Coro
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
¡Oh, gran Rosas! tu pueblo quisiera
Mil laureles poner a tus pies;
Mas el gozo no puede avenirse
Con el luto y tristeza que ves.
¡Aguilar y Latorre no existen!
Villafañe, el invicto, murió;
Y a tu vida tal vez amenaza
De un malvado el cuchillo feroz.
Coro
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
De discordia la llama espantosa
Al país amenaza abrasar,
Y al audaz demagogo se mira
La orgullosa cerviz levantar.
¿No los véis, como ledos conspiran?
¿Cual aguzan su oculto puñal?
¿Cual meditan la ruina y escarnio
Del intrépido y buen federal?
Coro
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
Esa hora de infames ¿qué quiere?
Sangre y luto pretende: ¡qué horror!
Empañar nuestras nobles hazañas
Y cubrirnos de eterno baldón.
¡Ah, coberdes!, temblad, es en vano
Agotéis vuestra saña y rencor,
Que el gran Rosas preside a su pueblo,
Y el destino obedece a su voz.
Coro
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
¡Asesinos de Ortiz y Quiroga!
De los hombres vergüenza y borrón,
A la tumba bajad presurosos
De los libres temed el furor.
Esos mismos que en Márquez vencieron,
En San Luis, Tucumán y Chacón,
Con la sangre traidora han jurado
De venganza incribir el padrón.
Coro
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.
Del poder la Gran Suma revistes,
A la patria tú debes salvar;
¡Que a tu vida respire el honrrado
Y al perverso se mire temblar!
La ignorancia persigue inflexible,
Al talento procura animar
¡Y ojalá que tu nombre en la historia
Una página ocupe inmortal!
Una página ocupe inmortal!
Juan Manuel de Rosas nacido el 30 de marzo de 1793 en Buenos
Aires, Virreinato del Río de la Plata (hoy la República Argentina). Tradicionalismo
y catolicidad marcaron desde la cuna la existencia de Rosas, acostumbrado a
vivir alternativamente en el campo y la ciudad, domador de potros chúcaros.
El 12 de agosto de 1806 estuvo Juan Manuel entre "los
voluntarios que formaron el ejército que reconquistó Buenos Aires", según
le recordara a su yerno Máximo Terrero en 1861.
Fue un estanciero, militar y político argentino. Cambió y
simplificó el nombre de Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas (este linaje
tiene origen, en el pueblo de Rozas, Valle de Soba, Cantabria, España) por el
de Juan Manuel de Rosas.
Fue administrador de los campos de sus primos Anchorena, y
fundó un saladero en sociedad con Luis Dorrego, hermano del coronel Manuel
Dorrego donde la carne salada y los cueros eran casi la única exportación de la
Confederación Argentina.
En 1820, se casó con Encarnación de Ezcurra y Arguibel.
Entre 1821 y 1824 compró varios campos más, especialmente la
estancia que había sido del virrey Joaquín del Pino y Rozas (conocida como
Estancia del Pino, en el partido de La Matanza), a la que llamó San Martín en
honor del general José de San Martín. También aprovechó la ley de enfiteusis
promovida por el ministro Bernardino Rivadavia para aumentar sus campos.
Escribió sus conocidas "Instrucciones a los mayordomos
de estancias", en la que detallaba con precisión las responsabilidades de
cada uno de los administradores, capataces y peones de las estancias.
Rosas gozaba de un gran predicamento entre sectores
populares de Buenos Aires.
En 1829, tras derrotar al general Juan Lavalle, accedió al
gobierno de la provincia de Buenos Aires. Logró constituirse en el principal
dirigente de la denominada Confederación Argentina.
Pactó con los Pampas y se enfrentó con los ranqueles y la
Confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá y el saldo de su campaña fue de 3200 indios muertos, 1200 prisioneros y
se rescataron 1000 cautivos blancos.
El General San Martín en su testamento escribió: "El
sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América
del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la
satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha
sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los
extranjeros que trataban de humillarla”.
En 1851, Justo José de Urquiza de Entre Ríos, uno de los
generales más importantes de Rosas, anunció su intención de derrocar a Rosas; las
fuerzas de Rosas fueron vencidas en la Batalla de Caseros: el 3 de febrero de
1852.
Juan Manuel de Rosas, con su familia, se refugió en el
consulado británico protegido por el cónsul británico Robert Gore, partió hacia
Inglaterra en el buque de guerra británico Conflict. Se estableció en un
pequeño pueblo de Inglaterra (Swarkling) cerca de Southamptom, donde vivió
durante veinticinco años. Falleció el 14 de marzo de 1877 en Southampton,
Inglaterra, Reino Unido.
La casona de Rosas “San Benito de Palermo” quedó abandonada
con su exilio, y fue una ruina durante la siguiente década. Luego fue utilizada
por el Gobierno Nacional con varios fines: Colegio Militar, Escuela Naval, etc.
Domingo Faustino Sarmiento impulsó la transformación de los terrenos de
estancia en un espacio público, el Parque 3 de Febrero, llamado en honor a la
batalla de Caseros. El edificio siguió en pie hasta el 3 de febrero de 1899,
cuando el Intendente Adolfo Bullrich ejecutó su implosión, con muy poca
oposición social.
En el año 1938 se organiza en el restaurante “Edelweiss” de
la Capital Federal el “Instituto Juan Manuel de Rosas” con la presencia del
General Iturbide, el historiador Irazusta, José María Rosa y Manuel de
Anchorena entre otros, y con la misión de organizar la repatriación de los
restos de Brig Gral Juan Manuel de Rosas.
Manuel de Anchorena en 1989 presentó ante el gobierno
británico el pedido final de la repatriación de los restos de Rosas, que por
fin vio coronado con el éxito, e integró la comisión que trajo al Restaurador a
su Patria.
El 30 de setiembre de 1989, luego de 137 años de exilio,
llegaron al país sus despojos mortales. Todas las agrupaciones de gauchos y de
criollos, agrupados en los Centros Tradicionalistas, concurrieron de todos los
rincones del país.
5 comentarios:
Salud y gloria al Ilustre Restaurador de las Leyes!! VIVA LA SANTA FEDERACIÓN
wtf que le pasa al de arriba xdxd lol 5 likes y dejo la secu
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