jueves, 21 de septiembre de 2023

PRIMAVERAL de Rubén Darío.

 

PRIMAVERAL

de Rubén Darío.


Mes de rosas. Van mis rimas

en ronda a la vasta selva,

a recoger miel y aromas

en las flores entreabiertas.

Amada, ven. El gran bosque

es nuestro templo; allí ondea

y flota un santo perfume

de amor. El pájaro vuela

de un árbol a otro y saluda

tu frente rosada y bella

como a un alba; y las encinas

robustas, altas, soberbias,

cuando tú pasas agitan

sus hojas verdes y trémulas,

y enarcan sus ramas como

para que pase una reina.

¡Oh, amada mía! Es el dulce

tiempo de la primavera.

Mira: en tus ojos, los míos;

da al viento la cabellera,

y que bañe el sol ese oro

de luz salvaje y espléndida.

Dame que aprieten mis manos

las tuyas de rosa y seda,

y ríe, y muestren tus labios

su púrpura húmeda y fresca.

Yo voy a decirte rimas,

tú vas a escuchar risueña;

si acaso algún ruiseñor

viniese a posarse cerca,

y a contar alguna historia

de ninfas, rosas o estrellas,

tú no oirás notas ni trinos,

sino, enamorada y regia,

escucharás mis canciones

fija en mis labios que tiemblan.

¡Oh, amada mía! Es el dulce

tiempo de la primavera.

 

Allá hay una clara fuente

que brota de una caverna,

donde se bañan desnudas

las blancas ninfas que juegan.

Ríen al són de la espuma,

hienden la linfa serena,

entre polvo cristalino

esponjan sus cabelleras,

y saben himnos de amores

en hermosa lengua griega,

que en glorioso tiempo antiguo

Pan inventó en las florestas.

Amada, pondré en mis rimas

la palabra más soberbia

de las frases, de los versos,

de los himnos de esa lengua;

y te diré esa palabra

empapada en miel hiblea. . .

¡oh, amada mía! en el dulce

tiempo de la primavera.

 

Van en sus grupos vibrantes

revolando las abejas

como un áureo torbellino

que la blanca luz alegra;

y sobre el agua sonora

pasan radiantes, ligeras,

con sus alas cristalinas

las irisadas libélulas.

Oye: canta la cigarra

porque ama al sol, que en la selva

su polvo de oro tamiza

entre las hojas espesas.

Su aliento nos da en un soplo

fecundo la madre tierra,

con el alma de los cálices

y el aroma de las yerbas.

 

¿Ves aquel nido? Hay un ave.

Son dos: el macho y la hembra.

Ella tiene el buche blanco,

él tiene las plumas negras.

En la garganta el gorjeo,

las alas blandas y trémulas;

y los picos que se chocan

como labios que se besan.

El nido es cántico. El ave

incuba el trino, ¡oh poetas!

De la lira universal

el ave pulsa una cuerda.

Bendito el calor sagrado

que hizo reventar las yemas,

¡oh, amada mía!, en el dulce

tiempo de la primavera.

 

Mi dulce musa Delicia

me trajo un ánfora griega

cincelada en alabastro,

de vino de Naxos llena;

y una hermosa copa de oro,

la base henchida de perlas,

para que bebiese el vino

que es propicio a los poetas.

En el ánfora está Diana,

real, orgullosa y esbelta,

con su desnudez divina

y en su actitud cinegética.

Y en la copa luminosa

está Venus Citerea

tendida cerca de Adonis

que sus caricias desdeña.

No quiero el vino de Naxos

ni el ánfora de ansas bellas,

ni la copa donde Cipria

al gallardo Adonis ruega.

Quiero beber el amor

sólo en tu boca bermeja,

¡oh, amada mía, en el dulce

tiempo de la primavera!

(1887).

Félix Rubén García Sarmiento, más conocido como Rubén Darío (Metapa, 18 de enero de 1867-León, 6 de febrero de 1916), fue un poeta, escritor, periodista y diplomático nicaragüense. 

Su familia paterna eran conocidos como los Daríos, y por ello adopta apellidarse Darío. 

Está considerado como uno de los más grandes representantes del modernismo literario en lengua castellana junto con el escritor cubano José Martí. 

Rubén Darío salió en defensa de Nuestra América cuando Theodore Roosevelt se adueñó del canal de Panamá y le arrebató a Colombia ese pedazo de tierra el 3 de Noviembre de 1903. 

Este poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado "príncipe de las letras castellanas".

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