¡César manda! Y a su acervo
poco ha restado la Ley...
¿Tú gobiernas? ¡Eres Rey!
¿Te gobiernan? ¡Eres siervo!
Y no se invoque la acción
de los sonados progresos...
¡Códigos, Dumas, Congresos,
son garras del mismo león,
y bien sabe el alma triste
del paria yerto de pena,
que han dorado la cadena
pero la cadena existe!
Otro aspecto el barro toma
porque a tal se presta el barro;
pero César va en su carro
por las Vías de su Roma,
y pues Roma se ha agrandado
hasta llenar todo el orbe,
porque el abismo no estorbe
César se ha multiplicado...
¿Qué importa que cambie el modo
si perdura el hecho igual,
ni qué vale que al dogal
mentemos por un apodo,
si el dogal está en la tierra
y apenas un César manda
va la turba miseranda
a suicidarse en la guerra?
¿Qué importa que cambie el nombre
del servilismo de antaño,
si es cada núcleo un rebaño
manejado por un hombre?
Mirad hacia el torvo drama
en que hoy se desangra el mundo,
todo enfermo de un profundo
afán de arder en la llama...
¿Acaso quieren la guerra
los pobres pueblos opresos?
¡No por Dios! ¡La quieren esos
que mandan sobre la tierra
y ante cuyo solio gimen
muchedumbres ancestrales
echadas como animales
al Coliseo del crimen!
Ellos miran de sus puestos
- donde el peligro no alcanza -
sucumbir en la matanza
a los mancebos enhiestos;
Y arde el Circo de emoción...;
y en la arena se dilata
un resplandor escarlata
del más puro bermellón;
y mientras el sordo grito
agoniza, disminuye,
se desvanece y concluye,
ven con asombro infinito
que están los caudales rojos
mermados por un desfalco...
¡y César sigue en su palco
con la esmeralda en los ojos!
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