y el amor, que ciega,
escuchad la canción, que recoge
la noche morena.
La noche sultana,
la noche andaluza,
que estremece la tierra y la carne
de aroma y lujuria.
Bajo el plenilunio,
como lagrimones,
como goterones, sus cálidas notas
llueven los bordones.
Son melancolía
sonora, son ayes
de las otras cuerdas, heridas, punzadas,
las notas vibrantes.
Y en el aire, húmedo
de aroma y lujuria,
levanta su vuelo –paloma rafeña–
la copla andaluza.
Dice de ojos negros
y de rojos labios
de venganza, de olvido, de ausencia,
de amor y de engaño...
Y de desengaño.
De males y bienes,
de esperanza, de celos..., de cosas
de hombres y mujeres.
Y brota en los labios
soberbia y sencilla,
como brotan el agua en la fuente,
la sangre en la herida.
Y allá va en la noche,
paloma rafeña,
a decir la verdad a lo lejos,
triste, clara y bella.
Del placer, que irrita,
y el amor, que ciega,
escuchad la canción que recoge
la noche morena.
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