lunes, 31 de diciembre de 2012

Año nuevo - Rubén Darío.

AÑO NUEVO.


A las doce de la noche, por las puertas de la gloria
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para
Salomón.

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;
y colgada sobre el pecho resplandece la divina
Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco
del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
del Arquero.

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo
misterioso y fugitivo de las almas que se van,
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo
con sus alas membranosas el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes
inmortales.

Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco
donde en triunfo llega Enero,
ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco
y el Arquero.


RUBÉN DARÍO.
Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío poeta nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española.
Es posiblemente el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico.

domingo, 30 de diciembre de 2012

EL BARRIO DE LAS SOMBRAS por María Rosa Giovanazzi.

 
 
Se recostó contra la pared del almacén, la Rubia no tardaría en llegar, ella había dicho a las ocho y era una mina cumplidora. Encendió un cigarrillo. Una niebla densa surgió de pronto, cubrió la calle y los ojos se le fueron cerrando, sus miembros se vistieron con un cansancio tan viejo como el mundo. Le pareció escuchar un zumbido, no eran voces ni ruidos vivientes, quedó expectante, por las dudas tanteó la faca que llevaba en la cintura. Le costaba mantener los ojos abiertos, el faso fue una linterna ínfima en la oscuridad.
La rubia no llegaba. Sin darse cuenta, fue resbalando hasta quedar sentado en la vereda. Las ganas de atorrar lo vencieron.
Un bocinazo lo despertó. Un auto rápido pasó por la calle levantando las hojas y dejando una estela de luz. Sobresaltado se puso de pie. Descubrió un barrio diferente.
¿Qué había sucedido?
Su reloj de bolsillo marcaba las ocho, ya había oscurecido y la fulana no llegaba, ya le iba a batir unas cuantas cuando la tuviera enfrente.
Se cansó de esperar. Caminó hacia la estación de Belgrano, a cada paso una nueva sorpresa lo abrumaba. El barrio era otro, por más vueltas que le diera, se miró en una vidriera, él era el mismo, el traje marrón, lengue al cuello y la misma trucha fiera.
Al cruzar la avenida, las luces de los automóviles lo encandilaron. Un grupo de muchachos lo observó al pasar. Uno de ellos murmuró algo y los demás rieron a carcajadas. Se dio vuelta para mirarlos, seguían riéndose.
—¡Otarios! —les gritó.
Ellos siguieron sin darle importancia.
¿Y la Rubia?
Decidió ir a buscarla. Dobló por la calle Moldes, de nuevo la bruma le nubló la visión.
Silbó bajito, para espantar la incertidumbre que le subía por el garguero y lo estremecía, junaba a un lado y a otro buscando alguna cara amiga… nada. Sólo lo acompañaban el silencio y la luz de la calle que se asomaba entre la copa de los árboles, como espadas hiriendo las sombras.
Hacía resonar sus pasos en la vereda, para sentirse seguro
Las casas se veían raras, muchos edificios altos que no reconocía. ¿Estaría soñando?
No encontró la casa de inquilinato donde vivía la rubia. ¿Dónde mierda estoy, qué barrio es éste? No es mi arrabal, ni mis calles, ni las casas son las mismas.
¿Estaré volviéndome loco?
Pensó embucharse una ginebra y enfiló para el bar del Chino Baigorria. Lo encontró en el mismo lugar, observó bien… era diferente, con mesas y sillas en la vereda, lucía una elegancia que lo dejó pasmado. No se animó a entrar, quedó quieto con las manos en los bolsillos y el pucho apenas sostenido entre los labios.
Se le acercó un viejo, ofreciéndole un billete de lotería. Terminaba en 25, su número, rebuscó en la billetera; estaba pelado, ni una chirola.
—Por favor, permítame —le dijo al viejo, tiro el pucho y agarró el billete.
Leyó; juega el 29 de diciembre del 2012.
—¿2012? –preguntó al vendedor.
El viejo pensó que lo estaba cargando, le arrancó el billete de las manos y se fue.
—¿Cómo 2012? —volvió a preguntar.
El viejo no respondió y siguió andando.
Estoy seguro de que estoy en el 39, se dijo, hace seis que hice la colimba. Se desplomó en una de las sillas del bar, con la mirada perdida, y la boca abierta a la nada.
Un tortazo en plena cara lo volvió a la realidad.
—¿Qué te pasa navo?
Era la voz de la fulana. La miró a través de una niebla gris. No lograba moverse ni salir del entumecimiento de sus piernas. Ella lo zamarreó.
—¡Te mamaste! —la voz sonó dura, con rabia.
—No —la miró fijo como si la descubriera por primera vez— mientras te esperaba, algo sucedió. Vi todo cambiado, automóviles rápidos, edificios altos, avenidas muy iluminadas. Era el barrio, pero era diferente y un jovato me quiso vender un billete de lotería que se jugaba en el 2012.
—No me digas… ¿Con cuántas ginebras te piantaste al futuro?
No le respondió. Quiso explicarle, pero la cara de bronca de la Rubia y sus insultos lo desarmaron. Vio cruzar al viejo con los billetes de lotería, quiso llamarlo, pero antes de que pudiera hablar, él se desvaneció en la noche. Iba a chamuyarle la historia a la rubia, pero, ¿para qué? mejor se callaba la boca, cómo le iba a explicar, si él mismo no lo entendía…

Palabras en lunfardo: Faca: cuchillo, Faso: cigarrillo, Atorrar: dormir, Chirola: moneda, Colimba: servicio militar, Jovato: viejo, Piantaste: irse, Chamuyarle: contar, Fulana y mina: mujer.
 
CUENTOS Y POESIAS.

viernes, 28 de diciembre de 2012

LAS SERENATAS de Carlitos Basabe.

SALIAMOS EN BANDAS, CON LA GUITARRA AJENA
UNA VIEJA CONSTUMBRE, LA DE SERENATEAR
ENTRE LAS NAVIDADES, EL AÑO NUEVO Y REYES
LOS DEMÁS DIAS DEL AÑO TOCABA TRABAJAR
ERA UNA VIEJA PRÁCTICA, DE PUEBLOS PROVINCIANOS
FESTEJAR CON TABARRAS UN CAMBIO DE ESTACION
CANTAR EN LAS VENTANAS SILENCIOSAS, NOCTURNAS
AQUELLOS VALSECITOS PREÑADOS DE EMOCION
EL DUEÑO DE LA CASA, SALIA AGRADECIDO
SALUDABA LA BARRA, FESTEJABA AL CANTOR
Y UN REGALO ACOMPAÑA COMO DE SOTAMANGA
EL HABER SIDO ELEJIDO POR NUESTRO TROVADOR
COSTUMBRES QUE SE FUERON, Y CAMBIARON DE SIGLO
SEGURO NO REGRESAN CHANQUEO Y SU ACORDEON
COMO TODO EL QUE PASA, TRAS LA UTÓPICA HUELLA
SOLO QUEDAN PISADAS, GASTADAS POR EL SOL
QUE LINDO QUE ES MI PUEBLO, BARDEÑO Y ARGENTINO
RESCOLDOS DE INMIGRANTES, CANSADOS DE SOÑAR
MERITORIA ES SU HERENCIA, QUE AGRADECE LA HISTORIA
YO SOLO TE RECUERDO, MAS NO TE PUEDO DAR
Los fines de año, en la época de los años 1950 a 1960, se estilaba que los más audaces o capacitados para el canto y la guitarra, (generalmente de los barrios), llevaran a cabo el día 31 de diciembre una serenata a familias ya elegidas de antemano. Los homenajeados ante tan inesperada sorpresa, sacaban varias botellas de bebidas, chorizos, salamines o cualquier cosa que significara un agradecimiento y lo entregaba a los serenateros que llevaban alguna bolsa de arpillera para el caso. No existía el reparto, lo que se recibía se consumía antes de que amaneciera.

Las Serenatas de Carlos Basabe Cerdá con comentarios de aquellas vivencias de Carlitos.


jueves, 27 de diciembre de 2012

EL PAYASO TIENE LA PALABRA - LEÓN FELIPE.

"Señores raposos, señores mercaderes del mundo,
escuchad:
Ahora no estamos en Ginebra,
no estamos en la nubes tampoco.
Estamos aquí.
En la gran mesa de los grandes negocios del hombre.
Aquí, en esta alturas solitarias,
aquí donde se oye sin descanso
la voz milenaria
del agua
del viento
y de la arcilla
que nos ha ido formando
a todos los hombres;
aquí,
donde las estrellas rompen a veces su silencio también;
aquí,
donde no tienen resuello ni vida el asma de los diplomáticos;
aquí,
donde los comediantes de la Sociedad de Naciones no tienen papel;
aquí, aquí, ante la Historia,
ante la Historia grande
--la otra, la Historia doméstica,
la Historia nacional,
la que vuestro orgullo de gusano enseña en las escuelas,
no es más que un registro de mentiras
y un índice de crímenes y vanidades----.
Y aquí, aquí, frente a la Historia verdadera,
sobre la tierra prístina y eterna del mundo,
alumbrado por las estrellas
y en la presencia misma de Dios,
yo,
el payaso manchego,
con la cara curtida de bofetadas,
bajo la risa y la mofa de todos los hombres,
y de todos los hados adversos
digo:
Que la justicia existe.
Yo la creo ahora, en este miso instante, por la
virtud prometéica de mi sangre. Yo la creo con el
poder de mi fe y de agonía redentora.
Y digo , además:
El hombre camina más alla de sus gusanos y de
la dialéctica materialista. Hay estrellas lejanas. Las
veo yo. Estrellas que salen de ese engranaje angustioso
y dialéctico de la vida, como las chispas de una
máquina eléctrica movida por una correa sin fin.
La mecánica del universo no sirve más que para crear
el espíritu. Y el espíritu es justicia.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

¡Qué pena! - Leon Felipe


Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!

¡Qué pena si esta vida nuestra tuviera
-esta vida nuestra-
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!