Se recostó contra la pared del
almacén, la Rubia no tardaría en llegar, ella había dicho a las ocho y era una
mina cumplidora. Encendió un cigarrillo. Una niebla densa surgió de pronto,
cubrió la calle y los ojos se le fueron cerrando, sus miembros se vistieron
con un cansancio tan viejo como el mundo. Le pareció escuchar un zumbido, no
eran voces ni ruidos vivientes, quedó expectante, por las dudas tanteó la faca
que llevaba en la cintura. Le costaba mantener los ojos abiertos, el faso fue
una linterna ínfima en la oscuridad.
La rubia no llegaba. Sin darse
cuenta, fue resbalando hasta quedar sentado en la vereda. Las ganas de atorrar
lo vencieron.
Un bocinazo lo despertó. Un auto
rápido pasó por la calle levantando las hojas y dejando una estela de luz.
Sobresaltado se puso de pie. Descubrió un barrio diferente.
¿Qué había sucedido?
Su reloj de bolsillo marcaba las
ocho, ya había oscurecido y la fulana no llegaba, ya le iba a batir unas
cuantas cuando la tuviera enfrente.
Se cansó de esperar. Caminó hacia la
estación de Belgrano, a cada paso una nueva sorpresa lo abrumaba. El barrio
era otro, por más vueltas que le diera, se miró en una vidriera, él era el
mismo, el traje marrón, lengue al cuello y la misma trucha fiera.
Al cruzar la avenida, las luces de
los automóviles lo encandilaron. Un grupo de muchachos lo observó al pasar.
Uno de ellos murmuró algo y los demás rieron a carcajadas. Se dio vuelta para
mirarlos, seguían riéndose.
—¡Otarios! —les
gritó.
Ellos siguieron sin darle
importancia.
¿Y la Rubia?
Decidió ir a buscarla. Dobló por la
calle Moldes, de nuevo la bruma le nubló la
visión.
Silbó bajito, para espantar la
incertidumbre que le subía por el garguero y lo estremecía, junaba a un lado y
a otro buscando alguna cara amiga… nada. Sólo lo acompañaban el silencio y la
luz de la calle que se asomaba entre la copa de los árboles, como espadas
hiriendo las sombras.
Hacía resonar sus pasos en la
vereda, para sentirse seguro
Las casas se veían raras, muchos
edificios altos que no reconocía. ¿Estaría soñando?
No encontró la casa de inquilinato
donde vivía la rubia. ¿Dónde mierda estoy, qué barrio es éste? No es mi
arrabal, ni mis calles, ni las casas son las mismas.
¿Estaré volviéndome loco?
Pensó embucharse una ginebra y
enfiló para el bar del Chino Baigorria. Lo encontró en el mismo lugar, observó
bien… era diferente, con mesas y sillas en la vereda, lucía una elegancia que
lo dejó pasmado. No se animó a entrar, quedó quieto con las manos en los
bolsillos y el pucho apenas sostenido entre los
labios.
Se le acercó un viejo, ofreciéndole
un billete de lotería. Terminaba en 25, su número, rebuscó en la billetera;
estaba pelado, ni una chirola.
—Por favor, permítame —le dijo al
viejo, tiro el pucho y agarró el billete.
Leyó; juega el 29 de diciembre del
2012.
—¿2012? –preguntó al
vendedor.
El viejo pensó que lo estaba
cargando, le arrancó el billete de las manos y se fue.
—¿Cómo 2012? —volvió a preguntar.
El viejo no respondió y siguió
andando.
Estoy seguro de que estoy en el 39,
se dijo, hace seis que hice la colimba. Se desplomó en una de las sillas del
bar, con la mirada perdida, y la boca abierta a la
nada.
Un tortazo en plena cara lo volvió a
la realidad.
—¿Qué te pasa navo?
Era la voz de la fulana. La miró a
través de una niebla gris. No lograba moverse ni salir del entumecimiento de
sus piernas. Ella lo zamarreó.
—¡Te mamaste! —la voz sonó dura, con
rabia.
—No —la miró fijo como si la
descubriera por primera vez— mientras te esperaba, algo sucedió. Vi todo
cambiado, automóviles rápidos, edificios altos, avenidas muy iluminadas. Era el
barrio, pero era diferente y un jovato me quiso vender un billete de lotería que
se jugaba en el 2012.
—No me digas… ¿Con cuántas ginebras
te piantaste al futuro?
No le respondió. Quiso explicarle,
pero la cara de bronca de la Rubia y sus insultos lo desarmaron. Vio cruzar al
viejo con los billetes de lotería, quiso llamarlo, pero antes de que pudiera
hablar, él se desvaneció en la noche. Iba a chamuyarle la historia a la rubia,
pero, ¿para qué? mejor se callaba la boca, cómo le iba a explicar, si él
mismo no lo entendía…
Palabras en
lunfardo: Faca: cuchillo, Faso:
cigarrillo, Atorrar: dormir, Chirola: moneda, Colimba: servicio
militar, Jovato: viejo, Piantaste: irse, Chamuyarle:
contar, Fulana y mina: mujer.
CUENTOS Y POESIAS.
2 comentarios:
Bello, FELICES FIESTAS
Gracias Guillermo. Me fui el fin de semana entre las sombras del barrio y hoy he regresado. Gracias por tu generosidad.
¡¡¡Feliz Año 2013!!!
mariarosa
Publicar un comentario