viernes, 6 de enero de 2012

MALDICIÓN DE MALINCHE.



La Malinche, Malinalli, Malintzin o doña Marina fue la hija de un cacique mexicano. Su vida tiene mucha leyenda, no existen datos precisos, se mezclan la historia y la leyenda. Fue parte de un grupo de veinte mujeres entregadas o vendidas a Hernán Córtez como esclavas. Ella hablaba la lengua nahuatl, de los aztecas, y la maya. Como aconsejadora, avisaba a Cortés en los costumbres de los aztecas. Como amante dio a luz a un niño que se llamó Martín, el hijo de Cortés por este motivo se la considera como "la madre simbólica del mestizaje en México". Entre los españoles había un sacerdote que había vivido algunos años con un pueblo de lengua maya. Malinche traducía de la lengua azteca a la maya y luego el sacerdote traducía del maya al español. la colaboración de Malinche con los conquistadores de su pueblo dio lugar a una leyenda conocida como La maldición de Malinche. Su actitud ayudó a “conquistar México”. Hoy es sinónimo de mujer traidora. En política es como el cipayo que en el Imperio Británico es el nativo de la India reclutado como soldado al servicio del poder europeo. Un malinchista es una persona que prefiere venderse al oro y los honores del extranjero, que vende su raíz, su patria o sus morales o como dice José Larralde: “se olvide del sol de su bandera haciendolé mandaos a una estrellada”.

La Maldición de la Malinche.
Gabino Palomares o autor desconocido

Del mar los vieron llegar mis
hermanos emplumados
Eran los hombres barbados
de la profecía esperada
Se oyó la voz del monarca
de que el dios había llegado.
Y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado.


Iban montados en bestias
como demonios del malIban
con fuego en las manos
y cubiertos de metal.
Sólo el valor de unos cuantos
les opuso resistencia
Y al mirar correr la sangre
se llenaron de verguenza.


Porque los dioses ni comen
ni gozan con lo robado
Y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.
Y en ese error entregamos
la grandeza del pasado
Y en ese error nos quedamos
trescientos años esclavos.


Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
Nuestra fe, nuestra cultura,
nuestro pan, nuestro dinero.
Y les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrio
Y damos nuestras riquezas
por sus espejos con brillo.


Hoy, en pleno siglo veinte
nos siguen llegando rubios
Y les abrimos la casa
y les llamamos amigos.
Pero si llega cansado
un indio de andar la sierra
Lo humillamos y lo vemos
como extraño por su tierra.


Tu, hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero
Pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo.
Oh, maldición de Malinche,
enfermedad del presente
¿Cuándo dejarás mi tierra..?
¿cuándo harás libre a mi gente?



No hay comentarios: