A pesar del placer que experimento al leer poesías, soy -lo declaro sin rubor- un absoluto negado para pergeñar un verso digno de tal nombre: es decir, con ritmo, con los acentos donde deben caer, con adecuada rima y, sobre todo, con contenido y concepto.
Intenté, en mi juventud, más de una vez escribir poesía, pero escaso tiempo me insumió entender que mis composiciones carecían del menor valor literario, por lo cual, con justa razón, no reincidí en procurar hacer lo que no sabía hacer. Además, me pareció sacrílega acción agregar aún más fealdades al mundo. De manera que mis sedicentes poesías fueron destruidas, execradas y olvidadas por mí, ¡para siempre!
No todos los poetas han tenido razonable mirada sobre sus propias creaciones, pues han dado en imaginar que palabras inconexas y de ingrato sonido, por estar en fila y más o menos verticales, constituyen poemas. Allá tales mamarracheros, que pululan y, lo que es peor, se reproducen.
ANTAÑO.
En el primer tercio del siglo XIII el anónimo autor del Libro de Alexandre estampó su famosa jactancia respecto del arte de la versificación regular:
Mester trago fermoso; non es de ioglaría;
mester es sen pecado, ca es de clerecía;
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría.
Merced a Alexandre el verso de catorce sílabas, dividido en dos hemistiquios de siete, pasó a denominarse alejandrino y se convirtió en uno de los más utilizados y de muy agradable música hasta los presentes días. Ese conjunto de cuatro versos alejandrinos monorrimos es la llamada cuaderna vía: 14AAAA.
Es la estrofa que utilizó, por esa misma época, Gonzalo de Berceo cuando escribió, en su Vida de Santo Domingo de Silos:
Quiero fer una prosa en román paladino,
en cual suele el pueblo fablar con so vecino;
ca non so tan letrado por fer otro latino:
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
HOGAÑO
Antonio García Solalinde preparó la edición de otra obra de Berceo: Milagros de Nuestra Señora. En su Prólogo ha tenido la generosidad de regalarnos algunos poemas pensados como homenajes al autor. (1)
Tres de ellos están escritos de una manera que evoca el estilo de Gonzalo. Aunque todos me parecen igualmente valiosos, por razones de espacio reproduciré sólo la primera estrofa de dos de ellos. (2)
He aquí la de Mis poetas, de Antonio Machado:
El primero es Gonzalo de Berceo llamado,
Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
que yendo en romería acaeció en un prado,
y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.
Y a la propia cuaderna vía apeló Ramón Pérez de Ayala en La paz del sendero:
Con sayal de amarguras, de la vida romero,
topé, tras luenga andanza, con la paz de un sendero.
Fenecía del día el resplandor postrero.
En la cima de un álamo sollozaba un jilguero.
A riesgo de no ser ecuánime con Antonio y con Ramón, reproduciré por completo las tres encantadoras cuadernas vías de Manuel Machado, tituladas Retablo:
Ya están ambos a diestra del Padre deseado,
los dos santos varones, el chantre y el cantado,
el grant Santo Domingo de Silos venerado
y el maestre Gonzalo de Berceo nommado.
Yo veo al santo como en la sabida prosa
fecha en nombre de Christo y de la Glorïosa:
la color amariella, la marcha fatigosa,
el cabello tirado, la frente luminosa…
Y a su lado el poeta, romeo peregrino,
sonríe a los de ahora, que andamos el camino,
y el galardón nos muestra de su claro destino:
una palma de gloria y un vaso de buen vino.
(1) Gonzalo de Berceo, Milagros de Nuestra Señora, edición y notas de Antonio García Solalinde, Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 5.ª ed., 1958, págs. xvi-xvii.
(2) Los tres autores son españoles: Antonio Machado (1875-1939); Ramón Pérez de Ayala (1880-1962); Manuel Machado (1874-1947).
Publicado en LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/Alejandrinos-celebratorios-556058.note.aspx
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