miércoles, 17 de octubre de 2012

Va FANTASMAS DE MARIANO GIAMMONA.

Nueva entrega de este escritor patagónico
¡que lo disfruten con creces!


FANTASMAS.

Recuerdo como si fuera hoy a ese cascarón de madera que estaba al pié de la barda y que mi primo Paolo al verlo no dudó en calificarlo de antigüedad digna de un museo romano. Aún conservaba sus vidrios sanos, salvo uno que estaba rajado al medio. Después vinimos a saber que “Tito” el puestero de toda la vida de ese campo, lo había instalado allí para no ahogarse –decía-, en la gran inundación de mediados del siglo pasado. Se acostaba  en el interior de esa cabina desvencijada de tractor. Solo le quedaban afuera los pies y adentro dormía en las noches recostado  en su recado. La vieja casona con piso y paredes de barro quedaba unos trescientos  metros hacia el este, y allí  vivía de día cuando podía ver el avance de las aguas.

Con Paolo pasamos frente a el y seguimos camino al río que estaba retirado unos dos o tres kilómetros. El campo nos gustó y sacando cuentas pensamos que podríamos comprarlo, y así lo hicimos.

Decían que la casa  estaba embrujada. Solo Tito era capaz de dormir en la lúgubre edificación. 

Tenía cuatro habitaciones de cinco por cinco, y vivía solo…,  nadie lo quería acompañar, cuando llegaba la noche todos se iban.  El ruido de cadenas, platos lavándose y puertas crujiendo,  hacían poner los pelos de punta al más valiente.

El ruido era siempre en las habitaciones vecinas, nunca en la propia.

Tito era un buen hombre, pero nosotros queríamos que se hiciera cargo un hermano suyo, de nombre Luis.  Se fue de mala gana, pero después se le pasó  la bronca y tuvimos una relación bastante  normal.

Un día llegando para almorzar, Luis se asomó desde la barda y vio  espantado una gran humareda alzándose desde dentro del tamariscal donde estaba el rancho. De un galope bajó esos ochocientos metros y abriendo la puerta de la cocina incentivó sin querer la combustión.

Todo se quemó, nada salvó…,  solo la ropa que tenía puesta,  el facón que llevaba encima y el recado del oscuro. Allá salimos, desde Regina con mi señora a llevarle algo… desde un tenedor, hasta  calzoncillos,  colchón  y   frazadas.

Su desánimo era total…. mateaba en silencio con la bombilla nueva y ni convidaba…. En un momento se recompuso y exclamó…,parándose ligero.... ”bueno ché… por lo menos este fuego debe haber quemado al diablo…porque en esta casa no se podía ni dormir…”…  “pero afuera quedan varias…espero  que el humo también las haya  espantado”, decía  en su consuelo.  Yo me quedé pensando que otras  creencias habría…

Pasaron algunos años. Un día charlando con Tito, me dijo… “no te habrá querido contar… fíjate que para Semana Santa los perros a las doce de la noche todos aúllan apuntando el hocico para el lado de la tapera del río… Dicen que es porque aparece  el fantasma de la mamá del chico que se le ahogó en la orilla.  Ella se ahorcó con la cadena del perro al ver a su niño muerto, y cada semana santa aparece allí y los cuzcos  se vuelven locos acá. Al fantasma yo no lo vi, pero que los perros aúllan te lo puedo asegurar.  La otra cosa que tampoco te contó –seguro para no asustarte-, es que algunas noches baja una luz potentísima desde la barda, por el camino,… parece un reflector enorme que apunta hacia la casa, pero que cuando llega a la tranquera, después de la cabina, dobla hacia la loma y desaparece. Eso yo lo vi… y varias veces. Al otro día le vas a sacar rastro, y nada… no hay un solo rastro, parece cosa é mandinga ché”.

“Este campo tiene las suyas… viste…, hasta el nombre…”La Sirena”, sabés por qué?. 

No, -rápido contesté-, bueno…, cuentan que en una gran inundación, los antiguos se asomaban de la barda para ver todo este valle tapado por las aguas desbordadas, y vieron allá abajo, en dirección a los bañados, la figura de una mujer subida a la copa de un gran tamarisco, pidiendo auxilio. Nada pudo hacer ninguno… era un mar de agua y solo se veía algún árbol que otro  asomado a la superficie. No se sabe si la mujer se ahogó o se murió de hambre, pero lo que si decía la gente que su fantasma es bueno y no como el de la costa que hace aullar los choscos.  En fin ché… me voy a dormir”.

Pasaron varios años.    Para esto Luis ya no trabajaba más conmigo. En una confidencia un día me había contado lo de la luz  y lo de la mujer ahorcada. Fueron varios los nuevos empleados que me contaron las mismas historias…- pensé se la pasan de uno al otro, es por eso que todos dicen lo mismo-.

Era un día de abril y llegaba a ver como andaba mi nuevo encargado. En la tranquera me estaba esperando.

Y viste –me dijo- descubrí la luz, esta noche si aparece te  cuento, si te animás…,-reía-

Tarde, después de cenar,  partimos fusil en mano en dirección a la tranquera. Era una noche clara y la luna estaba remontada arriba de la barda en la meseta. No había ninguna luz.  Nos acercamos a la tranquera… los perros nos seguían en silencio. Quedamos esperando parados, como atornillados al  poste…

De repente, un haz de luz nos encandiló de golpe. Yo instintivamente puse el dedo en el gatillo del viejo  Mauser, y un escalofrío recorrió mi cuerpo…

A  mi me pasó lo mismo me dijo, y casi empiezo a los tiros…

Y como si fuera un filósofo comenzó a explicarme:  ….”.no ves que es la luna que en un punto de su recorrido hacia el oeste le pega al vidrio de la cabina vieja y nos apunta directo a los ojos?”  “Fijate que en un ratito nomás va a salir del ángulo pareciendo que dobla a la derecha, por eso se pierde el rastro...”,  Razonable pensé…, pero a pesar del frío no paraba de  transpirar.

Vamos, la ginebra nos espera…propuse.

Miré el reloj y era media noche… Los perros que hasta entonces estaban en silencio comenzaron todos a aullar al mismo tiempo…apuntaban  a la tapera del río….  era viernes …y de Semana Santa!!!.

Junté coraje y le dije…. Vamos a ver???

No jodás me contestó…los perros saben…!!

Este cuento de Mariano Giammona fue publicado en "El Globo de Villa Regina".
El correo electrónico para quienes desean contactarse con el autor: mgiammona2002@hotmail.com

1 comentario:

mariarosa dijo...

Los perros saben... y hay que hacerles caso.

Muy buena historia, de esas que me encantan. Aplausos para don Mariano.

mariarosa