El galgo.
Vi la carrera de un galgo filmada en cámara lenta.
Era como soñarlo. El mecanismo del movimiento
diseñaba una coreografía
de ondulantes miembros articulados
para mínimos puntos de apoyo. Blanca
la estirada estructura moteada, sobre finas columnas
que extendían tensiones dilatadas
hasta límites regidos
por una pulsación aérea de velocidad.
Un foco de energía estallando hacia la gracia
de un orden sano bajo el sol,
mientras hacia atrás corrían
confusamente, nubes, árboles y vientos.
Y yo sentado
aplastado al planeta con excesiva grasa
y mi torpe universo dislocado.
Equivocado y discontinuo,
una distorsión oscura
que jadeaba ante el galgo, su decisiva claridad.
Poética.
La poesía no nace.
Está allí, al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada
total y textualmente.
Usted, al despertarse esta mañana,
vio cosas, aquí y allá,
objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo eso ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que se está viendo.
Nuestros días mortales.
A través de los días mortales, bajo el cielo que nadie
comprende, corroboramos con un aire distraído
la idea de un infierno levemente estructurado
sobre las columnas de la carne, el espíritu o el desorden.
Aquí están los aconteceres: creados, no obstante,
a imágen y semejanza
nuestra, rumores desdichados
que acumulan las huellas tristes, el deshecho
de una existencia condenada a todo,
parecen cumplirse no a pesar nuestro precisamente,
sino de manera ajena, en el caos insidioso
de una independencia atroz, a ratos como al descuido
hasta ofrecer una gratuidad desconcertante.
Del mismo modo la rama del verano y del invierno
y las frutas y los animales transcurren
del otro lado, por caminos oscuros de un reino
más desconocido que extraño.
***
Nos fue dado a nosotros no la increíble indiferencia
sino perplejidad para sostener una abierta
realidad que a una broma indecente se asemeja;
hombrecillos pensantes cargados de piadoso tabaco
aventurados a la responsabilidad
de cada uno de sus huesos y a la libertad inútil
de los días ferozmente ocupados. Consecuentes,
irritables vasos de la decepción que de pronto
hallan que el hecho consumado los supera,
que se habían equivocado, que nadie sabe
en qué reside lo contrario del dolor,
que no era eso, en absoluto, lo que habían pedido,
que a través de la dulce y pausada elección de los pequeños actos, las comidas, las rosas
se vieron conducidos al súbito desastre
Remo Erdosain, José K., estupefactos, naturalmente,
hallan que su propia perdición no les concierne
mientras persiguen como soñando una música
que conjeturan eterna y crece el viento
circularmente en un jardín lejano.
***
Así, la vana interrogación se vuelve
hacia su propio centro, nuestros días mortales
se levantan y caen como un fin en sí mismos
a la imaginación tendida sobre el error.
Este es el sueño que logró Prometeo: entonces
¿qué sentido habrá de concederse a su rostro
surcado por la furia, el orgullo y también la esperanza?
Oscuro es todo esto, pero a veces cantamos, en la noche,
para robar la llama a un remoto paraíso
y después retornamos, tambaleando, al infierno
que desde hace mucho tiempo rehúsa
la morada insensata del mero pensamiento.
Este poema integra el volumen Poesía completa (1958- 2008)
de Joaquín O. Giannuzzi que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica.
Reúne los once volúmenes escritos a lo largo de cincuenta años, con prólogo de
Fabián Casas.
Publicado en Radar del diario Página/12.
2 de junio de 2024.
https://www.pagina12.com.ar/740123-nuestros-dias-mortales
Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 29 de julio de 1924- Campo Quijano,26 de enero de 2004) fue un poeta y periodista argentino.
En periodismo escribió desde noticias policiales hasta críticas literarias en los diarios Crítica, Crónica, Clarín y La Nación.
En 1962 empezó a colaborar con la
revista Sur que dirigía Victoria Ocampo.
Contrajo matrimonio con Libertad Demitrópulos, jujeña nacida
en Ledesma. Escritora argentina de familia que pertenecían a la Iglesia Ortodoxa
Griega.
Un año antes de su muerte, recibe el Premio Boris Vian por
Río de las congojas. Falleció en la Ciudad de Buenos Aires el 19 de julio de
1998. Fallece en 1998.
Este matrimonio tuvo una hija Leda Gianuzzi investigadora
científica argentina, doctora en Ciencias Químicas y magíster en Ciencia y
Tecnología de Alimentos. Se destacó por sus contribuciones en la materia
soberanía alimentaria y por la generación de tecnologías amigables con el
ambiente para la remoción de cianobacterias y cianotoxinas. Investigadora del Conicet fallece en el 2023.
Giannuzzi ganó los premios Municipal y Nacional de Poesía, además del Premio Konex - Diploma al Mérito. Publicó siete libros de poesía.
En 1958 publicó Nuestros días mortales, con el que obtuvo el premio de la Sociedad Argentina de Escritores. Le siguió Contemporáneo del mundo, y en 1967, Las condiciones de la época, y Señales de una causa personal de 1977, y en la década de los ochenta: Principios de incertidumbre; Violín obligado y Cabeza final.¿Hay alguien ahí?, se publicó poco antes de su fallecimiento ocurrido un 26 de enero de 2004.
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