El vértice del aire y del gusano
con su guerra de penumbra y de sol es el Hombre.
Como el almendro herido de amanecer y lluvia,
como el cereal latido de las parvas.
Para sus lupanares ácidos el gusano,
para su troje opaca, trabaja sordamente
en la estirpe de cal de nuestros sueños,
guardián anticipado, topo de nuestro nombre.
Pero el aire en sus altas moradas transparentes
baja desde las cumbres como un corzo de luna,
con sus iluminadas caracolas de nieve,
a llevarse en sus ágiles danzas el halo antiguo
de nuestra incorruptible y heredada hermosura.
Si el gusano defiende sus estratos de hueso,
su cuévano de escorias,
remolcará en los aires el aire mi vigilia,
mi soledad, mi lumbre, mi nostalgia de cielo,
sobre un tornasolado sostén de mariposas,
sobre la voz ondeante del almendro y del trigo,
sobre el inaugurado resplandor de la harina
que amanece en los labios del hombre cuando apenas
la tierra es ya un distante torbellino de larvas...
Sobre la subterránea senectud del gusano
forja su anillo de oro, tiende su voz el aire.
Y así, cuando a la verde colina de la infancia,
mirando al cielo trémulos como el agua dormida,
retornan nuestros ojos a quedarse en silencio,
el aire es ya una escala que remonta la ardiente
Ciudadela de Dios.
Augusto Roa Bastos nacido en Asunción, Paraguay el 13 de junio de 1917.
Es considerado como el escritor más importante de su país y uno de los más destacados en la literatura latinoamericana.
Su infancia transcurre en Iturbe -pequeño pueblo
culturalmente guaraní-, escenario y objeto referencial casi constante de su
mundo novelístico.
En 1945 pasó un año en Inglaterra invitado por el British
Council y como corresponsal de guerra de El País; allí entrevistó al general De
Gaulle; de allí pasó a Francia y asistió como periodista a los juicios de
Núremberg en Alemania.
En 1947 tuvo que abandonar Asunción, amenazado por la
represión que el gobierno desataba contra los derrotados en un intento de golpe
de estado, y se estableció en Buenos Aires, Argentina empleándose en una
compañía de seguros; allí publicó la mayor parte de su obra.
El reconocimiento internacional le llegaría en 1974 con la
publicación de Yo el Supremo, una vasta y ambiciosa novela considerada una obra
cumbre de la literatura en español. Producto de siete años de trabajo e
investigaciones, es un complejo retrato de José Gaspar Rodríguez de Francia,
Dictador Perpetuo que gobernó el Paraguay entre 1814 y 1840.
En 1996 puso fin a su exilio de cuarenta años y regresó a
Asunción, en donde fijó su residencia. En marzo de 1997 recibió la Orden de la
Legión de Honorde Francia.
Ganó el Premio Cervantes en 1989 y sus obras han sido
traducidas a, por lo menos, veinticinco idiomas.
Augusto Roa Bastos falleció en la misma ciudad en la que
nació, el 26 de abril de 2005, a los 87 años de edad.
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