miércoles, 18 de septiembre de 2024

EL MONO Y EL TITIRITERO de Tomás Iriarte.

  EL MONO Y EL TITIRITERO.


El fidedigno padre Valdecebro,
que en discurrir historias de animales
se calentó el cerebro,
pintándolos con pelos y señales;
que en estilo encumbrado y elocuente

del unicornio cuenta maravillas,
y el ave fénix cree a pie juntillas
(no tengo bien presente
si es en el libro octavo o en el nono),
refiere el caso de un famoso mono.

Éste, pues, que era diestro
en mil habilidades, y servía
a un gran titiritero, quiso un día,
mientras estaba ausente su maestro,
convidar diferentes animales

de aquellos más amigos,
a que fuesen testigos
de todas sus monadas principales.
Empezó por hacer la mortecina;
después bailó en la cuerda a la arlequina,

con el salto mortal y la campana:
luego el despeñadero,
la espatarrada, vueltas de carnero,
y al fin, el ejercicio a la prusiana.
De estas y de otras gracias hizo alarde,

mas lo mejor faltaba todavía,
pues imitando lo que su amo hacía,
ofrecerles pensó, porque la tarde
completa fuese, y la función amena,
de la linterna mágica una escena.

Luego que la atención del auditorio
con un preparatorio
exordio concilió, según es uso,
detrás de aquella máquina se puso;
y durante el manejo

de los vidrios pintados,
fáciles de mover a todos lados,
las diversas figuras
iba explicando con locuaz despejo.
Estaba el cuarto a oscuras,

cual se requiere en casos semejantes;
y aunque los circunstantes
observaban atentos,
ninguno ver podía los portentos
que con tanta parola y grave tono

les anunciaba el ingenioso mono.
Todos se confundían, sospechando
que aquello era burlarse de la gente.
Estaba el mono ya corrido, cuando
entró maese Pedro de repente,

e informado del lance, entre severo
y risueño, le dijo: «Majadero,
¿de qué sirve tu charla sempiterna,
si tienes apagada la linterna?»
Perdonadme, sutiles y altas musas,

las que hacéis vanidad de ser confusas:
¿Os puedo yo decir con mejor modo
que sin la claridad os falta todo?
Sin claridad no hay obra buena.


Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo (Puerto de la Cruz, Tenerife, 18 de septiembre de 1750-Madrid, 17 de septiembre de 1791).

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