martes, 27 de septiembre de 2011

Veredas de Buenos Aires de Julio Cortázar.



De pibes la llamamos vereda
y a ella le gustó que la quisiéramos,
en su lomo sufrido dibujamos tantas rayuelas.
Después, ya más compadres, taconeando,
dimos vuelta manzana con la barra
silbando fuerte para que la rubia del almacén
saliera a la ventana.
A mi me tocó un día irme lejos,
pero no me olvidé de las veredas,
aquí o allá las siento
como la fiel caricia de mi tierra.

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