Sobre las mesas,
botellas decapitadas de
champagne con corbatas blancas de payaso,
baldes de níquel que trasuntan
enflaquecidos brazos y espaldas de cocotes
El bandoneón canta con esperezos
de gusano baboso,
contradice el pelo rojo de la
alfombra,
imana los pezones, los pubis y
la punta de los zapatos.
Machos que se quiebran en corte
ritual, la cabeza hundida entre los hombros,
la jeta hinchada de palabras
soeces.
Hembras con las ancas nerviosas,
un poquito de espuma en las
axilas y los ojos demasiado aceitados.
De pronto se oye un fracaso de
cristales.
Las mesas dan un corcovo y pegan
cuatro patadas en el aire.
Un enorme espejo se derrumba con
las columnas y la gente que tenía dentro;
mientras en un oleaje de brazos
y de espaldas estallan las trompadas,
como una rueda de cohetes de
bengala.
Junto con el vigilante, entra la
aurora vestida de violeta.
1 comentario:
¡Que poeta!
Todo el poema es hermoso, pero ese verso del espejo que cae con gente que tenía dentro; sublime.
mariarosa
Publicar un comentario