sometía a autoridad férrea a sus cinco hijas: «Se demuestra la incidencia que tiene en la muerte de García Lorca la trama familiar. Van a detenerlo a casa de los Rosales tres personas: Ramón Ruiz Alonso (diputado de la CEDA y padre de Emma Penella y Terele Pávez), Federico Martín Lago (un maestro perteneciente a Falange), los dos con ganas de protagonismo, y Juan Luis Trescastros. Trescastros era familiar lejano del poeta y a la vez hombre de confianza de la familia Roldán, enemiga de los García Lorca», explica.
Los problemas con los Roldán y los Alba habían surgido a finales del siglo XIX, debido a la explotación de la remolacha azucarera en la Vega de Granada, un negocio con muchos intereses que comenzó al perder España las colonias de Cuba y Filipinas. «El padre de Lorca en esta época era muy mayor, había nacido en 1859. Así que van contra la joya de la familia, que también los ha agraviado con 'La casa de Bernarda Alba'. Está escrita en junio del 36 y supone una venganza literaria. Se une el odio al padre y al poeta. Realmente la obra es un falseamiento de la realidad, porque Bernarda Alba (que se llamaba como su personaje) no era la mujer déspota que él pinta. Y cuando baja del tren en Granada los cuchillos le esperan bien afilados».
El primer intento es en la huerta de San Vicente, donde tratan de prender al escritor. Allí irrumpen, el 9 de agosto (una semana antes de su detención), dos miembros de los Roldán (Miguel y Horacio). «Está documentado que dos días antes los hermanos se han reunido con el gobernador civil de Granada, Valdés Guzmán, en el pueblo de Asquerosa (actual Valderrubio), en lo que a todas luces fue una reunión para tratar de conseguir el plácet para molestar al escritor». El asunto hace que la familia de Lorca piense que el mejor lugar para protegerle es la casa de los hermanos Rosales. El escritor es amigo de Luis, también poeta, aunque varios años menor. «Pensaron que allí estaba seguro, los cinco hermanos eran falangistas y José, conocido como 'Pepiniqui', un puntal importante del partido en Granada. Nadie pensaba que alguien fuera tan osado de ir a la casa de 'Pepiniqui' a detener a García Lorca».
Pero lo fueron y, según los documentos de Caballero, el fusilamiento tuvo que ocurrir en la madrugada del 17 de agosto, sobre las cuatro, y no el día 19, la fecha oficial de la muerte: «Hay dos razones fundamentales. El día 18 el capitán Nestares fue destituido durante dos días de su mando, con lo que no pudo recibir a Lorca ese día. Después el hecho de que quien lo traslada, el teniente Martínez Fajardo, tuvo que salir el día 17 a las cinco de la mañana con una columna para la toma de un pueblo de Granada». Además, interesaba matarlo pronto. El padre de Lorca era rico, influyente y de derechas, y «dos o tres días después le hubieran sacado sin problema». Caballero pone nombre, además, a los seis que formaron el pelotón de fusilamiento: Mariano Ajenjo Moreno (el jefe), Antonio Benavides (perteneciente a los Alba y familiar lejano del escritor), Salvador Varo Leyva, Juan Jiménez Cascales, Fernando Correa Carrasco y Antonio Hernández Martín.
Junto a Lorca, otros tres reos: los anarquistas y banderilleros de la plaza granadina Francisco Galadí y Joaquín Arcoyas, y el profesor ateo Dióscoro Galindo. ¿Y dónde están los cadáveres? «Donde señaló Molina Fajardo con el testimonio de Nestares y su hijo. Éste le llevó al lugar donde se hizo la fotografía para su libro, y no donde Manolillo 'el Comunista' le dijo a Ian Gibson [lugar donde se trató de desenterrar la fosa en 2009]». Según su investigación, corroborada por el Colegio de Arqueólogos de Aragón, el lugar estaría a sólo 400 metros de donde se excavó, en una curva a la altura de un cortijo que se llamó 'Gazpacho' y fue rebautizado como 'Pepino'.
«El lugar está perfectamente delimitado y ahí no se han movido tierras: según el catrastro, ha sido una zona siempre de sierra, dedicada al pastoreo. Fue en esos pozos donde tiraron los cadáveres». ¿Y volverán las excavadoras a tratar de recuperar los restos del poeta? «A mí como investigador me gustaría que así fuera, pero la familia de Lorca se niega. Entiendo que legal y moralmente, ellos deben decidir». Y sus descendientes han dicho en varias ocasiones que prefieren que la fosa siga siendo su cementerio. Aunque, frente a ellos, los sucesores de Galindo y Galadí sí quieren recuperar los restos. El tiempo dirá si se desvelará el misterio. Uno más de la muerte de Lorca.
Año de publicación: 2011.