lunes, 15 de abril de 2024

Un poema de César Vallejo: PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA y otros poemas.




PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA.

Me moriré en París con aguacero, 
un día del cual tengo ya el recuerdo. 
Me moriré en París —y no me corro— 
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso 
estos versos, los húmeros me he puesto 
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, 
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban 
todos sin que él les haga nada; 
le daban duro con un palo y duro


también con una soga; son testigos 
los días jueves y los huesos húmeros, 
la soledad, la lluvia, los caminos...

Capitulación.

Anoche, unos abriles granas capitularon
ante mis mayos desarmados de juventud;
los marfiles histéricos de su beso me hallaron
muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron
una tarde amaranto que dije un canto a sus
cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron
las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres
sus velas cremas que iban al tope en las salobres
espumas de un mar muerto. Vencedora y vencida,

se quedó pensativa y ojerosa y granate.
Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,
de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.

Ausente.

Ausente!  La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos, al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.

Ausente!  La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.

Se habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras laceradas.

Ausente!  Y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar entre un llorar de bronces
una jauría de remordimientos!

Reseña biográfica.
César Abraham Vallejo Mendoza  nacido en Santiago de Chuco (Perú) el 16 de marzo de 1892.
Su apariencia mestiza se debió a que sus abuelas fueron indígenas y sus abuelos gallegos, uno de ellos fue el sacerdote mercedario José Rufo Vallejo, quien yace en las catacumbas de la iglesia del pueblo de Pallasca en Áncash.
Está considerado como una de las grandes figuras de la poesía hispana dentro del movimiento de vanguardia latinoamericana; uno de los mayores innovadores de la poesía del siglo XX.
Publicó en Lima sus primeros poemarios: “Los heraldos negros” (1918).
En 1920 fue acusado injustamente y encarcelado durante más de dos meses, época en la cual escribió parte de su obra "Trilce", obra que significa ya la creación de un lenguaje poético muy personal, coincidiendo con la irrupción del vanguardismo a nivel mundial.
Para escapar a las persecuciones de que fue víctima en el Perú, se marchó a Europa trabó amistad con grandes intelectuales de la época, como  Tristan Tzara, Louis Aragon, el pintor Juan Gris y Vicente Huidobro, entre otros.
Hasta su muerte residió en París (Francia), con algunas breves estancias en la capital de España: Madrid y en otras ciudades europeas en las que estuvo de paso. Vivió del periodismo, complementado con trabajos de traducción y docencia.
Escribió libros en prosa como la novela proletaria o indigenista “El tungsteno” (Madrid, 1931) y el libro de crónicas Rusia en 1931 (Madrid, 1931 y “Paco Yunque”, que saldría a luz años después de su muerte.

Después de una vida de estrecheces económicas y tras una larga enfermedad, murió en Paris el 15 de abril del 1938.

Y si después de tantas palabras.

¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!
¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da…!
¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!
Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena…
Entonces… ¡Claro!… Entonces… ¡ni palabra!

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