Al pie de la Biblia abierta –donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo– alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revólver contra la sien. ¿Qué broma era ésa? Alguien -¿pero quién, cuándo?- alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien.
Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes recobraban su lisitud como el agua después que le pescan el pez.
Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando.
Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.
Enrique Anderson Imbert
nace en la ciudad de Córdoba, Argentina un 12 de febrero de 1910. Fue un
escritor, ensayista, crítico literario y profesor universitario argentino.
Fue profesor en la Universidad de Tucumán entre 1941 y 1946.
Con la llegada al poder en 1946 del General Juan Domingo Perón, obtuvo una beca Guggenheim
que le permitió estudiar en la Universidad de Columbia y acceder a distintos
puestos docentes en EE.UU.
Doctor en Letras (Universidad Nacional de Buenos Aires,
1945). Recibió la beca Guggenheim y estudió en la Universidad de Columbia.
Enseñó en las universidades de Michigan, Princeton, Duke y Harvard. En esta
última se creó para él la cátedra de Literatura Hispanoamericana y obtuvo su
maestría en Artes. Fue Docente en la Universidad Nacional de Cuyo y la de
Tucumán. Dirigió la sección literaria del periódico La Vanguardia. Escribió
novelas, cuentos y ensayos; entre otros, Vigilia, El otro lado del espejo, Teoría
del cuento y Mentiras y mentirosos en el mundo de las Letras. Recibió
innumerables distinciones. Fue Miembro de la Academia Argentina de Letras, de
la Real Academia Española, de la American Society of Arts and Sciences, de las
Academias Norteamericana y Chilena de la Lengua y de la de Artes y Ciencias de
Puerto Rico.
Más reconocido en el extranjero que en su país natal la
Argentina. Enrique Anderson Imbert
cosechó elogios por sus novelas y cuentos, pero también y sobre todo por sus
aportaciones a la crítica literaria, actividad en la que se destacó.
En 1994 fue candidato al Premio Cervantes, pero fue superado
en votos por el escritor peruano Mario Vargas Llosa.
Jubilado desde 1980 de sus clases en EE.UU, regresó a su
patria en los últimos años y se instaló en Buenos Aires, donde falleció el 6 de
diciembre del 2000 a la edad de 90 años.
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