Según el diccionario
Psique es un espejo con bisagras
para regular la inclinación.
Amor fue la visión suprema
contemplada por el Yo
en la profundidad de Psique
pero Amor como si fuese Ello
carece de imagen y presencia
no se ve en superficie
se siente en profundidad
la condición impuesta por Amor
para esa experiencia
es mejor no aconsejarla:
al que le toque, que aguante
y aproveche la Ocasión mayúscula
aparte esta excepción
el espejo es manejado por Ello
en fases de superficie
presenta rostros de Ellas
otros y dobles que reciben y trasmiten
reflejos de profundidad
comparten el intercambio y trasmisión
de esas imágenes en distintos grados
el Yo y el Otro.
Francisco Gandolfo nació en Hernando, provincia de Córdoba,
el 7 de septiembre de 1921. Su padre, Doménico Gandolfo, era piamontés y su
madre, Pascualina Storani, de Recanati.
Se conocieron en Italia pero se casaron en Tostado, norte de Santa Fe,
donde vivieron unos años antes de trasladarse a Hernando. Tuvieron seis hijos,
de los cuales Francisco fue el quinto. Doménico murió joven y todos los
hermanos Gandolfo tuvieron que salir a trabajar. Francisco empezó a los diez
años vendiendo diarios y pronto entró a una imprenta, donde aprendió el oficio
de lo que después fue su profesión. Cuando tenía 18, el dueño de la imprenta
donde trabajaba mudó la empresa a Leones, siempre en la provincia de Córdoba, y
allí también fue el joven Gandolfo. En esa ciudad conoció a Evelina Kern, que
unos años más tarde sería su mujer. En 1942 fue a hacer el servicio militar a
San Rafael, Mendoza. En esa especie de monasterio que es
la milicia, recordó
Gandolfo años más
tarde, comenzó a leer y a escribir de manera
sostenida y, como también entonces se puso de novio con Eve, vio duplicado su ímpetu poético que poco después encontró cauce en las formas fijas de la tradición española en las que lo instruyó Juan Solano Luis, un poeta de San Rafael. En seis meses, y a
razón de una reunión semanal, Solano Luis
introdujo a Gandolfo en la lectura de Garcilaso, Quevedo, Góngora, Antonio
Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Rubén Darío
y Leopoldo Lugones. Terminado el servicio militar, Gandolfo se fue a Río Tercero
a trabajar en la administración de la Fábrica Militar y después de un par de
meses, harto del trabajo, fue a probar suerte a Buenos Aires. Enterado de que
allí estaba Rafael Alberti, Gandolfo fue a verlo y le llevó dos sonetos. El
poeta español lo animó a que perseverase en el verso pero, más importante aun, le aconsejó la lectura de Pablo Neruda y César
Vallejo, que resultarían fundamentales en la conformación de la poética
gandolfiana. Como si con ese encuentro y esa valiosa recomendación ya hubiese encontrado lo que había ido a buscar a Buenos
Aires, al poco tiempo volvió a la provincia, a Río Tercero primero con un paso por Leones, donde se casó
con Eve y a San Rafael después. Pero sus poemas de esos años
todavía no reflejan el impacto de la novedad de
la vanguardia, y Libro de poesías, firmado en San Rafael en 1947, y que aún
permanece inédito, es casi un catálogo de las formas y asuntos aprendidos en el
taller de
Solano Luis. Al poco tiempo, en diciembre de 1948, la familia Gandolfo ya había nacido Elvio, el hijo mayor se
mudó a Rosario. Francisco entró a trabajar en la imprenta de los hermanos Siragusa, en Alvear
y Brown. Recién en 1960 accedió a una máquina propia, que le permitió independizarse. A fines de 1963, con seis hijos Elvio, Ema, Sergio, Carlos, Mario y María se instaló en Ocampo
1812 y fundó la imprenta La Familia, todavía situada en el mismo lugar, y atendida por su hijo Carlos. De
esos años es Fonemas, un libro inédito firmado en 1965, con el que obtuvo una mención en el Premio Municipal de Literatura Legado Manuel Musto. En
1968, junto con Elvio, con quien compartía el trabajo en la imprenta y extensas
jornadas de lectura y discusión literaria, comenzaron a publicar el lagrimal
trifurca, una de las revistas de poesía más importantes que se editaron en la
Argentina (salió hasta 1976) y en cuya redacción estuvieron también Hugo Diz,
Eduardo DAnna, Samuel Wolpin y Juan Carlos Martini
y que promovió un tipo de poesía coloquial, antipoética,
narrativa y humorística de la que el primer libro
de Gandolfo, Mitos, de ese mismo año, es una especie de avanzada. Pero este
libro guarda todavía elementos arcaicos, marcas del extenso período de
aprendizaje del autor; recién en sus dos libros siguientes, El sicópata y
Poemas joviales, de 1974 y 1977 respectivamente, dio con su nota más personal y
característica, inconfundible aun entre la de sus compañeros de "El
lagrimal", todos por lo menos veinte años más jóvenes que él. En su
conjunto, esos tres primeros libros reunidos en
esta edición bajo el subtítulo del segundo:
Versos para despejar la mente conforman
un bloque nítido, no solo por el lenguaje y
su prosodia sino también por sus asuntos, que reverberan
en su libro siguiente, El sueño de los
pronombres, de 1980. Otra zona de su obra poética, más conceptual y filosófica,
se agrupa en Plenitud del Mito, de 1982, Presencia del secreto, de 1987, y Las
cartas y el espía, de 1992. Mientras que un tercer bloque, compuesto por El
búho encantado (Interzona, Buenos Aires, 2005), los aún inéditos El enigma,
Invitación al verso y Versos de un jubilado (Ivan Rosado, Rosario, 2013)
parecen ser una síntesis de ambos, en tanto retoman el estilo humorístico de
los libros de los años 70 y decantan las preocupaciones filosóficas de los 80.
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