Un cambio de paradigma es como un anteojo, apenas te lo ponés ves de manera diferente. Y ya sabemos lo que nos cuesta a los humanos cualquier cambio y mucho más cuando esos cambios te sorprenden en una franja de tu vida en que aparentemente te has adaptado al mundo que te rodea. Sumale a esto que todo nuevo paradigma primero se consolida a sí mismo, luego convive con tiras y aflojes con el viejo y finalmente, después de mucho tiempo, se impone.
Para quienes el libro ha sido y es parte sustancial de su vida, los tiempos que corren son al menos “raros”. Asistimos a la etapa de consolidación del nuevo paradigma: el libro electrónico ha llegado a nosotros pese a íntimas y entendibles resistencias. “No es lo mismo”, “me puedo leer en una pantalla”, “me falta el olor del papel, poder hacer anotaciones al margen y subrayados”. Claro, nos cuesta tanto a los que estamos acostumbrados al objeto-libro tener ante sí un puñado de bytes que desaparecen apenas apagamos la pantalla, que nos genera en principio desconcierto y rechazo. Sin embargo las nuevas generaciones, por lógica, mucho más abiertas a los cambios, hoy leen (pienso en mi hija adolescente) literatura en las pantallas (diminutísimas para nosotros) del celular sin ningún inconveniente y no ponen demasiados reparos al formato digital.
En la actualidad ya somos testigos de la segunda fase del reemplazo de un paradigma por otro, la convivencia competitiva entre ambos modelos. El año 2015 fue un punto de inflexión porque muestra que por primera vez las ventas de libros electrónicos superaron por poco margen a las ventas de los libros de papel. Pero hay que hacer la salvedad, influyen mucho las editoriales independientes y los libros autogestionados. En el mundo del gran mercado editorial esto no se da, y creo que por dos razones. La primera, porque somos más las generaciones resistentes al cambio todavía, ya que crecimos con el libro de papel. La segunda, es cierto conservadurismo de los grupos editoriales que temen que el negocio sea incontrolable y se les vaya de las manos, tal como les sucedió a las grandes empresas discográficas con la llegada del mp3.
* Palimpsestos: Libros electrónicos I por NÉSTOR TKACZEK. Publicado en Diario "Río Negro", 29/11/2016.
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