Hombres necios que acusáis 
a la mujer sin razón, 
sin ver que sois la ocasión 
de lo mismo que culpáis:
    si con ansia sin
igual 
solicitáis su desdén, 
¿por qué queréis que obren bien 
si la incitáis al mal?
    Combatís su
resistencia 
y luego, con gravedad, 
decís que fue liviandad 
lo que hizo la diligencia.
    Parecer quiere el
denuedo 
de vuestro parecer loco,
el niño que pone el coco 
y luego le tiene miedo.
    Queréis, con
presunción necia, 
hallar a la que buscáis, 
para pretendida, Thais, 
y en la posesión, Lucrecia.
    ¿Qué humor puede
ser más raro 
que el que, falto de consejo, 
él mismo empaña el espejo, 
y siente que no esté claro?
    Con el favor y el
desdén 
tenéis condición igual, 
quejándoos, si os tratan mal, 
burlándoos, si os quieren bien.
    Opinión, ninguna
gana;
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana. 
    Siempre tan necios
andáis 
que, con desigual nivel, 
a una culpáis por cruel 
y a otra por fácil culpáis.
    ¿Pues cómo ha de
estar templada 
la que vuestro amor pretende, 
si la que es ingrata, ofende, 
y la que es fácil, enfada?
    Mas, entre el
enfado y pena 
que vuestro gusto refiere, 
bien haya la que no os quiere, 
y quejaos en hora buena.
    Dan vuestras
amantes penas 
a sus libertades alas, 
y después de hacerlas malas,
las queréis hallar muy buenas.
    ¿Cuál mayor culpa
ha tenido 
en una pasión errada: 
la que cae de rogada, 
o el que ruega de caído?
    ¿O cuál es más de
culpar, 
aunque cualquiera mal haga: 
la que peca por la paga, 
o el que paga por pecar?
    Pues ¿para qué os
espantáis 
de la culpa que tenéis? 
Queredlas cual las hacéis 
o hacedlas cual las buscáis.
    Dejad de
solicitar, 
y después, con más razón, 
acusaréis la afición 
de la que os fuere a rogar.
    Bien con muchas
armas fundo 
que lidia vuestra arrogancia, 
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Sor Juana Inés de la Cruz nació en la hacienda de San Miguel Nepantla, Estado de México, el 12 de noviembre de 1648. Su nombre, antes de tomar el hábito, fue Juana de Asbaje y Ramírez ya que fue hija natural de la criolla Isabel Ramírez de Santillana y el vizcaíno Pedro Manuel de Asbaje.
Sor Juana leyó mucho durante toda su vida tanto autores clásicos romanos y griegos como españoles. La poesía del Barroco alcanzó con ella su momento culminante.
No soy yo la que pensáis,
sino es que allá me habéis dado/
otro ser en vuestras plumas
y otro aliento en vuestros labios.
Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia de cólera que asoló México en el año 1695.