martes, 31 de enero de 2012

SOLO LOS HOMBRES BUENOS de JOSÉ LARRALDE.

UN POEMA DE JOSÉ LARRALDE PARA MEDITAR ENTRE MATE Y MATE...


SOLO LOS HOMBRES BUENOS.
Sólo los hombres buenos viven todo un día.

Nacen por la mañana,
serenos ante el sol que se levanta;
erguido desde el alma,
con los pies más abajo que los zapatos;
con la cara tranquila;
con la mente educada a pensar que es el camino;
qué silencio es mejor;
¿cuál es el grito?; ¿cuándo decir no quiero?;

¿cuándo aceptar lo inaudito?.

Por qué llorar de risa y reír en un llanto, ¿por qué?.

Sólo los hombres buenos viven todo un día.

Sólo los hombres buenos aguardan un instante;
escuchan la verdad del que está enfrente,
comparan su verdad con las verdades
de cada humanidad que hace que exista.

Sólo los hombres buenos tienen prisa
en señalar el rumbo a la vertiente,
para que cada sed sea apagada
con el agua de todos los bautismos.

Sólo los hombres buenos ponen
su fe encima de las piedras,
para que el mundo vea y sepa que la fe
siempre es cúspide y puente en los abismos.

Sólo los hombres buenos ignoran que lo son,
cantan cuando el silencio aturde en el cerebro
y cuando en primavera revienta el corazón de la semilla,
y el sonido culto de las flores y el polen lanza su dulzor de vida,
sólo los hombres buenos en silencio ponen en cada flor una sonrisa.

Sólo el hombre que es bueno se desvela
por ser mejor que él mismo cada día
sin comparar lo bueno de los otros ni permitirse el lujo de ser guía.

Sólo los hombres buenos son buenos hombres.

El pan del hombre bueno es diferente
por ser igual al pan del que lo niega,
aunque el pan generoso oferente no
sepa quién lo escupe y quién lo riega.

Si pudiera encontrarte en el camino
y preguntarte simplemente ¿cómo te va?, ¿sos feliz?.
Si pudiera ver tu rostro tal cual fuera,
sin el tonto ocultamiento que los hombres ofrecemos como alivio
a quien por nosotros se desvelan.

Si pudiera seguir tu paso por la senda del tiempo,
alentando tu marcha, vigilando tu anhelo,
recogiendo de a uno los minutos de vida
que sin darte cuenta quedarán detrás tuyo
como flores herméticas, perfumando otro mundo.

Si pudiera decirle al eterno futuro en una tarjetita:
Recomiendote a mi hijo, no lo trates muy duro.
No le regales nada
pero dale el apuro de ser un hombre bueno,
de ser noble y seguro.

Si puedes darle ingenio,
que sea claro, no oscuro,
prefiero que sea esclavo
antes que sea verdugo.

Y una sola palabra al final de su curso.

Dios en todas las horas de su vida y su mundo,
y por Dios te lo ruego, no lo trates muy duro.

domingo, 29 de enero de 2012

GALLARDO PÉREZ, REFERÍ - CUENTO DE OSVALDO SORIANO.

Se cumplen hoy 15 años de la partida de Osvaldo Soriano "el gordo" como lo llamaban, escritor argentino que vivió su juventud en el Valle de Río Negro en la Ciudad de Cipolletti ya que su padre que los tenía acostumbrados de mudanza en mudanza cuando veía la perspectiva de un nuevo trabajo se mudaban y recalan en el valle. De estos momentos nacen estos cuentos.

Gallardo Pérez, referí(*)
Osvaldo Soriano.
Cuando yo jugaba al fútbol, hace más de veinte años, en la Patagonia, el refería era el verdadero protagonista del partido. Si el equipo local ganaba, le regalaban una damajuana de vino de Río Negro; si perdía, lo metían preso. Claro que lo más frecuente era lo de la damajuana, porque ni el referí, ni los jugadores visitantes tenían vocación de suicidas.
Había, en aquel tiempo, un club invencible en su cancha: Barda del Medio. El pueblo no tenía más de trescientos o cuatrocientos habitantes. Estaba enclavado en las dunas, con una calle central de cien metros y, más allá, los ranchos de adobe, como en el far-west. A orillas del río Limay estaba la cancha, rodeada por un alambre tejido y una tribuna de madera para cincuenta personas. Eran las "preferenciales", las de los comerciantes, los funcionarios y los curas. Los otros veían el partido subidos a los techos de los Ford A o a las cajas de los camiones de la empresa que estaba construyendo la represa.

Todos nosotros estábamos bajo el influjo del maravilloso estilo del Brasil campeón del mundo, pero nadie lo había visto jugar nunca: la televisión todavía no había llegado a esas provincias y todo lo conocíamos por la radio, por esas voces lejanas y vibrantes que narraban los partidos. Y también por los diarios, que llegaban con cuatro días de atraso, pero traían la foto de Pelé, el dibujo de cómo se hacía un cuatro-dos-cuatro y la noticia de la catástrofe argentina en Suecia.

Yo jugaba en Confluencia, un club de Cipolletti, pueblo fundado a principios de siglo por un ingeniero italiano que tenía un monumento en la avenida principal. Todavía las calles no habían sido pavimentadas y para ir al fútbol los domingos de lluvia había que conseguir camiones con ruedas pantaneras.

Confluencia nunca había llegado más arriba del sexto puesto, pero a veces le ganábamos al campeón. Muy de vez en cuando, pero le dábamos un susto.

Ese día teníamos que jugar en la cancha de Barda del Medio y nunca nadie había ganado allí. Los equipos "grandes" descontaban de sus expectativas los dos puntos del partido que les tocaba jugar en ese lugar infernal. Los muchachos de Barda del Medio, parientes de indios y chilenos clandestinos, eran tan malos como nosotros suponíamos que eran los holandeses o los suecos. Eso sí, pegaban como si estuvieran en la guerra. Para ellos, que perdían siempre por goleada como visitantes, era impensable perder en su propia casa.

El año anterior les habíamos ganado en nuestra cancha cuatro a cero y perdimos en la de ellos por dos a cero con un penal y piadoso gol en contra de Gómez nuestro marcador lateral derecho. Es que nadie se animaba a jugarles de igual a igual porque circulaban leyendas terribles sobre la suerte de los pocos que se habían animado a hacerles un gol en su reducto.

Entonces, todos los equipos que iban a jugar a Barda del Medio aprovechaban para dar licencias a sus mejores jugadores y probar a algún pibe que apuntaba bien en las divisiones inferiores. Total, el partido estaba perdido de antemano.

El referí llegaba temprano, almorzaba gratis y luego expulsaba al mejor de los visitantes y cobraba un penal antes de que pasara la primera hora y la tribuna empezara a ponerse nerviosa. Después iba a buscar la damajuana de vino y en una de ésas, si la cosa había terminado en goleada, se quedaba para el baile.

Ese día inolvidable, nosotros salimos temprano y llevamos un equipo que nos había costado mucho armar porque nadie quería ir a arriesgar las piernas por nada. Yo era muy joven y recién debutaba en primera y quería ganarme el puesto de centro delantero con olfato para el gol. Los otros eran muchachos resignados que iban para quedarse en el baile y buscar una aventura con las pibas de las chacras.

Después del masaje con aceite verde, cuando ya estábamos vestidos con las desteñidas camisetas celestes, el referí Gallardo Pérez, hombre severo y de pésima vista, vino al vestuario a confirmar que todo estuviera en orden y a decirnos que no intentáramos hacernos los vivos con el equipo local. Le faltaban dos dientes y hablaba a tropezones, confundiendo lo que decía con lo quería decir.

Le dijimos -y éramos sinceros- que todo estaba bien y que tratara, a cambio, de que no nos arruinaran las piernas. Gallardo Pérez prometió que se lo diría al capitán de ellos, Sergio Giovanelli, un veterano zaguero central que tenía mal carácter y pateaba como un burro.

Ni bien saludamos al público que nos abucheaba, el defensa Giovanelli se me acercó y me dijo: "Guarda, pibe, no te hagas el piola porque te cuelgo de un árbol". Miré detrás de los arcos y allí estaban, pelados por el viento, los siniestros sauces donde alguna vez habían dejado colgado a algún referí idealista. Le dije que no se preocupara y lo traté de "señor". Giovanelli, que tenía un párpado caído surcado por una cicatriz, hizo un gesto de aprobación y fue a hacerles la misma advertencia a los otros delanteros.

La primera media hora de juego fue más o menos tranquila. Empezaron a dominarnos pero tiraban desde lejos y nuestro arquero, el Cacho Osorio, no podía dejarla pasar porque habría sido demasiado escandaloso y nos habrían linchado igual, pero por cobardes. Después dieron un tiro en un poste y el Flaco Ramallo sacó varias pelotas al córner para que ellos vinieran a hacer su gol de cabeza.

Pero ese día, por desgracia, estaban sin puntería y sin suerte. Todos hicimos lo posible para meter la pelota en nuestro arco, pero no había caso. Si el Cacho Osorio la dejaba picando en el área, ellos la tiraban afuera. Si nuestros defensores se caían, ellos la tiraban a las nubes o a las manos del arquero.

Al fin, harto de esperar y cada vez más nervioso, Gallardo Pérez expulsó a dos de los nuestros y les dio dos penales. El primero salió por encima del travesaño. El segundo dio en un poste. Ese día, como dijo en voz alta el propio referí, no le hacían un gol ni al arco iris.

El problema parecía insoluble y la tribuna estaba caldeada. Nos insultaban y hasta decían que jugábamos sucio. Al promediar el segundo tiempo empezaron a tirar cascotes.

El escándalo se precipitó a cinco o seis minutos del final. El Flaco Ramallo, cansado de que lo trataran de maricón, rechazó una pelota muy alta y yo piqué detrás de Giovanelli, que retrocedía arrastrando los talones. Saltamos juntos y en el afán de darme un codazo pifió la pelota y se cayó. La tribuna se quedó en silencio, un vació que me calaba los huesos mientras me llevaba la pelota para el arco de ellos, solo como un fraile español.

El arquerito de Barda del Medio no entendía nada. No sólo no podían hacer un gol sino que, además, se le venía encima un tipo que se perfilaba para la izquierda, como abriendo un ángulo de tiro. Entonces salió a taparme a la desesperada, consciente de que si no me paraba no habría noche de baile para él y tal vez hasta tendría que hacerme compañía en el árbol de fama siniestra. Él hizo lo que pudo y yo lo que no debía. Era alto, narigón, de pelo duro, y tenía una camiseta amarilla que la madre le había lavado la noche anterior. Me amagó con la cintura, abrió los brazos y se infló como un erizo para taparme mejor el arco. Entonces vi, con la insensatez de la adolescencia, que tenía las piernas arqueadas como bananas y me olvidé de Giovanelli y de Gallardo Pérez y vislumbré la gloria.

Le amagué una gambeta y toqué la pelota de zurda, cortita y suave, con el empeine del botín, como para que pasara por ese paréntesis que se le abría abajo de las rodillas. El narigón se ilusionó con el driblin y se tiró de cabeza, aparatoso, seguro de haber salvado el honor y el baile de Barda del Medio. Pero la pelota le pasó entre los tobillos como una gota de agua que se escurre entre los dedos.

Antes de ir a recibirla a su espalda le vi la cara de espanto, sentí lo que debe ser el silencio helado de los patíbulos. Después, como quien desafía al mundo, le pegué fuerte, de punta, y fui a festejar. Corrí más de cincuenta metros con los brazos en alto y ninguno de mis compañeros vino a felicitarme. Nadie se me acercó mientras me dejaba caer de rodillas, mirando al cielo, como hacía Pelé en las fotos de El Gráfico.

No sé si el referí Gallardo Pérez alcanzó a convalidar el gol porque era tanta la gente que invadía la cancha y empezaba a pegarnos, que todo se volvió de pronto muy confuso. A mí me dieron en la cabeza con la valija del masajista, que era de madera, y cuando se abrió todos los frascos se desparramaron por el suelo y la gente los levantaba para machucarnos la cabeza.

Los cinco o seis policías del destacamento de Barda del Medio llegaron como a la media hora, cuando ya teníamos los huesos molidos y Gallardo Pérez estaba en calzoncillos envuelto en la red que habían arrancado de uno de los arcos.

Nos llevaron a la comisaría. A nosotros y al referí Gallardo Pérez. El comisario, un morocho aindiado, de pelo engominado y cara colorada, nos hizo un discurso sobre el orden público y el espíritu deportivo. Nos trató de boludos irresponsables y ordenó que nos llevaran a cortar los yuyos del campo vecino.

Mientras anochecía tuvimos que arrancar el pasto con las manos, casi desnudos, mientras los indignados vecinos de Barda del Medio nos espiaban por encima de la cerca y nos tiraban más piedras y hasta alguna botella vacía.

No recuerdo si nos dieron algo de comer, pero nos metieron a todos amontonados en dos calabozos y al referí Gallardo Pérez, que parecía un pollo deshuesado, hubo que atenderlo por hematomas, calambres y un ataque de asma. Deliraba y en su delirio insensato confundía esa cancha con otra, ese partido con otro, ese gol con el que le había costado los dos dientes de arriba.

Al amanecer, cuando nos deportaron en un ómnibus destartalado y sin vidrios, bajo la lluvia de cascotes, nuestro arquero, el Cacho Osorio, se acercó a decirme que a él nunca le habrían hecho un gol así. "Se comió el amague, el pelotudo", me dijo y se quedó un rato agachado, moviendo los brazos, mostrándome cómo se hacía para evitar ese gol.

Cuando se despertó, a mitad de camino, Gallardo Pérez me reconoció y me preguntó cómo me llamaba. Seguía en calzoncillos pero tenía el silbato colgando del cuello como una medalla.

-No se cruce más en mi vida -me dijo, y la saliva le asomaba entre las comisuras de los labios-. Si lo vuelvo a encontrar en una cancha lo voy a arruinar, se lo aseguro.

-¿Cobró el gol? -le pregunté. -¡Claro que lo cobré! -dijo, indignado, y parecía que iba a ahogarse- ¿Por quién me toma? Usted es un pendejo fanfarrón, pero eso fue un golazo y yo soy un tipo derecho.

-Gracias -le dije y le tendí la mano. No me hizo caso y se señaló los dientes que le faltaban.

-¿Ve? -me dijo-. Esto fue un gol de Sívori de orsai. Ahora fíjese dónde está él y dónde estoy yo. A Dios no le gusta el fútbol, pibe. Por eso este país anda así, como la mierda.

(*) Incluido en Cuentos de fútbol argentino.
Selección y prólogo de Roberto Fontanarrosa. Ed. Alfaguara.

jueves, 26 de enero de 2012

ROMANCE PARA TU BESO/ Recitado de José Larralde.


ROMANCE PARA TU BESO.
Recitado de José Larralde.

Me está quemando las venas,
la brasa azul de tu beso,
en tiempos de cualquier hora,
de felicidad te encuentro.

Fresca flor de la esperanza
con transparencia de cielo.

Se me hace jardín el campo,
donde hacia el alba te veo,
andar con pasos de aurora,
nativa, entre el trigo nuevo.

La espiga que se estremece,
y yo viéndote de lejos,
y tu pollera floreada,
la nube de tu pañuelo,
y esa amapola temprana,
que está sangrando en tu pelo,
y ese fuego que olvidaron,
tus labios en aquel beso,
que me diste como en broma,
y que me ha puesto en serio.

Corazón enamorado,
que me estás quemando el pecho.
Es que ignoras que me quiere
menos de lo que la quiero,
y por quererla de un modo,
que ya dominar no puedo
le cuelga luto a mi amor
las sombras de tu silencio,
mientras llamea en mi sueño
su boca como un lucero.

Me va quemando la vida,
la brasa azul de su beso,
fresca flor de la esperanza,
con transparencia de cielo.

Se me hace jardín el campo,
donde hacia el alba te veo,
andar con pasos de aurora,
nativa, entre el trigo nuevo,
la espiga que se estremece,
y yo viéndote de lejos.

Vídeo ROMANCE PARA TU BESO.


miércoles, 25 de enero de 2012

AMANECER poema de Alfredo Zitarrosa.


Viene un viento muy lento
del mar, dónde irá…
Trae un perfume húmedo
de otra ciudad…
El aliento del viento parece
que crece, y calienta... amanece.

Las penumbras alumbran
la luz, sol de Abril.
Su cabeza sangrante, en levante,
al salir,
como un niño, cariño, aparece
y ya crece,
la tierra... lo mece.

Cuando nazca tu niño,
también nacerá,
de tu vientre caliente
y su frente será…
como un sol que despunta,
respuesta y pregunta
que nacerán… juntas.

Crecerá junto con otros mil
como él,
que en el mismo minuto de Abril,
al nacer,
por abrir una herida, al calor del amor,
recibieron la vida.

De otros hombres aprenderá el nombre
después…
y si aprende el amor con dolor,
va a tener
hasta en el más lejano lugar, un hermano,
ese sol… en las manos.

Viene un viento muy lento
del mar, dónde irá…
Trae un perfume húmedo
de otra ciudad…
El aliento del viento parece
que crece, y calienta... amanece.
[1969]

lunes, 23 de enero de 2012

DESDE EL EXILIO. ALFREDO ZITARROSA - NALDO LABRÍN.


Desde el exilio.
Alfredo Zitarrosa y Naldo Labrín.

Aquí están nuevamente mis hijas a mi lado;
he colgado los cuadros, he juntado mis libros,
he conquistado el pan otra vez y he llorado
por cierto, tantas veces! mas también he vivido.

Todavía no han salido de mi tierra mis almas
ni han nacido los versos que escribiré algún día,
cuando el puño cerrado y el corazón en calma
rimen odio y amor con honor y alegría.

Poco tiempo ha pasado para que el asco cese
para que el desconcierto de los menos se vuelva
certeza y aparezcan los que hoy no comparecen
esgrimiendo su cara personal, una huelga

una víctima, un jueves, un hombre torturado,
un muerto inolvidable, una mujer violada,
un asunto pendiente, o esgrimiendo un pecado
hasta morir. Doy fe: mis versos no son nada.

Pero he vivido. He sido, de los más, un ingenuo
cantor salido al mundo con unas pocas fotos,
un libro, unas memorias escritas en cuadernos
que hablan de mí. La Historia la están haciendo otros.

Ni siquiera quería saber de nuestros muertos,
sus nombres, ni sus días en qué fecha acabaron.
Facturé dos valijas en el triste aeropuerto
como si en ellas fuera mi corazón cerrado.

Yo había estado viviendo, metafísico y lento,
sin entender gran cosa de lo que sucedía;
pensaba que rimando dolor con sufrimiento
conjuraba la secta soldado-policía.

Llegué a España en septiembre, pensando que Pacheco
de embajador, sirviente de nuestros enemigos,
seguía siendo el objeto de mi canción: no tengo
más que una voz y un fuerte corazón por testigo.

Y por cierto de nada sirvió. La inteligencia
española y mi fama de cantor peligroso,
en una España nueva convertida en Audiencia,
me hicieron prisionero, culpable por culposo.

Y es que no era Pacheco mi enemigo, ni era
yo portador de nada más que de mi conciencia
y en mi conciencia estaban y todavía me esperan,
la voz de nuestro Pueblo, su ardor y su inocencia.

La Justicia no es prenda que conquisten algunos
para multiplicarla como pan milagroso.
La Justicia es trabajo, es coraje y ayuno,
Amor y Luz que encienden los Pueblos victoriosos!

No hemos triunfado, es cierto. Yo triunfé mucho menos;
como cantor no he sido más que un hombre famoso,
discográfico, turbio en el error, un trueno
mal afinado, a veces un trueno estrepitoso.

Pero el Uruguay nuestro, el Uruguay de Artigas,
se alzará entre los sables que hoy son de oro macizo,
y esto será muy pronto, no porque yo lo diga
sino porque lo dice nuestro Pueblo insumiso.

Una vez más he visto que de protagonismo
se acaba mucha gente; que es pura burguesía
pensar que los caminos que van al socialismo
comienzan en un libro, un grupo, una teoría.

Cualquier paisano sabe que cuando es necesario
ganar un “bueno”, el resto se puede dar sin nada,
pero han de conocerse las cartas del contrario
y tener en la mano la flor amartillada.

Los que estamos afuera, compañeros, sufrimos.
El partido se juega y nosotros sabemos
lo que hay que saber; nunca “nos fueron” ni “nos fuimos”
y jugaremos juntos “el bueno de los buenos”.

Somos muchos en Francia, en Holanda, en España.
Yo les escribo ahora en tierra mexicana,
pero estos versos nacen allí donde la entraña
de nuestro Pueblo, engendra la Historia de mañana.

Hace poco que “Pedro” se murió en Nicaragua.
Ayer mismo llegaron los diarios clandestinos
del Uruguay. Hoy lunes, la ciudad de Managua
me recibe y me extiende la mano de Sandino.

Y es que desde el pasado viene un hilo de sangre,
sube desde el otoño al puño del verano.
En el miedo y la ira, en la muerte y el hambre
la vida está sembrando nuestro triunfo cercano.

Volveremos los idos y los recién llegados,
uruguayos nacidos en otras primaveras,
que traen en los ojos sus pájaros pintados,
la certeza de luz, puntual, que nos espera!

México - Managua (Nicaragua) mes de febrero de 1.980 (eran los tiempos de la "Revolución Sandinista") y figura este tema  en “Textos políticos” editado en México.



El uruguayo de nacimiento Alfredo Zitarrosa ¡canto, arte y compromiso! Narra el sentir desde el exilio sufriendo en México (un país que dio amparo a muchos caídos en desgracia o perseguidos).
Un paisano argentino, de Chivilcoy, hablando de Alfredo Zitarrosa y de Don Atahualpa Yupanqui, me dijo pensativo hace unos días: "De esos viejos ya no vienen más…" tomado de la internet cuanta sabiduría de este hombre...
SOBRE NALDO LABRÍN.
Reinaldo “Naldo” Labrin, músico, guitarrista; creador y Director de la Orquesta de Cámara de Neuquén y creador del Coro de la Fundación del Banco Provincia del Neuquén, Secretario de Estado de Cultura durante la gestión del gobernador Jorge Sobisch y acompañante de Don Alfredo Zitarrosa en México siendo arreglador de muchos de sus temas. Fue perseguido por la "Alianza Anticomunista Argentina" (AAA), conocida como Triple A, un grupo parapolicial de extrema derecha de la Argentina de la década del ´70 y se refugia en la provincia del Neuquén, en el año 76 partió rumbo a México. Zitarrosa estaba en Madrid y estaba muy mal de animo. Y Labrín le compra un pasaje para México y empieza su recupero (en lo personal y artístico) y se quedan en ese país radicado y lo acompañó con sus otros guitarristas. Naldo Labrín tenía actividad con el grupo vocal-instrumental argentino-mexicano Sananpay (formado en 1977) muy conocido en la Patagonia Argentina y realiza los arreglo orquestales de Zitarrosa y lo acompañó en el regreso de Zitarrosa en la Argentina en el estadio de Obras Sanitarias en 1983.

miércoles, 18 de enero de 2012

RECORDÁNDOTE de ALFREDO ZITARROSA.



Recordándote de Alfredo Zitarrosa.

Oigo tu voz llamándome
recuerdos que devuelve el tiempo
tu voz me nombra y me duele otra vez,
yo ya no puedo volver.
Tu voz me nombra y me duele otra vez,
yo ya no puedo volver.

Oigo tu voz llamándome,
silencio en el silencio, y siento
que es el vino que me engaña otra vez,
yo ya no puedo volver.
Que es el vino que me engaña otra vez,
yo ya no puedo volver.

La noche es tan amarga y lenta
la zamba te recuerda tanto
que cuando canto me olvido, mi bien
que ya murió tu querer.
Que cuando canto me olvido, mi bien
que ya no puedo volver.

Pienso en tus palabras, recordándote
la noche agranda su silencio
y en él te escucho volviendo a decir:
sin ti no puedo vivir.
Y en él te escucho volviendo a decir:
sin ti no puedo vivir.

Pero las palabras, como el aire son
aliento que se vuelve viento
y así tu amor con el tiempo murió
el viento se lo llevó.
Y así tu amor con el tiempo murió
el viento se lo llevó.


sábado, 14 de enero de 2012

LOS MUCHACHOS de JORGE LEÓNIDAS ESCUDERO.

[lo descubrí hace unos días, cuanto bajo el sol y la luna en esta tierra queda por conocer... y cuanto por saber, experimentar, osar...]

Jorge Leónidas Escudero, Argentina.

Los Muchachos
de JORGE LEÓNIDAS ESCUDERO.

A la mesa del bar van tres amigos
todos los días para ver
extinguirse la mañana.

Hablan de que el río poco agua este año.
Y a ellos qué, pero discuten
como si poseyeran grandes cultivos.

¿Y la política?
¡Ah de los ladrones! Dice alguno
y a otro le viene a la memoria
el robo lejano de su bicicleta.
La plata ya no alcanza para nada se quejan
y arremeten contra la juventud
a la que consideran hoy pervertida.

Pagan de a cada uno el habido
consumo individual y se alejan después con
me duele un pie, esto es artritis, gastritis
me produce el café.

Y el mozo del bar con mirada aburrida
los ve irse a mansalva con cara de inocentes
cuando es público y notorio que están confabulados
y otra vez han asesinado a la mañana.

de Viaje a ir
(1.996)

Jorge Leonidas Escudero, nacido en San Juan en 1920. Abandonó sus estudios de agronomía y se dedicó a la minería. Durante años buscó oro y metales preciosos en las montañas de su provincia. Comenzó a publicar recién a los cincuenta años. Desde entonces se editaron numerosos libros de poesía suyos. Entre ellos: La raíz en la roca, Le dije y me dijo, Piedra sensible, Los grandes jugadores, Basamento cristalino, Umbral de salida, Elucidario, Viaje a ir, Caballazo a la sombra, Aguaiten, Senderear.

jueves, 12 de enero de 2012

INVITACIÓN GAUCHA de Carlos Basabe.

INVITACION GAUCHA

Pase nomás compañero,
 está abierto el gayinero
Tengo un mate preparado
 Con yerba secada al fuego
La calabaza Uruguaya
El rancho ya ni le cuento
Y unos cuantos patacones
Ganados como pocero

Tengo un churrasco de sapo
Saltando sobre las brasas
Una galleta de trincha
Y una hermosa damajuana
El fuego lo hice con bostas
Porque la leña esta cara
Y le aseguro amigazo
Que rescoldo no me falta

Solo preciso una moza
Que me prepare el puchero
Amase unas totas fritas
Debajito del alero
Que encienda el televisor
Y caliente bien la cama
Pa que me cueste salir
A trabajar de mañana
 Mañana será otro día
Pa calentar el garguero
Iré hasta el pueblo y a posta
Compraré vino del bueno
Una de cinco de Pirri
Otra de cinco Favretto
una mas Ruta del Valle
y El lobo de Rio Negro

martes, 10 de enero de 2012

BIEN DE ABAJO - POEMA DE HÉCTOR NEGRO.


Yo soy bien de abajo y anduve a los tumbos
cuerpeando la mala y al fin le gané.
Me pesó en el lomo conservar el rumbo.
Me costó mis golpes, pero no aflojé.

Peleé por la luz que quisieron robarme
y si perdí cosas, salvé lo mejor.
Hoy tengo el orgullo de no doblegarme.
De saber que nadie me vende un buzón.

Por eso mi tango nació retobado.
Porque me he cansado de ver aguantar.
Cuando creo en alguien, me pongo a su lado.
Y si estoy jugado no me vuelvo atrás.

Y si es que mi vida
la vivo a los saltos,
tengo tanto asfalto,
que caigo "parao".

Soy sangre rebelde, muchacho de abajo.
Yo creo en mis brazos, en lo que ellos dan.
Y del lado izquierdo me caigo a pedazos,
cuando unos ojazos me miran de más.

Mi barrio y mi gente escuchan mi credo
que a los barquinazos aprendí a cantar.
Como un canto arisco, donde el sol que muerdo
calienta mis labios para protestar.
Este tango de Héctor Negro y con música de Arturo Penón fue estrenado y grabado en 1967 por la orquesta de Osvaldo Pugliese y la voz de Abel Córdoba. También fue grabado, entre otros, por Miguel Montero y Rubén Juarez.

RUBÉN JUAREZ, acompañado por el maestro José Ogivieki.

viernes, 6 de enero de 2012

MALDICIÓN DE MALINCHE.



La Malinche, Malinalli, Malintzin o doña Marina fue la hija de un cacique mexicano. Su vida tiene mucha leyenda, no existen datos precisos, se mezclan la historia y la leyenda. Fue parte de un grupo de veinte mujeres entregadas o vendidas a Hernán Córtez como esclavas. Ella hablaba la lengua nahuatl, de los aztecas, y la maya. Como aconsejadora, avisaba a Cortés en los costumbres de los aztecas. Como amante dio a luz a un niño que se llamó Martín, el hijo de Cortés por este motivo se la considera como "la madre simbólica del mestizaje en México". Entre los españoles había un sacerdote que había vivido algunos años con un pueblo de lengua maya. Malinche traducía de la lengua azteca a la maya y luego el sacerdote traducía del maya al español. la colaboración de Malinche con los conquistadores de su pueblo dio lugar a una leyenda conocida como La maldición de Malinche. Su actitud ayudó a “conquistar México”. Hoy es sinónimo de mujer traidora. En política es como el cipayo que en el Imperio Británico es el nativo de la India reclutado como soldado al servicio del poder europeo. Un malinchista es una persona que prefiere venderse al oro y los honores del extranjero, que vende su raíz, su patria o sus morales o como dice José Larralde: “se olvide del sol de su bandera haciendolé mandaos a una estrellada”.

La Maldición de la Malinche.
Gabino Palomares o autor desconocido

Del mar los vieron llegar mis
hermanos emplumados
Eran los hombres barbados
de la profecía esperada
Se oyó la voz del monarca
de que el dios había llegado.
Y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado.


Iban montados en bestias
como demonios del malIban
con fuego en las manos
y cubiertos de metal.
Sólo el valor de unos cuantos
les opuso resistencia
Y al mirar correr la sangre
se llenaron de verguenza.


Porque los dioses ni comen
ni gozan con lo robado
Y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.
Y en ese error entregamos
la grandeza del pasado
Y en ese error nos quedamos
trescientos años esclavos.


Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
Nuestra fe, nuestra cultura,
nuestro pan, nuestro dinero.
Y les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrio
Y damos nuestras riquezas
por sus espejos con brillo.


Hoy, en pleno siglo veinte
nos siguen llegando rubios
Y les abrimos la casa
y les llamamos amigos.
Pero si llega cansado
un indio de andar la sierra
Lo humillamos y lo vemos
como extraño por su tierra.


Tu, hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero
Pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo.
Oh, maldición de Malinche,
enfermedad del presente
¿Cuándo dejarás mi tierra..?
¿cuándo harás libre a mi gente?



jueves, 5 de enero de 2012

Cuentos de Lima Quintana tienen música.


Teresa Parodi, Liliana Herrero, Víctor Heredia, Raly Barrionuevo, Rafael Amor, Quilapayún, Verónica Condomí, Luisa Calcumil e Ismael Serrano, entre otros, participaron del disco "Cuentos para los culillos" del libro "Cuentos para no morir" del recordado poeta y escritor Hamlet Lima Quintana.
El CD basado en el libro de Lima Quintana tiene como objetivo acercar estos cuentos a las escuelas y la propuesta surgió desde el área de Derechos Humanos del Municipio de Godoy Cruz, Mendoza, que el año próximo editará una producción en Braille.
Los cuentos musicalizados son los siguientes: "Cuento con un nombre" (Ismael Serrano), "La pajarita de papel" (Eduardo Guajardo), "El árbol de granada" (Luisa Calcumil), "Leyenda del girasol" (Víctor Heredia), "El espantapájaros" (Rafael Amor), "Pluma color verde" (Teresa Parodi), "La mujer de barro" (Raly Barrionuevo), "La deuda" (Mónica Abraham), "Dos historias de él, las hormigas y la cigarra" (Quilapayún), "El títere de oro" (Liliana Herrero), "Historia de gallos" (Verónica Condomí) y "Gente" (Víctor Hugo Cortez).
Sobre la elaboración del CD, Diego Gareca, responsable de Derechos Humanos de la comuna explicó: "Durante un año y medio estuvimos trabajando en este material para presentarlo. Los artistas han colaborado desinteresadamente para contribuir con este proyecto que intenta acercar la literatura a los más pequeños desde una mirada social".
"El objetivo es que mediante este material, los alumnos puedan aprender jugando, escuchando, imaginando, pensando y que a su vez, los adultos sean sus padres, abuelos, hermanos, maestros, y puedan dar rienda suelta a la imaginación y a la esperanza de vivir libremente en un país más justo y solidario", agregó.
Este material ya está disponible en el link de Cultura- Derechos Humanos- Cuentos para los Culillos de la página www.godoycruz.gov.ar.(Télam).


Luisa Calcumil nació en 1945 en un barrio periférico de General Roca, Río Negro. Miembro de la comunidad mapuche y actriz notable, se ha convertido en portavoz insomne de su pueblo.

lunes, 2 de enero de 2012

CANTO DEL VIENTO - ATAHUALPA YUPANQUI.




FRAGMENTO 
“EL CANTO DEL VIENTO” 
de DON ATAHUALPA YUPANQUI.

Y el viento pasa, y se va. Y quedan sobre los pastos las "yapitas" caídas en su viaje.
Esas "yapitas", cuentas de un rosario lírico, soportan el tiempo, el olvido, las tempestades.
Según su condición o calidad, se desmenuzan, se quiebran y se pierden. Otras, permanecen intactas. Otras, se enriquecen, como si el tiempo y el olvido -la alquimia cósmica- les hicieran alcanzar una condición de joya milagrosa.
Pero llega un momento en que son halladas estas "yapitas" del alma de los pueblos. Alguien las encuentra un día. ¿Quién las encuentra? Pues los muchachos que andan por los campos por el valle soleado, por los senderos de la selva en la siesta, por los duros caminos de la
sierra, o junto a los arroyos, a junto a los fogones. Las encuentran los hombres del oscuro destino, los brazos zafreros, los héroes del socavón, el arriero que despedaza su grito en los abismos, el juglar desvelado y sin sosiego.
Las encuentran las guitarras después de vencido el dolor, meditación y silencio transformados en dignidad sonora. Las encuentran las flautas indias, las que esparcieron por el Ande las cenizas de tantos yaravíes.
Y con el tiempo, changos, y hombres, y pájaros, y guitarras, elevan sus voces en la noche argentina, o en las claras mañanas, o en las tardes pensativas, devolviéndole al Viento las hilachitas del canto perdido.
Por eso hay que hacerse amigo, muy amigo del Viento. Hay que escucharlo. Hay que
entenderlo. Hay que amarlo. Y seguirlo. Y soñarlo. Aquel que sea capaz de entender el
lenguaje y el rumbo del Viento, de comprender su voz y su destino, hallará siempre el rumbo, alcanzará la copla, penetrará en el Canto.