Desde la más remota antigüedad y en el marco de las creencias funerarias de casi todas las civilizaciones aparece la noción de catábasis entendida como el descenso a los infiernos y anábasis la salida de ese mundo. Lo hemos visto en mitos de diferentes culturas que tienen en común la idea de que no se puede volver de los infiernos, en ellos no hay lugar para la esperanza.
Sin embargo la literatura lo logra. Hay ilustres ejemplos a lo largo de su historia. En la “Odisea”, Ulises no encuentra el camino hacia su patria, la maga Circe le da las instrucciones para descender a los infiernos y buscar al adivino Tiresias, quien le dirá cómo volver a Ítaca. En su descenso, muerto de terror, Ulises no solo se encuentra con Tiresias, sino también describe la diversidad de almas que están en el Hades.
Sorprendido divisa a su madre Anclea quien le da noticias sobre su muerte, también ve una multitud de mujeres conocidas. Y en ese desfile de difuntos se encuentra con sus compañeros de ejército.
“Llegó después el alma de Aquiles y la de Patroclo, y la Antíloco y la de Ayax. Me reconoció Aquiles y me dijo aladas palabras: Odiseo rico en ardides, desdichado, ¿Cómo te has atrevido a descender a Hades, donde habitan los muertos, los que carecen de sentidos, los fantasmas de los mortales que han perecido?” Y el orgulloso Aquiles, que prefirió una vida corta pero llena de gloria, dice arrepentido: “No intentes consolarme de la muerte, noble Odiseo. Preferiría estar sobre la tierra y servir en casa de un hombre pobre, aunque no tuviera gran hacienda, que ser el soberano de todos los muertos”. Ulises logra salir del Hades transformado, es otro hombre ya que no sólo sabe de qué manera podrá volver a su casa sino también que tendrá una vida larga y morirá feliz lejos del mar.
Esta catábasis y anábasis de Ulises es el punto de partida de un tópico de larga tradición en la literatura.
Autor: Néstor Tkaczek.
Publicado en Diario "Río Negro", domingo 12 de abril del 2020.
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