martes, 14 de agosto de 2012

BICIPOEMAS ARGENTINOS - LA BICICLETA BLANCA DE HORACIO FERRER.



LA BICICLETA BLANCA escrito por Horacio Ferrer en 1970 (¡hace unos años yá!).
Ástor Piazzolla le puso música (polca-tango).
Dicen que es una metáfora del martirio de Jesús en la tierra.

LA BICICLETA BLANCA.
Lo viste. Seguro que vos también, alguna vez, lo viste: te hablo de ese eterno ciclista solo, tan solo, que repecha las calles por la noche.
Usa las botamangas del pantalón bien metidas en las medias y una boina calzada hasta las orejas, ¿te fijaste? Nadie sabe, no, de dónde cuernos viene, jamás se le conoce a dónde diablos va.
De todos modos, si lo vieras pasar, miralo con mucho Amor: puede que sea, otra vez...

El flaco que tenía la bicicleta blanca;
silbando una polkita cruzaba la ciudad.
Sus ruedas, daban pena: tan chicas y cuadradas
¡que el pobre se enredaba la barba en el pedal!

Llevaba, de manubrio, los cuernos de una cabra.
Atrás, en un carrito, cargaba un pez y un pan.
Jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas,
y él mismo se animaba, gritando al pedalear.

"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Meté, flaquito corazón!
Vos sabés que ganar
no está en llegar sino en seguir..."

Todos, mientras tanto, en las veredas,
revolcándonos de risa
¡lo aplaudimos a morir!
y él, con unos ojos de novela,
saludaba, agradecía,
y sabía repetir:

"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Dale con todo, Dale, Dios!..."

Pero cierta noche, su horrible bicicleta con acoplado entró a sembrar una enorme cola fosforescente. ¡Increíble!: los pungas devolvían las billeteras en los colectivos; los poderosos terminaban con el hambre; los ovnis nos revelaban el misterio de la Paz; el Intendente, en persona, rellenaba los pozos de la calle, y hasta yo, pibe, yo que soy las penas, lloré de alegría bailando bajo esa luz la polka del ciclista.

Después, no sé, ¡te juro!, por qué siniestra rabia,
no sé por qué lo hicimos ¡lo hicimos sin querer!,
al flaco, ¡pobre flaco!, de asalto y por la espalda,
su bicicleta blanca le entramos a romper.

Le dimos como en bolsa, si asco, duro, en grande:
la hicimos mil pedazos... Y, al fin, yo vi que él,
mordiéndose la barba, gritó: "¡Que yo los salve!..."
Miró su bicicleta, sonrió, se fue de a pie.

(Mi viejo Flaco Nuestro que andabas en la Tierra: ¿Cómo te olvidaste que no somos ángeles sino hombres y mujeres?)

Flaco,
no te quedes triste,
todo no fue inútil,
no pierdas la fe...
en un cometa con pedales
¡dale que te dale!
yo sé que has de volver...


 "Vos sabés que ganar/ no está en llegar sino en seguir"

La Bicicleta Blanca, ese maravilloso poema de Horacio Ferrer con música de Astor Piazzola repite: ... "vos sabés que ganar/ no está en llegar sino en seguir..." El triunfo, el éxito, la costumbre de ganar envilecen, embriagan, crean espejismos de perfección. La derrota, en cambio nos pone en el justo lugar de quiénes somos y de dónde estamos parados. El fracaso dimensiona la dicha, aporta reflexión, te hace dudar, prueba, desafía, cuestiona, regala humildad, te engrandece.
El triunfo te grita y la derrota te susurra. El éxito te sacude y te saca del lugar donde estás. La pérdida te hace mirar para adentro.
Qué difícil paradoja comprender que las victorias pueden empequeñecerte y que las derrotas -por el contrario, engrandecerte.
La sociedad se ensaña en transmitirnos que sólo importa ganar. En los deportes, en la política y en las mesas de café el dogma es que hay que ganar a cualquier precio. Estos días, la realidad volvió a pegarnos una cachetada y en la Argentina de la soberbia y de la hipocresía ya deberíamos haber aprendido a perder.

Autor: Federico van Mameren, Diario "La Gaceta" (Tucumán), 28 de junio de 2011.



RAÚL LAVIÉ Y UNA DE LAS VERSIONES DE "LA BICICLETA BLANCA" QUE MÁS GUSTA...


1 comentario:

soylauraO dijo...

Aplausos
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