El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos
levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de
diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola
noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce
atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento.
Sobrevivió a una carga de estricnina en el café que habría bastado para matar
un caballo. Rechazó la Orden
del Mérito que le otorgó el presidente de la república. Llegó a ser comandante
general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una
frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno, pero nunca permitió que le tomaran una
fotografía. Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra
y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller de
Macondo. Aunque peleó siempre al frente de sus hombres, la única herida que
recibió se la produjo él mismo después de firmar la capitulación de Neerlandia
que puso término a casi veinte años de guerras civiles. Se disparó un tiro de
pistola en el pecho y el proyectil le salió por la espalda sin lastimar ningún
centro vital. Lo único que quedó de todo eso fue una calle con su nombre en
Macondo. Sin embargo, según declaró pocos años antes de morir de viejo, ni
siquiera eso esperaba la madrugada en que se fue con sus veintiún
hombres a reunirse con las fuerzas del general Victorio Medina.
(Fragmento).
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ DE AMERICA LATINA UNA VOZ ENTERA TIENE VOZ EN TU VOZ...
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