martes, 31 de mayo de 2016

París, postal del cielo por Jaime Gil de Biedma y Alba (Barcelona, 13 de noviembre de 1929 - Barcelona, 8 de enero de 1990).


Ahora, voy a contaros
cómo también yo estuve en París, y fui dichoso.

Era en los buenos años de mi juventud,
los años de abundancia
del corazón, cuando dejar atrás padres y patria
es sentirse más libre para siempre, y fue
en verano, aquel verano
de la huelga y las primeras canciones de Brassens,
y de la hermosa historia
de casi amor.

Aún vive en mi memoria aquella noche,
recién llegado. Todavía contemplo,
bajo el Pont Saint Michel, de la mano, en silencio,
la gran luna de agosto suspensa entre las torres
de Notre-Dame, y azul
de un imposible el río tantas veces soñado
It's too romantic, como tú me dijiste
al retirar los labios.

¿En qué sitio perdido
de tu país, en qué rincón de Norteamérica
y en el cuarto de quién, a las horas más feas,
cuando sueñes morir no te importa en qué brazos,
te llegará, lo mismo
que ahora a mí me llega, ese calor de gentes
y la luz de aquel cielo rumoroso
tranquilo, sobre el Sena?

Como sueño vivido hace ya mucho tiempo,
como aquella canción
de entonces, así vuelve al corazón,
en un instante, en una intensidad, la historia
de nuestro amor,
confundiendo los días y sus noches,
los momentos felices,
los reproches

y aquel viaje —camino de la cama—
en un vagón del Metro Étoile-Nation.

lunes, 30 de mayo de 2016

EL AROMO de ROMILDO RISSO.


Hay un aromo nacido
en la grieta de una piedra.
Parece que la rompió
pa’ salir de adentro de ella.

Está en un alto pelao
no tiene ni un yuyo cerca
viéndolo solo y florido
tuíto el monte lo envidea.

Lo miran a la distancia
árboles y enredaderas,
diciéndose con rencor
¡pa’ uno solo, cuánta tierra!

En oro le ofrece al sol
pagar la luz que le presta
y como tiene de más,
puñao por el suelo siembra.

Salud, plata y alegría
tuíto al aromo le suebra
asegún ven los demás
desde el lugar que lo observan.

Pero hay que dir y fijarse
cómo lo estruja la piedra,
fijarse que es un martirio
la vida que le envidean.

En ese rajón el árbol
nació por su mala estrella,
y en vez de morirse triste
se hace flores de sus penas.

Como no tiene reparo
todos los vientos le pegan,
las heladas lo castigan,
l’agua pasa y no se queda.

Ansina vive el aromo
sin que ninguno lo sepa
con su poquito de orgullo
porque justo es que lo tenga.

Pero con l’alma tan linda
que no le brota una queja
que no teniendo alegrías
se hace flores de sus penas.
Eso habrían de envidiarle
los otros si lo supieran.

Pero con ‘l alma tan linda
que no le brota una queja,
que no teniendo alegrías
se hace flores de sus penas.

Romildo Risso fue un narrador y poeta gauchesco uruguayo. Parte de sus textos son conocidos por haber sido interpretados por artistas como Atahualpa Yupanqui, Santiago Chalar y Alfredo Zitarrosa.

domingo, 29 de mayo de 2016

¡Adiós! de Alfonsina Storni.

Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!

Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!

¡Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán!
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!

¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más!...

sábado, 28 de mayo de 2016

Contra Jaime Gil de Biedma - Jaime Gil de Biedma.


Contra Jaime Gil de Biedma.

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma y Alba 
Barcelona13 de noviembre de 1929 - Barcelona8 de enero de 1990.

viernes, 27 de mayo de 2016

IDILIO EN EL CAFÉ - Jaime Gil de Biedma.

IDILIO EN EL CAFÉ. 

Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos —qué latido
de la sangre en los párpados— y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.

No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con ojos vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.

Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio

              y este beso igual que un largo túnel.

jueves, 26 de mayo de 2016

LA PODA un recitado de recordado Hugo Giménez Agüero.

Llegó el tiempo de la poda,
Y en las tijeras del viento
Soltó la luna escarchada
Sobre las ramas sus rayos
Y un árbol me habló de patria Un 25 de Mayo.

Quienes son los que pretenden
Borrar con el codo ajeno
La sombra de aquel abuelo
Que se defiende en el bajo
Sin importarles carajo
Y en actitud de robar
Como queriendo entregar
Los frutos de nuestras ramas
Decretando sin piedad
De la noche a la mañana.

Ah tronco de soledades
Semilla de los pioneros
Estás aferrado al suelo
Y nadie te ha de arrancar.
El poder puede soltar
Mil piedras en el camino
Pero ha de ser tu destino
Andar siempre de a caballo
Peleándole a los cipayos
Que te hablan de integridad.

Los copos de tanta nieve
No han podido doblegarme
Porque mi savia es la sangre
Del pueblo santacruceño
Y los que se sientan dueños
Como para disponer
Un día habrán de saber
Que cada lenga en el viento
Lleva un corazón adentro
Y el coraje a flor de piel.

Con autos de corrupción
No habrán de frenar el puerto
y si en un primer momento
Nos falta la zona franca
y pretenden regalar
Los hielos continentales
Mi rancho no tendrá trancas
Ni candados ni llaveros
Ni han de servir las mordazas
Para callar a mi gente
Pues reviente quien reviente
Mi Santa Cruz es primero.

miércoles, 25 de mayo de 2016

FIESTA PATRIA de BORIS ELKIN.

—Venga p’acá, m’hijo,
y siéntese a lo gaucho, junto al fuego,
pa’contarle a su tata todo lo que vio hoy,
que le dio permiso pa’ir al pueblo.
¿Taban lindos los festejos patrios?

—Pa’decir la verdad... ¡yo ni me acuerdo!
Iba tanta gente por la plaza
haciendo tanta bulla, tanto estruendo,
que salí como zonzo y almariado
de esa que más que una plaza era un infierno.

—Y aura, contésteme esta pregunta
que de la vaina se me está saliendo:
¿sabe m’hijo lo que es el patriotismo?

—Y... el patriotismo es, por lo que veo,
salir pa’un 25 ‘e mayo o un 9 ‘e julio
luciendo el trajecito dominguero,
vivar a la bandera azul y blanca,
llevar botones lindos en el pecho
y subir, como dicen a la tribuna
pa’dende arriba, discursearle al pueblo.


—¡Todo ese patriotismo que usté vido
no vale un pucho ‘e tabaco negro!
Porque no es patriotismo andar gritando
todos amontonados como borregos,
ni lucir los colores de la patria
cuando se lucen pa’adornar el pecho,
ni tampoco subir a la tribuna
y decir cosas que se las lleva el viento...
El verdadero patriotismo, m’hijo,
lo demostraron nuestros bisagüelos,
allá por Tucumán, en Ayacucho,
en Suipacha, Maipú y San Lorenzo,
peliando como liones por la patria,
conquistando de a jemes el terreno,
y cruzando después la cordillera
pa’darle una manito a los chilenos.
Pero jue patriotismo sin alardes,
no llevaron más lujo sobre el pecho
que la rosa de sangre que el mosquete,
al escupir, les dibujó de lejos.
Y hay también otra clase ‘e patriotismo
que a juerza de mirarlo ni lo vemos,
y es el patriotismo de los hombres
que engrandecen el país con sus esjuerzos.
Trabajando, muchacho, arqueando el lomo,
martillando los fierros,
destripando terrones con la reja
pa’llenar hasta el tope los graneros;
recortando ladrillos,
levantando edificios pa’colegios
y estudiando los libros
pa’mañana o pasao llegar a maestro
y enseñarle a escribir a los muchachos
y a sacar unas cuentas por menos.
El otro patriotismo, el que usté vido...
¡No vale un pucho ‘e tabaco negro!

martes, 24 de mayo de 2016

Para que yo me llame Ángel González de Ángel González

Para que yo me llame Ángel González.

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
Ángel González Muñiz (Oviedo6 de septiembre de 1925 – Madrid12 de enero de 2008) fue un poeta español de la Generación del 50.

lunes, 23 de mayo de 2016

El día se ha ido de Ángel González.

Ahora andará por otras tierras,  

llevando lejos luces y esperanzas,  
aventando bandadas de pájaros remotos,  
y rumores, y voces, y campanas,  
-ruidoso perro que menea la cola  
y ladra ante las puertas entornadas.


(Entretanto, la noche, como un gato  
sigiloso, entró por la ventana,  
vio unos restos de luz pálida y fría, y 
se bebió la última taza.)


Sí;  
definitivamente el día se ha ido.  
Mucho no se llevó (no trajo nada);  
sólo un poco de tiempo entre los dientes,  
un menguado rebaño de luces fatigadas.  
Tampoco lo lloréis.  Puntual e inquieto,  
sin duda alguna, volverá mañana.  
Ahuyentará a ese gato negro.  
Ladrará hasta sacarme de la cama.

Pero no será igual. Será otro día.
Será otro perro de la misma raza.

domingo, 22 de mayo de 2016

Domingo de Ángel González.

Domingo.


Domingo, flor de luz, casi increíble
día. Bajas sobre la tierra
como un ángel inútil y dorado.
Besas
a las muchachas
de turbia cabellera,
vistes de azul marino
a los hombres que te aman, y dejas
en las manos del niño
un aro de madera
o una simple esperanza. Repartes
golondrinas, globos de primavera,
te subes a las torres
y giras las veletas
oxidadas. Tu viento agita faldas
de colores, estremece banderas,
lleva lejos canciones
y sonrisas, llena
las estancias de polvo plateado.


Los árboles esperan
tu llegada
para cubrirse de gorriones. Sabe más fresca
el agua de las fuentes.
Las campanas dispersan
palomas imprevistas
que vuelan
de otro modo.
No hay nadie que no sepa
que es domingo,
domingo.
Tu presencia
de espuma lava,
eleva,
hace flotar las cosas y los seres
en un nítido cielo que no era
-el lunes- de verdad:
apenas desteñido papel, vidrio olvidado,
polvo tedioso sobre las aceras.


sábado, 21 de mayo de 2016

Palabra muerta, palabra perdida de Ángel González.

Palabra muerta, palabra perdida.

Mi memoria conserva apenas solo 
el eco vacilante de su alta melodía: 
lamento de metal, rumor de alambre, 
voz de junco, también 
latido, vena. 
Recuerdo claramente su erre temblorosa, 
su estremecida erre suspendida 
sobre un abismo de silencio y ámbar, 
desprendiéndose casi 
de la música oscura que por detrás la asía, 
defendiéndose apenas 
del cálido misterio que la alzaba en el aire 
creando un solo cuerpo de luz y de belleza. 
Luminosa y precisa, 
yo la sentía en mi ser profundamente, 
sabía su sentido, 
descifraba sin llanto su mensaje, 
porque acaso ella fuese 
-o sin acaso: cierto- 
la única palabra irrefrenable 
que mi sangre entendía y pronunciaba: 
una palabra para estar seguro, 
talismán infalible 
significando aquello que nombraba. 
Como un perfume que lo explica todo, 
como una luz inesperada, 
su presencia de viento y melodía 
hería los sentidos, golpeaba 
el corazón, 
estremecía la carne 
con el presentimiento verdadero 
de la honda realidad que descubría. 
Pronunciarla despacio equivalía 
a ver, a amar, a acariciar un cuerpo, 
a oler el mar, a oír la primavera, 
a morder una fruta de piel dulce. 
Todo ocurría así, hasta que un día 
la dije bien, y no entendí su cántico. 
La grité clara, la repetí dura, 
y esperé ávidamente, 
y percibí, lejano, 
un eco inexplicable, infiel 
reflejo 
que en vez de iluminar, oscurecía, 
que en vez de revelar, cubrió de tierra 
la imprecisa nostalgia de su antiguo mensaje. 
Cuando un nombre no nombra, y se vacía, 
desvanece también, destruye, mata 
la realidad que intenta su designio. 
Ángel González fue un poeta, catedrático y ensayista español nacido en Oviedo en 1922 pertenecía a una familia de clase media venida a menos a causa de la guerra civil española.
Es en plena guerra civil que su hermano Manuel es asesinado cuando Oviedo se encontraba en poder de los franquistas.
Fue maestro nacional, licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y periodista por la Escuela Oficial  de Periodismo de Madrid.
Fue galardonadocon el Premio Antonio Machado en 1962,  el Premio Príncipe de Asturias en 1985, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1996 y el Primer Premio
Internacional de Poesía Ciudad de Granada en el año 2004.
En sus últimos años enseñó Literatura Española Contemporánea en la Universidad de Alburquerque y profesor visitante de las de Nuevo México, Utah, Maryland y Texas.
Falleció en Madrid el 12 de enero de 2008.

viernes, 20 de mayo de 2016

La apasionante historia de "La López Pereyra".


LA LOPEZ PEREYRA.

Yo quisiera olvidarte
Me es imposible mi bien, mi bien
Tu imagen me persigue
Tuya es mi vida, mi amor también

Y cuando pensativo
Yo solo estoy,
Deliro con la falsía
Con que ha pagado mi amor, tu amor


Si yo pudiera tenerte
A mi lado todo el día
De mis ocultos amores
Paloma te contaría


Pero es inútil mi anhelo, jamás, jamás,
Vivo solo para amarte,
Callado y triste,
Llorar, llorar


 Me has dicho que no me quieres
pero eso no es un motivo
me privas de tu mirada
mi alma, sin ella no vivo

Voy a esconderme a una selva
solo a llorar
pueda ser que en mi destierro
tus ojos negros pueda olvidar

En una noche serena
al cielo azul miré, miré
contemplando a las estrellas
a la más bella le pregunté

Si era ella la que alumbraba
tu amor, mi amor
para pedirle por ella
al Dios piadoso resignación.

Fue inscripta en SADAIC en 1958 y unos diez años más tarde se falló en favor del salteño, hubo una apelación y en definitiva se fueron más de veinte años hasta el fallo ratificatorio y definitivo
Amigos de Cresseri no confiaban para nada en la labor de recopilación de Chazarreta y crearon una letra burlona, sin sutilezas, para cantar con la melodía de la zamba:

Esta zamba fue robada
por don Andrés Chazarreta
al viejo don Artidorio
que duerme bajo la tierra.

Y es bueno que ustedes sepan
que aquel ladrón
se llevó el broche de oro
cobrándose derechos de autor.

Por los campos tucumanos
llevan preso a un santiagueño
por haberse hallado un caso
antes que pierda el dueño.

Y para justificarse
le dijo al juez,
Señor juez no me condene
yo soy sobrino de don Andrés

Yo canto de este modo
porque mi'e olvidau la letra
pero lo que no me olvido sí,
es el robo de Chazarreta.

Esta zamba es más salteña
que el cigarrillo de Villagrán
y tiene sabor a coca
y a cacharpaya de carnaval.

Don Artidorio Creseri.

Dice Todo Tango:

La historia de los derechos autorales es muy extensa y muchos datos se podrían agregar, incluso para perfeccionar lo hasta aquí relatado. Tenemos el ofrecimiento de recorrer hoja por hoja los varios tomos de expedientes que resultaron de tal porfía. Pero dejamos esto en un segundo plano para referirnos al impacto que en Buenos Aires produjo la melodía.

Seguramente fue ejecutada en la presentación del conjunto de don Andrés Chazarreta, en el mes de marzo de 1921, en el teatro Politeama. Pues en ese mismo año y en el siguiente se producen dos hechos muy significativos.

El primer nombre que surge es el de Adolfo Rosquellas, un muchacho que gozaba de la buena situación económica de sus padres, que era músico aficionado y viajero. Compuso el tango "Una pena", grabado por Gardel y, con anterioridad, había tenido éxito con el tango "Pura clase".

En 1921 da a conocer otro tango: "Cap Polonio". Este título alude al nombre de un lujoso barco de turismo que, recorriendo los mares del sur y extendiéndose hasta Brasil por el norte, hacía pasar distendidas jornadas de ocio a sectores adinerados de nuestra sociedad. Y algunos buenos ratos, sin dudas, se debían a las actuaciones de la orquesta que permanecía a bordo y que, en varias ocasiones, fuera dirigida por Francisco Lomuto, acompañado por músicos que años más tarde tuvieron una destacada actuación en el tango. Uno de ellos fue Rosquellas, que rememorando momentos vividos, pese a su juventud, realizó el homenaje. Muy pronto su situación económica cambia y lo que era una afición se trocó en profesión. Viajó a Norteamérica y allí fue exitoso, grabó numerosos discos con su orquesta denominada Don Pancho.

¿Por qué destacamos "Cap Polonio"? En 1922 fue llevado al disco, con buena repercusión de ventas, por el conjunto de Roberto Firpo y allí se escucha una primera parte, sin ningún atractivo musical que suena a modo de introducción, pero en la segunda, sí se destaca la melodía, sorprendiendo las notas de "La López Pereyra".

No tenemos conocimiento que esta apropiación, aunque parcial, haya provocado alguna protesta. Es posible que esto no ocurriera por el hecho de estar en tiempo de tango o bien porque no figuraba como autor Chazarreta.

En ese mismo año "Cap Polonio" es registrado en solo de piano por Enrique Delfino, lo cual realza los valores de la composición, por el alto nivel que como autor ya ostentaba Delfino y porque, además, él era de dar preferencia a su propia obra.

Es importante destacar que el tango en cuestión había causado suceso. Tanto es así que Ignacio Corsini le solicita al letrista Juan Andrés Caruso que le ponga letra y lo graba de inmediato. El resultado fueron unos versos que nada tuvieron que ver con el barco. Se refieren a las aventuras palurdas de un tal Julián.

En 1927 la orquesta de Francisco Lomuto lo incorporó a su discografía. Luego en 1948 lo hizo el trío de Ciriaco Ortiz y en la década del 70 los extravagantes Tuba Tango.

Otra curiosidad es cuando, en 1964, José Canet, realiza su propia adaptación de la zamba en tiempo de tango y solamente quita el artículo "la" al título original, por tratarse precisamente de un tango. Así surge el tango "López Pereyra", que con el acompañamiento de sus guitarras, es registrado fonográficamente con la letra original por el cantor Alberto Marino.

Pero el impacto provocado en 1922 no se agota en lo hasta aquí relatado. Ese año el dúo Gardel-Razzano tiene en su repertorio una tonada titulada "El sapo y la comadreja". Cuando resuelven llevarla al disco, se enteran que no es un tema popular y por lo tanto anónimo, sino que pertenece al reconocido criollista Cristino Tapia. Autor de más de 200 temas y catorce de ellos llevados más adelante al disco por Carlos Gardel.

Entonces -según acota Orlando del Greco- le preguntaron a Tapia y éste contestó que no era el autor, que él la escuchó alguna vez y sólamente le adosó algunos versos para poder cantarla. Asunto resuelto, se hizo el disco figurando el dúo y el mismo Tapia como autores.

¿A qué viene esta historia? Viene porque la melodía de la tonada es exactamente igual a la de "La López Pereyra", y más nítida aún que en "Cap Polonio"; ya que aquí no existe introducción ni primera parte. Aquí las guitarras hacen una breve entrada y después surgen las tres historias apenas humorísticas. Luego cada una las guitarras hace un puente y continúa tal cual la melodía que conocemos. En el año 1940 la grabó Charlo, que la transforma ligeramente gracias a los matices y fiorituras que incorpora jugando con su calidad vocal, totalmente presente en este registro.

Por último y volviendo a Artidorio Cresseri, aquellos que lo defienden de los que han dicho que no era más que otro compilador que se adelantó a Chazarreta -lo cual es muy posible- han enumerado por lo menos cuatro títulos de su autoría: Zamba para Palmira, Bailecito de Bolivia (bailecito), "Al pié del Chañí" (Vals) y "Ofrenda" (vals).

La López Pereyra.

...O quizás un cuchillo o vaya uno a saber de que desgraciada manera fatal, este compositor bohemio y músico empedernido despenó a la causante de sus descontrolados celos. Lo indudable es que don Artidorio Cresseri estuvo enamorado hasta los huesos de la víctima de la demencial actitud. Y si no ha sido así, cómo pudo recordarla en su forzado encierro de una manera tal que no recuerdo salteño y muchísimos más que no la cante o la sepa (mal, regular o bien) y la entone como algo propio y por su cualidad de innegable himno salteño.

El contexto metafórico no conlleva ni un dejo de despecho, rabia, indignación o algo muy oculto o “entre líneas” que deje entrever “algo” de pequeñez o chatura. Todo el texto es una tristísima elegía de enamoradísimo ser que ante la adversidad irreversible, derrama su alma en cada verso y como remate ruega “al Dios piadoso resignación...”

El título de tamaña zamba no tiene nada que ver con la historia, la leyenda,  del cómo, del cuándo y los por qué del contenido sentimental del poema. El doctor Carlos López Pereyra, abogado, recibe el agradecido homenaje de Don Artidorio por haberlo “salvado” quizás de una cadena perpetua por su demencial delito, al conseguir la absolución del imputado (Don Artidorio) por “emoción violenta”.

“La López Pereyra”, himno de los salteños y apropiada por innúmeros conocidos e ignotos intépretes, sigue viva y con muy buena salud en la memoria del pueblo. Ojalá todos los dramas pasionales dejaran canciones de este calibre.

La zamba creció sola, no necesitó de promoción alguna. Se “fue” de Salta como el viento, sin rumbos. Hasta que ocurrió todo lo conocido como “juicio por paternidad autoral” cuando un tal Don Andrés la halló sin que Don Artidorio la perdiera. Pero, el argumento de más peso fue el título y las constancias legales desbarrancaron cualquier fundamento que soño fundamentar el “hallador”.

El Dr. López Pereyra vivó en la ciudad de Salta en la calle “La Florida” al 484 aproximadamente y se comprobó su actividad y las circunstancias en las que se constató su activa participación en el triste hecho que le tocó vivir al pobre Don Artidorio.

Todo lo aquí expresado tiene más de recopilación versionada generacionalmente y no tiene ninguna otra intencionalidad que la de hallarle al magnífico texto poético ese “por qué” fue escrito y cantado.

Sin ningún tipo de “dardo encubierto” invito a que repasemos su inigual carácter y, porque no,  esa estructura literaria que, asociada a la fantástica melodía, hacen una obra, diría, insuperable hasta el presente. Vamos pues a su letra conociendo ya, al  menos, una versión más de su historia  ¿o leyenda?

Texto pertenece al sitio El Portal de Salta. http://www.portaldesalta.gov.ar/lopezpereira.htm

Dice Wikipedia:

La López Pereyra es un aire de zamba. No es una zamba puesto que en su estructura la estrofa posee tres compases más (el noveno, el décimo y el undécimo), y por lo tanto no puede utilizarse en la coreografía tradicional de la zamba. Popularmente considerada como el himno de Salta. Integra el repertorio tradicional de la música folclórica de Argentina. Es una de las obras populares más antiguas de las que se tenga registro musical; su música fue compuesta en 1901 por el músico salteño Artidorio Cresseri (1862-1950), mientras que la autoría de su letra ha sido atribuido a varias personas.
Artidorio Cresseri había sido sometido a juicio por el asesinato de su amante, pero fue absuelto con el argumento de que el autor se encontraba en estado de «emoción violenta» al hacerlo. En agradecimiento, el músico dedicó esta canción al juez que lo absolvió, el salteño Carlos López Pereyra (1875–1929).

La canción fue registrada legalmente por el músico santiagueño Andrés Chazarreta, gran compilador de música popular del norte argentino. Luego de la muerte de Cresseri en la indigencia, varios artistas salteños impulsaron a los descendientes del autor a iniciar un juicio contra Chazarreta, para que se reconocieran los derechos de Cresseri como autor de la música. En 1978 la justicia falló a favor de Artidorio Cresseri, reconociéndole el 50% de los derechos de autor.

El tema también está registrado en SADAIC con los títulos López Pereyra y Llorar llorar. Inicialmente, la canción fue titulada como Cafayate y luego como Chilena dedicada al doctor Carlos López Pereyra. También ha sido conocida como La chayateña.

La música de La López Pereyra es obra de Artidorio Cresseri, en la primera década del siglo XX, probablemente en 1901.

Tiene la particularidad de no tener estribillo, una característica de la zamba "antigua"; con posterioridad la zamba se compondría por regla general con dos partes (primera y segunda), cada una de ellas con dos estrofas y un estribillo. Los estudiosos también han discutido su ritmo, definido inicialmente por el autor como una "chilena", sosteniendo que el mismo es más rápido que una zamba clásica y más cercano a una cueca.
Generalmente se admite que la letra fue compuesta posteriormente a la popularización de la música. No existe plena certeza sobre la autoría de la letra de la canción. Los investigadores coinciden en general en que la misma es obra de varios autores, pero discrepan al momento de establecer la autoría de cada uno. Entre los escritores de la letra han sido mencionados Juan Francia, René Ruiz, Arturo Gambolini, José Gambolini, Carlos López Pereyra y el propio Artidorio Cresseri.

La mayoría de los estudiosos coinciden en reconocer al uruguayo Juan Francia como el principal autor de la letra, al menos de las tres primeras estrofas.

La López Pereyra fue difundida por el santiagueño Andrés Chazarreta, a partir de la década de 1920. Con posterioridad, los grupos salteños Los Chalchaleros y Los Fronterizos incluyeron la canción como una de las principales de su repertorio, ligada a la reivindicación de Cresseri, como autor de la misma, y en consecuencia de su pertenencia al patrimonio cultural de Salta.

Fuente de información: Wikipedia.

jueves, 19 de mayo de 2016

Nuestra América de José Julián Martí Pérez (La Habana, 28 de enero de 1853-Dos Ríos, 19 de mayo de 1895).

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.
No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.
A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre?, ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra propia? ¡Estos "increíbles" del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y relamiéndose, arrastraban las erres!
Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.
Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.
En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con la mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages: porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.
Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, venimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república en hombros de los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de Centro América contra España al general de España. Con los hábitos monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados en la arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que había izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de París, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica continua de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias resistía la organización democrática de la República, o las capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de bota-de-potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.
Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros -de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen- por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.
Pero "estos países se salvarán", como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con lanzón se puede echar el lanzón atrás, porque se enoja, y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide "a que le hagan emperador al rubio". Estos países se salvarán, porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.
Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. "¿Cómo somos?" se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a Danzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio.
De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una bomba de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles; como la hora del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo más puro de su sangre, la América del Norte, o el que pudieran lanzarla sus masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista y el interés de un caudillo hábil, no está tan cercana aún a los ojos del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la pudiera encarar y desviarla; como su decoro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.
No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas.  Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Zemí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!