sábado, 10 de marzo de 2018

Poema LA PROFECÍA de Rafael de León.

Versión Modificada
Me lo contaron ayer,
las lenguas de doble filo,
que te casaste hace un mes…
Y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera, en mi caso,
se hubiera echado a llorar;
yo, cruzándome de brazos,
dije que me daba igual.
Nada de pegarme un tiro,
ni de enredarme a maldiciones,
ni de apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.
¿Que te has casado? ¡Buena suerte!
Vive cien años contenta
y a la hora de la muerte
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi madre
que no te guardo rencor.
Porque sin ser tu marido
ni tu novio, ni tu amante,
soy el que más te ha querido:
y con, ¡¡con eso tengo bastante!!
Y haciendo un poco de historia nos volveremos a atras
Para recordar las glorias de mis dias de chaval
¿Qué tiene el niño, Manuela?
que anda como trastornado;
le noto cara de pena
y el colorcillo quebrado.
Ya no juega a la pelota,
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose por el nido.
¿No te parece a ti extraño?
¿No es cosa muy rara
que un chaval de doce años
tenga tan triste la cara?
Mira que soy perro viejo,
y andas demasiado tranquila.
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigila, mujer, vigila…
Y fueron dos centinelas
los ojillos de mi madre.
Cuando sale de la escuela
se va pa los olivares.
¿Y qué es lo que busca allí?
Una niña,
tendrá el mismo tiempo que él.
José Manuel, no le riñas,
que está aprendiendo a querer.
Mi padre encendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
y te compró unos zarcillos,
y a mí, a mi un pantalón de hombre.
Yo no te dije te adoro,
pero amarré a tu balcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión.
Y tú, fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
la cinta color de rosa
que engalanaba tu trenza.
Voy a misa con mis primos.
Bueno; te veré en la ermita.
¡Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita!
De vuelta, en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
dice mi tíita Rosario
que la cigüeña es sagrada…
Y el colorín y la fuente,
y el rocío, y el bronce
de esta campana y el
romero de los montes,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río.
Y aquella cinta lejana
que llamea en el horizonte.
¡Todo es sagrado! cielo y tierra,
porque todo lo hizo Dios.
¿Qué te gusta más?
Tu pelo.
¡Qué bonito le salió!
y tus manos redonditas,
y tus pies, fingiendo el paso
de las palomas zuritas.
Con la pureza del copo
de nieve te comparé.
Te revestí de piropos
de la cabeza a los pies.
Te hice un ramo
de pitiminí precioso,
y luego nos retratamos
en las agüitas del pozo.
¿En qué piensas?
En darte un beso.
Y sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos en la ventana.
shh calla!mi hermanillo está en la cuna;
le estoy cantando la nana.
Y mientras tú le cantabas,
yo inocente, pensé
que la nana nos casaba
como marido y mujer.
¡Pamplinas, figuraciones
que inventan los chavales!
Después la vida se impone:
tanto tienes, tanto vales…
Por eso yo, al enterarme
que llevas un mes casáda,
no dije que iba a matarme
sino… ¡que me daba igual!
Mas, como es rico tu dueño,
te vendo esta profecía;
tú, cada noche, en tus sueños,
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde
que tu boca me besó
y te llamarás ¡cobarde!
como te lo llamo yo.
Y verás, sueña, que sueña,
que me morí siendo chico
que se llevó una cigüeña
mi corazón en el pico…
Pensarás: No es cierto nada;
yo sé que lo estoy soñando.
Pero allá a la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marído
ni tu novio, ni tu amante,
sino… ¡el que más te ha querído!
y con eso..¡¡Con eso tengo bastante!!
por lo demas, todo se olvida,
veras como dios te envia
un hijo como una estrella,
avisamelo enseguida,
me servira de alegria
cantarle la nana aquella!!
Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi madre no quiere
ni yo tampoco.
Pensarás: No es cierto nada;
yo sé que lo estoy soñando.
Pero allá, pero allá en la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marído,
ni tu novio, ni tu amante,
sino… ¡el que más te ha querído!
y con eso..¡¡Con eso tengo bastante!!

Versión Original
«Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez séntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.
¡Ay! qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande.
¡Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!»
¿A dónde vas tan deprisa
sin desirme ni ¡con Dió!?
Me puedes mirá de frente,
que estoy enterao de tó.
Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hase un mé
y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
yo, crusándome de brasos
dije que me daba iguá.
Y ná de pegarme un tiro
ni liarme a mardisiones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus barcones.
¿Que t’has casao? ¡Buena suerte!
Vive sien años contenta
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si al pie de los artares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo fui quien más t’ha querío,
con eso tengo bastante.
* * *
—¿Qué tiene er niño, Malena?
Anda como trastornao,
tié la carilla de pena
y el colorsillo quebrao.
Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destrosa la ropa
subiéndose a coger níos.
¿No te parese a ti extraño,
no ves una cosa rara
que un chaval de dose años
lleve tan triste la cara?
Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila.
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigilia, mujé, ¡vigila!
Y fueron dos sentinela
los ojitos de mi mare.
—Cuando sale de la escuela
se va pa los olivare.
—Y ¿qué busca allí? —Una niña,
tendrá el mismo tiempo que él.
José Migué, no le riñas,
que está empesando a queré.
Mi pare ensendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
te regaló unos sarsillos
y a mí un pantalón de hombre.
Yo no te dije «te adoro»
pero amarré en tu barcón
mi laso de seda y oro
de primera comunión.
Y tú, fina y orgullosa,
me ofresiste en recompensa
dos sintas color de rosa
que engalanaban tus trensas.
—Voy a misa con mis primos.
—Bueno, te veré en la hermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Mas luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
—Dise mi tita Rosario
que la sigüeña es sagrá,
y el colorín, y la fuente,
y las flores, y el rosío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río;
y el bronse de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquella línea lejana
que la llaman… ¡horisonte!
¡Todo es sagrao: tierra y sielo
porque así lo quiso Dió!
¿Qué te gusta más? —Tu pelo.
¡Qué bonito me salió!
—Pues, ¿y tu boca, y tus brasos,
y tus manos reonditas,
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas suritas?
Con la puresa de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabesa a los pié.
A la vuerta te hise un ramo
de pitiminí,presioso
y a luego nos retratamos
en las agüitas de un poso.
Y hablando de estas pamplinas
que inventan las criaturas,
llegamos hasta tu esquina
cogíos por la sintura.
Yo te pregunté: —¿En qué piensas?
Tú dijiste: —En darte un beso.
Y yo sentí una vergüensa
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
—¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna,
le estoy cantando la nana.
«Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco».
Y mientras que tú cantabas
yo, inosente me pensé
que nos casaba la luna
como a marío y mujé.
¡Pamplinas! ¡Figurasiones
que se inventan los chavales!
Después la vida se impone:
tanto tienes, tanto vales;
por eso, yo al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba iguá.
Mas como es rico tu dueño,
te vendo esta profesía:
tú, por la noche, entre sueños
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde
que mi boca te besó
y te llamarás «¡cobarde!»
como te lo llamo yo.
Y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico
y se llevó la sigüeña
mi corasón en su pico.
Pensarás: «no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando»;
pero allá en la madrugá
te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío.
Con eso tengo bastante.
Por lo demás, tó se orvía.
Verás cómo Dios te manda
un hijo como una estrella;
avísame de seguía,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:
«Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco».
Pensarás: «no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando».
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando.
Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo soy… quien más t’ha querío…
¡Con eso tengo bastante!

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1 comentario:

mariarosa dijo...


Que lindo volver a leerlo, gracias Guillermo.

mariarosa