Tango con la hondura trágica
que enlutece a las esquinas solitarias.
En las horas que engarza el silencio
tu rezo de arrabal es como una tarde
enaltecida con fiereza de puñales.
Te escuchamos bajo el agobio de una pena
que quiere ser esperanza.
Pero la congoja abre sus recuerdos
y la noche es la tristeza del mendigo,
y es el abrazo que
ciñe a las calles sin cielo.
Lentamente, se aniquila la espera,
y prefieres callar, atardeciendo, así,
las caricias que procuran unas manos.
Tango que vienes como
un sosiego,
¡Desde su corazón al mío!
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