Piensa en Sísifo y en el mito. Ese es un buen resumen para su vida, se dice. Siempre acarreando esa enorme piedra montaña arriba para dejarla caer al valle y vuelta a empezar. Esa misma piedra que ya siendo una adolescente le tocó empujar para subsistir después de que la fortuna familiar se extinguiera como la espuma de este mar que ronca sobre la arena. Le llegan imágenes de Rosario, del magisterio, de su amor por la enseñanza y sobre todo de las letras, de la poesía que comenzó a escribir allá en San Juan, cuando era una niña apenas.
En eso piensa Alfonsina esta madrugada inclemente de octubre y también en el amor, ese que se fue rápido y le dejó a Alejandro y el escarnio de ser madre soltera.
“La inquietud del rosal” fue el primer libro, que mitigó sus penas de recién llegada a Buenos Aires y le abrió camino entre los escritores de la época. Pero también recuerda los comentarios adversos sobre una poesía que dejaba vislumbrar el deseo femenino. “Mis nervios están locos, en las venas/ la sangre hierve, líquido de fuego/ falta a mis labios donde finge luego/ la alegría de todas las verbenas”. Después llegarán más libros y una fama que alivió algunas cargas; pero no la de ser mujer en un mundo de letras dominado por hombres: “Sos un ornitorrinco de las letras”, recuerda que le decía Horacio Quiroga entre risas.
Y la fama trajo una manera nueva de hacer poesía, “me acusaron de oscura, de que no se entendía, no se dieron cuenta que la poesía cambia cuando el poeta cambia, y yo no soy la misma”. Ahora tampoco, hace cinco días acaba de mandar un último poema al diario La Nación, se titula “Voy a dormir” y es toda una premonición. Lo sabe de memoria, repite su comienzo: “Dientes de flores, cofia de rocío,/ manos de hierbas, tú, nodriza fina…”
Ya está, por instinto busca un paraguas y se sonríe. La piedra de Sísifo por fin se detendrá. Está débil y dolorida. Se pone su mejor vestido. Sin prisa cierra la puerta de su habitación, a lo lejos se escucha el sonido embravecido del agua. Ligera, Alfonsina camina hacia el mar.
Palimpsestos. Columna semanal de Néstor Tkaczek publicada en
Diario "Río Negro", domingo 8 de diciembre de 2019.
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