jueves, 31 de agosto de 2023

Sí, qué tejado, qué sombra de madera sobre el último día... de Ricardo Molinari.


Sí, qué tejado, qué sombra de madera sobre el último día...
de Ricardo Molinari.

Sí, qué tejado, qué sombra de madera sobre el último día.
Cantaba el mar en playas de níquel, el mar lleno de sudor,
siempre el mar.

Yo estaba desesperado como si ya no quedara otra vida,
como si el mundo fuera plano
y mi sueño estuviera colgado de una pared.

Sí; el amor, la carne, el triste sueño. Yo no quería morir,
no quise llevar una flor transparente sobre el hombro pasajero;
dejar de ser un pobre árbol sin jacintos.

(Mañana, cuando esté sereno, todo se me ha de volver tonto;
     ya estoy sordo
de llevar mis ríos a un corredor;
de dirigirme a una frase viviente entre montañas,
a un vaso de café, a una canción, a toda una noche sin dormir.

Pero el amor es el amor,
y yo tolero lo que me ayuda a ser diferente:
silencio entre dos hojas, espacio entre los hombres.)

martes, 29 de agosto de 2023

Oda a la sangre de Ricardo Molinari.


Oda a la sangre
de Ricardo Molinari.

Esta noche en que el corazón me hincha la boca duramente,
sin pudor, sin nadie, quisiera ver mi sangre corriendo
                                                                          por la tierra:
golpeando su cuerpo de flor,
-de soledad perdida e inaguantable-
para quejarme angustiosamente
y poder llorar la huida de otros días,
el color áspero de mis viejas venas.
Si pudiera verla sin agonía
quemar el aire desventurado, impenetrable,
que mueve las tormentas secas de mi garganta
y aprieta mi piel dulce, incomparable;
no, ¡las mareas, las hierbas antiguas,
toda mi vida de eco desatendido!

Quisiera conocerla espléndida, saliendo para vivir fuera de mí,
igual que un río partido por el viento,
como por una voluntad que sólo el alma reconoce.
Dentro de mí nadie la esperó. Hacia qué tienda o calor ajeno
                                                            saldrá alguna vez
a mirar deshabitada su memoria sin paraíso,
su luz interminable, suficiente.
Quisiera estar desnudo, solo, alegre,
para quitarme la sombra de la muerte
como una enorme y desdichada nube destruida.

Si un día no fuéramos tan extraños, defendidos,
que oyéramos gemir las hierbas igual que un sediento
                                                                       hábito peregrino,
limpios del humor sucio, corruptivo,
me cortaría las venas de amor
para que se escuchase su retumbar;
para vestir mi cuerpo solitario
de un larguísimo fuego delicioso.

Pero no ha de llegar nunca ese tiempo mágico,
como no llega la felicidad
donde no vive el olvido, una voz muerta,
apagada voluntariamente.
Ni mar ni cielo ni flor ni mujer: nada;
nadie la ha visto llevar su rosa vulnerable,
su desierto extraviado entre inútiles bocas.
¡Qué duro silencio la cubre!
Ya no sé dónde llega o la distrae la vida
o desea dejarla
desprendida.
Dónde se angosta su piel imposible,
su lento signo enigmático: llama de esencia sin despedida.

A través de la carne va llorando,
metida en su foso sin cielo,
en su noche despreciada,
con su lengua eterna, contenida.
Qué gran tristeza la vuelve a la vida sin cansancio;
al reposo, cerrada.

¡La muerte inmensa vela su sueño sin alborada!

Nadie sabe nada, nunca. Nada.
Todo es eso. ¡Ansiedad vuelta hacia dentro,
sorda, detestable; alejada!

Majestuosa en su mundo obscuro, volverá a su raíz
indefinida, penetrante, sola.
Tal vez un río, una boca inolvidable,
no la recuerden.

lunes, 28 de agosto de 2023

La balada del boludo de Isidoro Blaistein.

 

La balada del boludo.

Por mirar el otoño perdía el tren del verano. Usaba el corazón en la corbata. Se subía a una nube, cuando todos bajaban.

Su madre le decía:

No mires las estrellas para abajo,

no mires la lluvia desde arriba.

No camines las calles con la cara,

no ensucies la camisa;

no lleves tu corazón bajo la lluvia, que se moja.

No des la espalda al llanto,

no vayas vestido de ventana,

no compres ningún tílburi en desuso.

Mirá tu primo el recto

que duerme por las noches.

Mirá tu primo el justo

que almuerza y se sonríe.

Mirá tu primo el probo

puso un banco en el cielo.

Tu cuñado el astuto

que ahora alquila la lluvia.

Tu otro primo el sagaz

que es gerente en la luna.

—Tienes razón, mamá —dijo el boludo

y se bebió una rosa.

—No seré más boludo—

y se bajó del viento.

—Seré astuto y zahorí—

y dio vuelta una estrella para abajo

y se metió en el subte

y quedaron las gaviotas.

Entonces vinieron los parientes ricos

y le dijeron:

—Eres pobre, pero ningún boludo.

Y el boludo fue ningún boludo

y quemaba en las plazas

las hojas que molestan en otoño.

Y llegó fin de mes.

Cobró su primer sueldo

y se compró cinco minutos de boludo.

Entonces vinieron las fuerzas vivas

y le dijeron:

—Has vuelto a ser boludo, boludo.

—Seguirás siendo el mismo boludo de siempre.

—Debes dejar de ser boludo, boludo.

Y medio boludo,

con esos cinco minutos de boludo,

dudaba entre ser ningún boludo

o seguir siendo boludo para siempre.

Dudaba como un boludo.

Y subió las escaleras para abajo,

hizo un hoyo en la tierra

miraba las estrellas.

La gente le pisaba la cabeza,

le gritaba boludo.

Y él seguía mirando

a través de los zapatos

como un boludo.

Entonces vino un alegre y le dijo:

—Boludo alegre.

Vino un pobre y le dijo:

—Pobre boludo.

Vino un triste y le dijo:

—Triste boludo.

Vino un pastor protestante y le dijo:

—Reverendo boludo.

Vino un cura católico y le dijo:

—Sacrosanto boludo.

Vino un rabino judío y le dijo:

—Judío boludo.

Vino su madre y le dijo:

—Hijo, no seas boludo.

Vino una mujer de ojos azules y le dijo:

—Te quiero.

Este poema lo recitaba Gian Franco Pagliaro (Nápoles; 26 de julio de 1941-Buenos Aires; 27 de marzo de 2012).

Isidoro Blaistein nacido en Concordia (provincia de Entre Ríos, Argentina) 12 de enero de 1933.

Hijo de David Blaisten y Dora Gliclij, fue uno de los tantos judíos argentinos que poblaron el interior del país.

Nacido con el apellido Blaisten, posteriormente lo cambiaría pasándose a llamar Isidoro Blastein.

Varios oficios para ganarse el pan nuestro de cada día como fotógrafo de plaza, vendedor de bromuros coloreados, viajante de comercio ofreciendo aparatos vibromasajeadores, periodista, redactor publicitario.

Queda sin padre a los 9 años y un año después, habitando ya en Buenos Aires, fallece su madre, cuando vivía en un conventillo pobre de la calle Pringles, en el barrio de Almagro de Capital Federal.

En 1965 publicó su primer libro de poemas, "Sucedió en la lluvia", premiado por el Fondo Nacional de las Artes.

Autor de "Dublin al sur",  "La Felicidad", "La Salvación", "El Mago", "Cerrado por Melancolía" y "Anticonferencias", entre otros. 

Obtuvo la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y fue miembro de la Academia Argentina de Letras. 

Algunos de sus libros fueron traducidos al inglés, alemán, griego, serbio y francés.

Recibió Premio Konex de Platino en 1994 y 2004.

Fallece en Capital Federal el 28 de agosto de 2004, a los 71 años.

domingo, 27 de agosto de 2023

POEMA DE LA NIÑA VELAZQUEÑA de Ricardo E. Molinari.

POEMA DE LA NIÑA VELAZQUEÑA 
de Ricardo E. Molinari.

Ah, si el pueblo fuera tan pequeño
que todas sus calles pasaran por mi puerta.

Yo deseo tener una ventana
que sea el. centro del mundo,
y una pena
como la de la flor de la magnolia,
que si la tocan se obscurece.

Por qué no tendrá el pueblo una cintura
amurallada
hasta el día de su muerte,
o un río turbulento que lo rodee
para guardar a la niña velazqueña.

Ah, sus pasos son como los de la paloma,
remansados;
para la amistad yo siempre la pinto sin pareja;
en una de sus manos lleva un globo
de agua,
en el que se ve lo frágil del destino
y lo continuado del vivir.
Su voz
es tan suave, que en su atmósfera convalece
la pena desgraciada,
y como en las coplas:
de su cabellera
nace la noche
y de sus manos el alba.

En qué piedad o dulzura se irán aclimatando
las cosas que ella mira
o le son familiares,
como el incienso,
la goma de limón
y la tardanza
con que siempre la miro.

Por qué no tendrá el pueblo allá
en su fondo,
un acueducto,
para que el paisaje que ven sus ojos
esté húmedo,
y nunca se fatigue de mirarlo.

Yo sé que su bondad
tiene más horas que el día,
y que todos sus pensamientos van entre el alba
y el atardecer
conmoviéndola.
Los días que se van la agrandan.

Qué horizonte estará más cercano
de su corazón,
para encaminar todos mis pasos
hacia él,
aunque se quede descalza la esperanza.

Quién la rescatará de la castidad,
mientras yo sólo anhelo
que en su voz,
algún día, llegue a oírme...

Ricardo Eufemio Molinari fue un poeta argentino nacido el 20 de Mayo de 1898 y fallecido el 31 de julio de 1996.

sábado, 26 de agosto de 2023

NADA de Antonio Plaza Llamas.

NADA
Nada es quien fue nada
Pirrón

Nadaba entre la nada. Sin empeño
a la vida, que es nada, de improviso
vine a soñar que soy; porque Dios quiso
entre la nada levantar un sueño.

Dios, que es El Todo y de la nada es dueño,
me hace un mundo soñar, porque es preciso;
Él, siendo Dios, de nada un paraíso
formó, nadando en eternal ensueño.

¿Qué importa que en la nada confundida
vuelva a nadar, al fin, esta soñada
vil existencia que la nada olvida,

nada fatal de la que fue sacada?...
¿Qué tiene esta ilusión que llaman vida?...
Nada en su origen. —¿y en su extremo? —¡Nada!

Antonio Plaza Llamas (Apaseo,​ Guanajuato, 2 de junio de 1833 — Ciudad de México, 26 de agosto de 1882).