... Es la celeste jeometría
de un astrónomo viejo
sobre la ciudad alta –torres
negras, finas, pequeñas, fin de aquello…–
Como si, de un mirador último,
lo estuviera mirando
el astrólogo.
Signos
exactos –fuegos y colores–,
con su secreto bajo y desprendido
en diáfana atmósfera
de azul y honda transparencia.
¡Qué brillos, qué amenazas,
qué fijezas, qué augurios,
en la inminencia cierta
de la estraña verdad! ¡Anatomía
del cielo, con la ciencia
de la función en sí y para nosotros!
–Un grito agudo, solo, inmenso,
como una estrella errante–.
...¡Cuán lejanos
ya de aquellos nosotros,
de aquella primavera de esta tarde
–en Washington Square, tranquila y dulce–,
de aquellos sueños y de aquel amor!
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