domingo, 28 de octubre de 2012

UNA MUJER DIFERENTE.

 
Desde el primer día comprobé que eras diferente. Fue por eso que las vecinas del barrio comenzaron a tejer historias sobre tu vida.
No soportaban tu sonrisa siempre a flor de labios. Vivías como ellas en un barrio pobre, donde la lluvia dibujaba lodazales en cada esquina. Seguro que te molestaban los gritos de los chicos, que no perdonaban ni los domingos. Sin embargo nunca protestabas.
Ellas te espiaban escondidas tras las persianas, salías todas las mañanas y regresabas por la noche con la misma amabilidad, saludando a todos. Un día escuché a una de las vecinas decir:
-¿Pero a esta mujer nunca le duele la cabeza?
-Parece una Barbie –acotó otra.
-Si, pero de plástico, ¿Quién sabe a qué se dedica la mina esta? –sentenció la tercera.
Cuando el farmacéutico, el único soltero buen mozo que quedaba en la cuadra, comenzó a visitarte, ellas enfermaron de celos. El día que te vieron salir de su brazo, la envidia las carcomió, esperaron hasta pasada la medianoche para verlos regresar.
Cada día, una de ellas visitaba la farmacia y dejaba su gotita de veneno en los oídos del pobre hombre. Hasta que un día, él, dejó de visitarte. Cambiaste, ya no sonreías, tus ojos estaban siempre ocultos tras tus anteojos negros.
Los años pasaron, vos te fuiste del barrio, la farmacia cerró y según me contaron el farmacéutico se fue a Chile.
Ellas siguieron su vida de miseria, tan vulgares como los yuyos que brotaban en el cordón de la vereda.
Yo crecí, pero no olvide ni tu cara ni tu sonrisa.
Por eso, cuando te vi paseando por el centro de Buenos Aires, del brazo del farmacéutico, me sentí muy feliz y ante la cara extrañada de los transeúntes me largué a reír como una loca.
SIMPLEMENTE ME ENCANTÓ.
APLAUSOS PARA LA AUTORA: 

1 comentario:

mariarosa dijo...

Gracias Guillermo. Me alegró que te haya gustado.

Un abrazo.

mariarosa