Una zorra que saltaba sobre unos montículos estuvo de pronto a punto de caerse. Se agarró a un espino para evitar la caída, pero sus púas le hirieron las patas.
-Acudí a ti por tu ayuda, y más bien me has herido -dijo, adolorida.
- Tu tienes la culpa por agarrarte a mí -respondió el espino-. Hiero a todo el mundo y tú no eres la excepción.
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