domingo, 27 de septiembre de 2020

Palimpsestos: Fausto y Goethe. Por: Néstor Tkaczek.


 Fausto y Goethe. 

Por Néstor Tkaczek.

La vida y la obra de Johann Goethe (1749-1832) están fuertemente precintadas al mito del doctor Faustus. Su figura fue una obsesión y desde joven se propuso escribir un drama con su historia y ese propósito le llevó toda su vida.

El primer Fausto (publicado en 1808) conserva cierto aire prerromántico y es decisivo para la terminación del mismo el viaje que el autor hace a Italia. A partir de ese momento Goethe vuelve su mirada a los clásicos y abandona el incipiente movimiento romántico. Fausto es un mago, un sabio que frustrado por no alcanzar el conocimiento absoluto siente desfallecer; es ahí que interviene uno de los ayudantes de Lucifer, Mefistófeles, quien le ofrece poder, dinero, mujeres y conocimiento. A cambio de esto le pide que firme el pacto con su sangre. Un personaje fundamental en este drama es el de Margarita, la mujer que Fausto amó y que no pudo retener por su alianza con el demonio.

Goethe trabajó en la segunda parte del “Fausto” hasta su muerte. En él, hay una fuerte impronta del mundo clásico, como lo es por ejemplo el descenso de Fausto al Hades, ayudado por Mefistófeles, para rescatar a Helena de Troya, de la cual el alquimista está enamorado. Así todo lo que se propone lo consigue. “No sabría vivir si no pudiera obtenerlo” es la frase que lo guía a lo largo de los cinco actos del drama. Finalmente, ya centenario, Fausto muere, y cuando el diablo se apresta a llevárselo los ángeles se lo disputan y finalmente se lo arrebatan.

En su “Fausto” aparece en toda su plenitud la preocupación de Goethe por el mundo pasional del hombre. La pasión es el impulso que vivifica la cultura, que eleva al hombre, pero a la vez también puede destruirlo. Hay en el personaje de Fausto un anhelo incesante a saltar todas las barreras, a ser más. Un término alemán define perfectamente esta tensión constante por ser más: “streben”, que podemos traducir malamente como “aspiración”. Goethe, sorprendentemente salva a su criatura; y lo explica en dos versos clave: “Al que se afana siempre hacia lo alto, hacia el ideal, solo a ese podemos salvarlo”.

Autor: Néstor Tkaczek. 

Publicado en Diario "Río Negro", domingo 27 de Septiembre del 2020.

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