¡que lo disfruten con creces!
FANTASMAS.
Recuerdo como si fuera hoy a ese
cascarón de madera que estaba al pié de la barda y que mi primo Paolo al verlo
no dudó en calificarlo de antigüedad digna de un museo romano. Aún conservaba
sus vidrios sanos, salvo uno que estaba rajado al medio. Después vinimos a
saber que “Tito” el puestero de toda la vida de ese campo, lo había instalado allí
para no ahogarse –decía-, en la gran inundación de mediados del siglo pasado. Se
acostaba en el interior de esa cabina
desvencijada de tractor. Solo le quedaban afuera los pies y adentro dormía en
las noches recostado en su recado. La
vieja casona con piso y paredes de barro quedaba unos trescientos metros hacia el este, y allí vivía de día cuando podía ver el avance de
las aguas.
Con Paolo pasamos frente a el y
seguimos camino al río que estaba retirado unos dos o tres kilómetros. El campo
nos gustó y sacando cuentas pensamos que podríamos comprarlo, y así lo hicimos.
Decían que la casa estaba embrujada. Solo Tito era capaz de
dormir en la lúgubre edificación.
Tenía cuatro habitaciones de
cinco por cinco, y vivía solo…, nadie lo
quería acompañar, cuando llegaba la noche todos se iban. El ruido de cadenas, platos lavándose y
puertas crujiendo, hacían poner los
pelos de punta al más valiente.
El ruido era siempre en las
habitaciones vecinas, nunca en la propia.
Tito era un buen hombre, pero
nosotros queríamos que se hiciera cargo un hermano suyo, de nombre Luis. Se fue de mala gana, pero después se le
pasó la bronca y tuvimos una relación
bastante normal.
Un día llegando para almorzar,
Luis se asomó desde la barda y vio espantado una gran humareda alzándose desde
dentro del tamariscal donde estaba el rancho. De un galope bajó esos
ochocientos metros y abriendo la puerta de la cocina incentivó sin querer la
combustión.
Todo se quemó, nada salvó…, solo la ropa que tenía puesta, el facón que llevaba encima y el recado del
oscuro. Allá salimos, desde Regina con mi señora a llevarle algo… desde un
tenedor, hasta calzoncillos, colchón
y frazadas.
Su desánimo era total…. mateaba
en silencio con la bombilla nueva y ni convidaba…. En un momento se recompuso y
exclamó…,parándose ligero.... ”bueno ché… por lo menos este fuego debe haber
quemado al diablo…porque en esta casa no se podía ni dormir…”… “pero afuera quedan varias…espero que el humo también las haya espantado”, decía en su consuelo. Yo me quedé pensando que otras creencias habría…
Pasaron algunos años. Un día
charlando con Tito, me dijo… “no te habrá querido contar… fíjate que para Semana
Santa los perros a las doce de la noche todos aúllan apuntando el hocico para
el lado de la tapera del río… Dicen que es porque aparece el fantasma de la mamá del chico que se le ahogó
en la orilla. Ella se ahorcó con la
cadena del perro al ver a su niño muerto, y cada semana santa aparece allí y
los cuzcos se vuelven locos acá. Al
fantasma yo no lo vi, pero que los perros aúllan te lo puedo asegurar. La otra cosa que tampoco te contó –seguro
para no asustarte-, es que algunas noches baja una luz potentísima desde la
barda, por el camino,… parece un reflector enorme que apunta hacia la casa,
pero que cuando llega a la tranquera, después de la cabina, dobla hacia la loma
y desaparece. Eso yo lo vi… y varias veces. Al otro día le vas a sacar rastro,
y nada… no hay un solo rastro, parece cosa é mandinga ché”.
“Este campo tiene las suyas…
viste…, hasta el nombre…”La
Sirena ”, sabés por qué?.
No, -rápido contesté-, bueno…,
cuentan que en una gran inundación, los antiguos se asomaban de la barda para
ver todo este valle tapado por las aguas desbordadas, y vieron allá abajo, en
dirección a los bañados, la figura de una mujer subida a la copa de un gran
tamarisco, pidiendo auxilio. Nada pudo hacer ninguno… era un mar de agua y solo
se veía algún árbol que otro asomado a
la superficie. No se sabe si la mujer se ahogó o se murió de hambre, pero lo
que si decía la gente que su fantasma es bueno y no como el de la costa que
hace aullar los choscos. En fin ché… me
voy a dormir”.
Pasaron varios años. Para esto Luis ya no trabajaba más conmigo. En una confidencia un día me había contado lo de la luz y lo de la mujer ahorcada. Fueron varios los nuevos empleados que me contaron las mismas historias…- pensé se la pasan de uno al otro, es por eso que todos dicen lo mismo-.
Era un día de abril y llegaba a
ver como andaba mi nuevo encargado. En la tranquera me estaba esperando.
Y viste –me dijo- descubrí la
luz, esta noche si aparece te cuento, si
te animás…,-reía-
Tarde, después de cenar, partimos fusil en mano en dirección a la
tranquera. Era una noche clara y la luna estaba remontada arriba de la barda en
la meseta. No había ninguna luz. Nos acercamos
a la tranquera… los perros nos seguían en silencio. Quedamos esperando parados,
como atornillados al poste…
De repente, un haz de luz nos
encandiló de golpe. Yo instintivamente puse el dedo en el gatillo del viejo Mauser, y un escalofrío recorrió mi cuerpo…
A mi me pasó lo mismo me dijo, y casi empiezo a
los tiros…
Y como si fuera un filósofo comenzó
a explicarme: ….”.no ves que es la luna
que en un punto de su recorrido hacia el oeste le pega al vidrio de la cabina
vieja y nos apunta directo a los ojos?” “Fijate
que en un ratito nomás va a salir del ángulo pareciendo que dobla a la derecha,
por eso se pierde el rastro...”, Razonable pensé…, pero a pesar del frío no
paraba de transpirar.
Vamos, la ginebra nos espera…propuse.
Miré el reloj y era media noche… Los perros que hasta entonces estaban en silencio comenzaron todos a aullar al mismo tiempo…apuntaban a la tapera del río…. era viernes …y de Semana Santa!!!.
Junté coraje y le dije…. Vamos a
ver???
No jodás me contestó…los perros saben…!!
Este cuento de
Mariano Giammona fue publicado en "El Globo de Villa Regina".
El correo electrónico para quienes desean contactarse con el
autor: mgiammona2002@hotmail.com
1 comentario:
Los perros saben... y hay que hacerles caso.
Muy buena historia, de esas que me encantan. Aplausos para don Mariano.
mariarosa
Publicar un comentario