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miércoles, 3 de septiembre de 2025

ODA PARA ANDAR EN BICICLETA de Jorge Castañeda.

 


ODA PARA ANDAR EN BICICLETA.
de Jorge Castañeda.

Oh, amiga
Bicicleta
Cuánta magia
Tienen tus
Dos ruedas.
Del camino
Compañera
Cómo una
Mujer coqueta
Dejando trás de tí
Una sola huella.
Mi infancia
Pedalea
Ay, andando
Por la vereda.
Dónde te habrás
Quedado
Olvidada y vieja?
Hoy tu recuerdo
Me queda
Mi querida
Bicicleta.

Jorge Castañeda escritor patagónico - Valcheta (provincia de Río Negro), Patagonia Argentina.

sábado, 17 de agosto de 2019

ODA AL REY DE HARLEM – FEDERICO GARCÍA LORCA.

Con una cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
Fuego de siempre dormía en los pedernales,
y los escarabajos borrachos de anís
olvidaban el musgo de las aldeas.
Aquel viejo cubierto de setas
iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del rey
y llegaban los tanques de agua podrida.
Las rosas huían por los filos
de las últimas curvas del aire,
y en los montones de azafrán
los niños machacaban pequeñas ardillas
con un rubor de frenesí manchado.

Es preciso cruzar los puentes
y llegar al rubor negro
para que el perfume de pulmón
nos golpee las sienes con su vestido
de caliente piña.

Es preciso matar al rubio vendedor de aguardiente
a todos los amigos de la manzana y de la arena,
y es necesario dar con los puños cerrados
a las pequeñas judías que tiemblan llenas de burbujas,
para que el rey de Harlem cante con su muchedumbre,
para que los cocodrilos duerman en largas filas
bajo el amianto de la luna,
y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de las cocinas.

¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje.

Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil.
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre
y los muchachos se desmayaban en la cruz del desperezo.
Ellos son.
Ellos son los que beben el whisky de plata junto a los volcanes
y tragan pedacitos de corazón por las heladas montañas del oso.

Aquella noche el rey de Harlem con una durísima cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro,
los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.

Negros, Negros, Negros, Negros.

La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de las pieles,
viva en la espina del puñal y en el pecho de los paisajes,
bajo las pinzas y las retamas de la celeste luna de cáncer.

Sangre que busca por mil caminos muertes enharinadas y ceniza de nardo,
cielos yertos, en declive, donde las colonias de planetas
rueden por las playas con los objetos abandonados.

Sangre que mira lenta con el rabo del ojo,
hecha de espartos exprimidos, néctares de subterráneos.
 Sangre que oxida el alisio descuidado en una huella
 y disuelve a las mariposas en los cristales de la ventana.

Es la sangre que viene, que vendrá
por los tejados y azoteas, por todas partes,
para quemar la clorofila de las mujeres rubias,
para gemir al pie de las camas ante el insomnio de los lavabos
y estrellarse en una aurora de tabaco y bajo amarillo.

Hay que huir,
huir por las esquinas y encerrarse en los últimos pisos,
porque el tuétano del bosque penetrará por las rendijas
para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse
y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química.

Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.

El olvido estaba expresado por tres gotas de tinta sobre el monóculo,
el amor por un solo rostro invisible a flor de piedra.
Médulas y corolas componían sobre las nubes
un desierto de tallos sin una sola rosa.

A la izquierda, a la derecha, por el sur y por el norte,
se levanta el muro impasible
para el topo, la aguja del agua.
No busquéis, negros, su grieta
para hallar la máscara infinita.
Buscad el gran sol del centro
hechos una piña zumbadora.

El sol que se desliza por los bosques
seguro de no encontrar una ninfa,
el sol que destruye números y no ha cruzado nunca un sueño,
el tatuado sol que baja por el río
y muge seguido de caimanes.

Negros, Negros, Negros, Negros.

Jamás sierpe, ni cebra, ni mula
palidecieron al morir.
El leñador no sabe cuándo expiran
los clamorosos árboles que corta.
Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey
a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas.
Entonces, negros, entonces, entonces,
podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas,
poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas
y danzar al fin, sin duda, mientras las flores erizadas
asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo.

¡Ay, Harlem, disfrazada!
¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!
Me llega tu rumor,
me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores,
a través de láminas grises
donde flotan tus automóviles cubiertos de dientes,
a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos,
a través de tu gran rey desesperado
cuyas barbas llegan al mar.

martes, 14 de agosto de 2012

BICIPOEMAS ARGENTINOS - LA BICICLETA BLANCA DE HORACIO FERRER.



LA BICICLETA BLANCA escrito por Horacio Ferrer en 1970 (¡hace unos años yá!).
Ástor Piazzolla le puso música (polca-tango).
Dicen que es una metáfora del martirio de Jesús en la tierra.

LA BICICLETA BLANCA.
Lo viste. Seguro que vos también, alguna vez, lo viste: te hablo de ese eterno ciclista solo, tan solo, que repecha las calles por la noche.
Usa las botamangas del pantalón bien metidas en las medias y una boina calzada hasta las orejas, ¿te fijaste? Nadie sabe, no, de dónde cuernos viene, jamás se le conoce a dónde diablos va.
De todos modos, si lo vieras pasar, miralo con mucho Amor: puede que sea, otra vez...

El flaco que tenía la bicicleta blanca;
silbando una polkita cruzaba la ciudad.
Sus ruedas, daban pena: tan chicas y cuadradas
¡que el pobre se enredaba la barba en el pedal!

Llevaba, de manubrio, los cuernos de una cabra.
Atrás, en un carrito, cargaba un pez y un pan.
Jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas,
y él mismo se animaba, gritando al pedalear.

"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Meté, flaquito corazón!
Vos sabés que ganar
no está en llegar sino en seguir..."

Todos, mientras tanto, en las veredas,
revolcándonos de risa
¡lo aplaudimos a morir!
y él, con unos ojos de novela,
saludaba, agradecía,
y sabía repetir:

"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Dale con todo, Dale, Dios!..."

Pero cierta noche, su horrible bicicleta con acoplado entró a sembrar una enorme cola fosforescente. ¡Increíble!: los pungas devolvían las billeteras en los colectivos; los poderosos terminaban con el hambre; los ovnis nos revelaban el misterio de la Paz; el Intendente, en persona, rellenaba los pozos de la calle, y hasta yo, pibe, yo que soy las penas, lloré de alegría bailando bajo esa luz la polka del ciclista.

Después, no sé, ¡te juro!, por qué siniestra rabia,
no sé por qué lo hicimos ¡lo hicimos sin querer!,
al flaco, ¡pobre flaco!, de asalto y por la espalda,
su bicicleta blanca le entramos a romper.

Le dimos como en bolsa, si asco, duro, en grande:
la hicimos mil pedazos... Y, al fin, yo vi que él,
mordiéndose la barba, gritó: "¡Que yo los salve!..."
Miró su bicicleta, sonrió, se fue de a pie.

(Mi viejo Flaco Nuestro que andabas en la Tierra: ¿Cómo te olvidaste que no somos ángeles sino hombres y mujeres?)

Flaco,
no te quedes triste,
todo no fue inútil,
no pierdas la fe...
en un cometa con pedales
¡dale que te dale!
yo sé que has de volver...


 "Vos sabés que ganar/ no está en llegar sino en seguir"

La Bicicleta Blanca, ese maravilloso poema de Horacio Ferrer con música de Astor Piazzola repite: ... "vos sabés que ganar/ no está en llegar sino en seguir..." El triunfo, el éxito, la costumbre de ganar envilecen, embriagan, crean espejismos de perfección. La derrota, en cambio nos pone en el justo lugar de quiénes somos y de dónde estamos parados. El fracaso dimensiona la dicha, aporta reflexión, te hace dudar, prueba, desafía, cuestiona, regala humildad, te engrandece.
El triunfo te grita y la derrota te susurra. El éxito te sacude y te saca del lugar donde estás. La pérdida te hace mirar para adentro.
Qué difícil paradoja comprender que las victorias pueden empequeñecerte y que las derrotas -por el contrario, engrandecerte.
La sociedad se ensaña en transmitirnos que sólo importa ganar. En los deportes, en la política y en las mesas de café el dogma es que hay que ganar a cualquier precio. Estos días, la realidad volvió a pegarnos una cachetada y en la Argentina de la soberbia y de la hipocresía ya deberíamos haber aprendido a perder.

Autor: Federico van Mameren, Diario "La Gaceta" (Tucumán), 28 de junio de 2011.



RAÚL LAVIÉ Y UNA DE LAS VERSIONES DE "LA BICICLETA BLANCA" QUE MÁS GUSTA...


domingo, 5 de agosto de 2012

JOSÉ BICICLETA de Remo Sgró Namuncurá.


JOSÉ BICICLETA - 1979
Canción.
Autor de letra y música:
 Remo Sgró Namuncurá.


Son de metralla, uniformes pegados a la piel. Rencor de balas entre trinchera y trinchera. La llama destructiva de la guerra estaba encendida y elevada en tono de muerte las contradicciones del viejo mundo. Y muchos, como Don Marinetti, marcharon al frente de batalla, donde sobrevivir era la tarea cotidiana. El miedo, el horror, la muerte y el hambre ganarían para siempre su memoria. Cuando los caminos fueron despejados de ruinas, la desolación y la pérdida agigantaron su dolor llevándolo a comprender que no había lugar para él en Europa. El horizonte estaba en América. Y el lugar fue Villa Regina, donde se asentó su familia. Su destino de inmigrante sin regresos ni renuncias estaba cifrado. Pero los fantasmas del horror cruzaron con él el océano y lentamente embriagaron su razón convirtiéndolo para los reginenses en testimonio de un pasado europeo que muchos vivieron. Su bicicleta y su viejo uniforme se perdieron ya en la historia. Tal vez; Don Marinetti, con "su sonrisa lejana", vuelva en esta canción.

Palabras que figuran en la presentación del poema JOSÉ BICICLETA.

JOSÉ BICICLETA.

Bicicleta muda
y un viejo uniforme,
solito en la vida
Giussepe se esconde.

Llegó desde lejos,
desnudo de cielo,
buscando en mi tierra,
su descanso bueno.

Medido de trabajo,
fue pan de memorias
y halló en  el mal vino,
la burla y su honra.

José, con miedos perdidos,
va por las calles
y no sabe que hacer.
José, con miedos perdidos.
Va por la vida
y no sabe quien es.

Pesadilla ronca
de fusil y arena,
quemó la esperanza
de la tierra nueva.

Sonrisa lejana,
de una paz a medias
la gente y mi pueblo.
Ignoran su pena.

Con gusto a destierro
protege su alma
la queja no cuenta
soñando su Italia.

José, con miedos perdidos,
va por las calles
y no sabe que hacer.
José, con miedos perdidos
Va por la vida
y no sabe quien es.



viernes, 29 de julio de 2011

BICIPOEMAS... PABLO NERUDA POEMAS...


ODA A LA BICICLETA.
1956
Pablo NERUDA

Iba
por el camino
crepitante:
el sol se desgranaba
como maíz ardiendo
y era
la tierra
calurosa
un infinito círculo
con cielo arriba
azul, deshabitado.

Pasaron
junto a mí
las bicicletas,
los únicos
insectos
de aquel
minuto
seco del verano,
sigilosas,
veloces,
transparentes:
me parecieron
sólo
movimientos del aire.

Obreros y muchachas
a las fábricas
iban
entregando
los ojos
al verano,
las cabezas al cielo,
sentados
en los
élitros
de las vertiginosas
bicicletas
que silbaban
cruzando
puentes, rosales, zarza
y mediodía.

Pensé en la tarde cuando los muchachos
se laven,
canten, coman, levanten
una copa
de vino
en honor
del amor
y de la vida,
y a la puerta
esperando
la bicicleta
inmóvil
porque
sólo
de movimiento fue su alma
y allí caída
no es
insecto transparente
que recorre
el verano,
sino
esqueleto
frío
que sólo
recupera
un cuerpo errante
con la urgencia
y la luz,
es decir,
con
la
resurrección
de cada día.

TEXTOS Y CONTEXTOS.

Pueblo, del sufrimiento nació el orden.


Del orden tu bandera de victoria ha nacido.”


Canto general.

XVII

La tierra se llama Juan


Detrás de los libertadores estaba Juan

trabajando, pescando y combatiendo,


en su trabajo de carpintería o en su mina mojada.


Sus manos han arado la tierra y han medido


los caminos.

Sus huesos están en todas partes.


Pero vive. Regresó de la tierra. Ha nacido.


Ha nacido de nuevo como una planta eterna.


Toda la noche impura trató de sumergirlo

y hoy afirma en la aurora sus labios indomables.


Lo ataron, y es ahora decidido soldado.


Lo hirieron, y mantiene su salud de manzana.

Le cortaron las manos, y hoy golpea con ellas.


Lo enterraron, y viene cantando con nosotros.


Juan, es tuya la puerta y el camino.


La tierra

es tuya, pueblo, la verdad ha nacido


contigo, de tu sangre.


No pudieron exterminarte. Tus raíces,


árbol de humanidad,


árbol de eternidad,

hoy están defendidas con acero,


hoy están defendidas con tu propia grandeza


en la patria soviética, blindada,


contra las mordeduras del lobo agonizante.

Pueblo, del sufrimiento nació el orden.


Del orden tu bandera de victoria ha nacido.


Levántala con todas las manos que cayeron,


defiéndelas con todas las manos que se juntan:


y que avance a la lucha final, hacia la estrella

la unidad de tus rostros invencibles.

El escritor checo Jan Neruda jamás hubiese pensado que el joven chileno Neftalí Ricardo Reyes Basoalto elegiría su apellido para convertirlo en paradigma de la poesía comprometida. Pablo Neruda fue un digno representante del pueblo: hijo de un campesino, obrero portuario y ferroviario. Antes de que su poesía pase a ser representativa de las necesidades de su gente, interviene en la vanguardia y, siendo muy joven, ya había escrito exitosos versos modernistas. Su vida diplomática lo lleva a ser amigo del más grande de los poetas rupturista de América latina: César Vallejo. También conoció a Federico García Lorca en Buenos Aires. Por apoyar a la República española fue destituido de su cargo diplomático, hasta que en 1939 el Frente Popular chileno lo nombra nuevamente cónsul. Seis años después es elegido senador por el Partido Comunista. Gabriel González Videla, presidente chileno, traiciona y persigue al comunismo y Neruda debe exiliarse en la clandestinidad. A comienzos de 1970 renuncia a su candidatura presidencial en favor de Salvador Allende. Al año siguiente viaja a Estocolmo para recibir el Premio Nobel de Literatura y representa al gobierno de la Unidad Popular en Francia. En 1972 regresa a Chile y en el Estadio Nacional de Santiago es aclamado con fervor por el pueblo. Durante el derrocamiento de Salvador Allende los militares de Pinochet destruyen sus casas en Santiago y Valparaíso. Neftalí Ricardo Reyes Basoalto muere una semana y media después.

http://textosycontextos.telam.com.ar/?p=136

miércoles, 27 de julio de 2011

BICIPOEMAS.... La bicicleta con alas de José Pedroni (1.967).


BICIPOEMAS DE BARDA SUREÑA.


La bicicleta con alas
de José Pedroni
(1.967).

La bicicleta un día va a volar.
La bicicleta de todos.
Ya lo verán.
Le están saliendo las alas.
Son de verdad.

El niño quiere que vuele,
y volará.
El niño irá por el aire
a comprar el pan;
dará una vuelta al campanario
de paloma y cal.
El niño y la paloma
sobre la ciudad.
El niño acompañando al ganso blanco
Eso se verá.

Le están saliendo las alas.
Ven a mirar.
Mira como el lirio de los campos.
No pienses mal.

Las altas tienen miedo de algo.
Salen y vuelven a entrar.
Miedo de nosotros,
quizás.

Junto al caballo es que desciende el ánsar
crespuscular.
Cuando me ve,
se va.
¿Quién soy?
¿Por qué se va?

Tan pronto los hombres
ganen la paz,
la bicicleta de todos
volará.
La que duerme en la puerta de los cines
volará.
La del cartero
volará.
La de la reina Guillermina,
volará.
La mía -y tuya-
volará.
Por arriba del humo y los cables
me verás.

La bicicleta tendrá un solo nombre:
Libertad.
El ángel de las aguas
ya no se irá.

Calle ancha del cielo
para mirar.
Flores que nunca vimos,
aquí, allá.
Habrá tiempo para mirar.
Cuánto tiempo perdido,
¡ay!

Tán pronto los hombres
dejen de guerrear,
la bicicleta del mundo
volará.
Todos los pueblos tendrán un velódromo
donde los niños correrán.
De allí alzarán el vuelo.
Darán una vuelta sobre el mar.
Si no lo hubiera
sobre el trigal;
si no lo hubiera
irán donde lo haya y volverán.
Ir y volver
será como cantar.
Porque la bicicleta tendrá alas de verdad.
La del cartero, la de la reina Guillermina.
Nadie se caerá.

Todo es cuestión que los hombres
ganen la paz.



José Pedroni nacido con la primavera argentina del 21 de septiembre de 1899. Era hijo de Gaspar Pedroni y de Felisa Fantino, ambos inmigrantes piamonteses que vivían en la provincia de Santa Fé. Falleció en el año 1968 en Mar del Plata.