
Mis amigos saben cómo se me salieron estos versos del
corazón. Fue aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe
fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el
águila temible, los pueblos hispanoamericanos. ¿Cuál de nosotros ha olvidado
aquel escudo, el escudo en que el águila de Monterrey y de Chapultepec, el
águila de López y de Walker, apretaba en sus garras los pabellones todos de la
América? Y la agonía en que viví, hasta que pude confirmar la cautela y el brío
de nuestros pueblos; y el horror y vergüenza en que me tuvo el temor legítimo
de que pudiéramos los cubanos, con manos parricidas, ayudar el plan insensato
de apartar a Cuba, para bien único de un nuevo amo disimulado, de la patria que
la reclama y en ella se completa, de la patria hispanoamericana, me quitaron
las fuerzas mermadas por dolores injustos. Me echó el médico al monte: corrían
arroyos, y se cerraban las nubes: escribí versos. A veces ruge el mar, y
revienta la ola, en la noche negra, contra las rocas del castillo
ensangrentado: a veces susurra la abeja, merodeando entre las flores.
Prólogo de Versos Sencillos, 1891.
Yo soy un hombre sincero.
Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma. Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez —en la reja,
A la entrada de la viña,—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca:—cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro,—es
Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.
*** De Versos sencillos.
José Julián Martí Pérez fue un político, ensayista, periodista y filósofo cubano, fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de Cuba, durante la que murió en combate. Se le ha considerado el iniciador del modernismo literario en Hispanoamérica.
Nacimiento: 28 de enero de 1853, La Habana, Cuba.
Fallecimiento: 19 de mayo de 1895, Río Cauto, Cuba.
Datos: Wikipedia.
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