domingo, 26 de enero de 2025

Poemas de Joaquín Giannuzzi.

 

El galgo.

Vi la carrera de un galgo filmada en cámara lenta.

Era como soñarlo. El mecanismo del movimiento

diseñaba una coreografía

de ondulantes miembros articulados

para mínimos puntos de apoyo. Blanca

la estirada estructura moteada, sobre finas columnas

que extendían tensiones dilatadas

hasta límites regidos

por una pulsación aérea de velocidad.

Un foco de energía estallando hacia la gracia

de un orden sano bajo el sol,

mientras hacia atrás corrían

confusamente, nubes, árboles y vientos.

Y yo sentado

aplastado al planeta con excesiva grasa

y mi torpe universo dislocado.

Equivocado y discontinuo,

una distorsión oscura

que jadeaba ante el galgo, su decisiva claridad.

 

Poética.

La poesía no nace.

Está allí, al alcance

de toda boca

para ser doblada, repetida, citada

total y textualmente.

Usted, al despertarse esta mañana,

vio cosas, aquí y allá,

objetos, por ejemplo.

Sobre su mesa de luz

digamos que vio una lámpara,

una radio portátil, una taza azul.

Vio cada cosa solitaria

y vio su conjunto.

Todo eso ya tenía nombre.

Lo hubiera escrito así.

¿Necesitaba otro lenguaje,

otra mano, otro par de ojos, otra flauta?

No agregue. No distorsione.

No cambie

la música de lugar.

Poesía

es lo que se está viendo.

 

Nuestros días mortales.

A través de los días mortales, bajo el cielo que nadie

comprende, corroboramos con un aire distraído

la idea de un infierno levemente estructurado

sobre las columnas de la carne, el espíritu o el desorden.

Aquí están los aconteceres: creados, no obstante,

 a imágen y semejanza nuestra, rumores desdichados

 de la ciudad, en la noche, y fétidas tinieblas

 ambiciosas de aposentos demasiado humanos

que acumulan las huellas tristes, el deshecho

de una existencia condenada a todo,

parecen cumplirse no a pesar nuestro precisamente,

sino de manera ajena, en el caos insidioso

de una independencia atroz, a ratos como al descuido

hasta ofrecer una gratuidad desconcertante.

 

Del mismo modo la rama del verano y del invierno

y las frutas y los animales transcurren

del otro lado, por caminos oscuros de un reino

más desconocido que extraño.

                                              ***

Nos fue dado a nosotros no la increíble indiferencia

sino perplejidad para sostener una abierta

realidad que a una broma indecente se asemeja;

hombrecillos pensantes cargados de piadoso tabaco

aventurados a la responsabilidad

de cada uno de sus huesos y a la libertad inútil

de los días ferozmente ocupados. Consecuentes,

irritables vasos de la decepción que de pronto

hallan que el hecho consumado los supera,

que se habían equivocado, que nadie sabe

en qué reside lo contrario del dolor,

que no era eso, en absoluto, lo que habían pedido,

que a través de la dulce y pausada elección de los pequeños actos, las comidas, las rosas

se vieron conducidos al súbito desastre

Remo Erdosain, José K., estupefactos, naturalmente,

hallan que su propia perdición no les concierne

mientras persiguen como soñando una música 

que conjeturan eterna y crece el viento

circularmente en un jardín lejano.

                                                       ***

Así, la vana interrogación se vuelve

hacia su propio centro, nuestros días mortales

se levantan y caen como un fin en sí mismos

 y prosiguen colmados con las formas hurtadas

a la imaginación tendida sobre el error.

 

Este es el sueño que logró Prometeo: entonces

¿qué sentido habrá de concederse a su rostro

surcado por la furia, el orgullo y también la esperanza?

Oscuro es todo esto, pero a veces cantamos, en la noche,

para robar la llama a un remoto paraíso

y después retornamos, tambaleando, al infierno

que desde hace mucho tiempo rehúsa

la morada insensata del mero pensamiento.

 

Este poema integra el volumen Poesía completa (1958- 2008) de Joaquín O. Giannuzzi que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica. Reúne los once volúmenes escritos a lo largo de cincuenta años, con prólogo de Fabián Casas.

Publicado en Radar del diario Página/12.

2 de junio de 2024.

https://www.pagina12.com.ar/740123-nuestros-dias-mortales

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Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 29 de julio de 1924​- Campo Quijano,26 de enero de 2004) ​fue un poeta y periodista argentino. 

En periodismo escribió desde noticias policiales hasta críticas literarias en los diarios Crítica, Crónica, Clarín y La Nación. 

En 1962 empezó a colaborar con la revista Sur que dirigía Victoria Ocampo.

Contrajo matrimonio con Libertad Demitrópulos, jujeña nacida en Ledesma. Escritora argentina de familia que pertenecían a la Iglesia Ortodoxa Griega.

Un año antes de su muerte, recibe el Premio Boris Vian por Río de las congojas. Falleció en la Ciudad de Buenos Aires el 19 de julio de 1998. Fallece en 1998.

Este matrimonio tuvo una hija Leda Gianuzzi investigadora científica argentina, doctora en Ciencias Químicas y magíster en Ciencia y Tecnología de Alimentos. Se destacó por sus contribuciones en la materia soberanía alimentaria y por la generación de tecnologías amigables con el ambiente para la remoción de cianobacterias y cianotoxinas.  Investigadora del Conicet fallece en el 2023.

Giannuzzi ganó los premios Municipal y Nacional de Poesía, además del Premio Konex - Diploma al Mérito. Publicó siete libros de poesía.

En 1958 publicó Nuestros días mortales, con el que obtuvo el premio de la Sociedad Argentina de Escritores. Le siguió Contemporáneo del mundo, y en 1967, Las condiciones de la época, y Señales de una causa personal de 1977, y en la década de los ochenta: Principios de incertidumbre; Violín obligado y Cabeza final.¿Hay alguien ahí?, se publicó poco antes de su fallecimiento ocurrido un 26 de enero de 2004.

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