sábado, 15 de junio de 2019

LOS ESPÍRITUS DEL ATLAS MARROQUÍ. CUENTO DE CARLOS BASABE.

LOS ESPÍRITUS DEL ATLAS MARROQUÍ.
CUENTO DE CARLOS BASABE.
Todo empezó en un pequeño bar de la avenidas en Palma, en época de calor, Angel, (panadero) Paco, (mecánico) y Horacio, (médico) se reunían en torno a una mesita del bar a beber un par de cañas, acompañadas de unos pinchos o algo para entretener el estómago y el calor. Casi cada tarde se encontraban y hablaban de sus proyectos por separados hasta que un buen día coinciden en hacer una excursión a Marruecos para ver que había de cierto en aquellas charlas que escuchaban sobre las arenas del desierto, las montañas misteriosas del Atlas y tantas anécdotas que escuchaban de familiares y amigos.
Lo primero fue fijar una fecha en primavera para no morir asados en el desierto, Paco estaba eufórico y proyectaron la compra de un 4X4, al que acondicionarían totalmente y después del regreso lo venderían para recuperar la inversión, la fecha era para ocho meses más tarde, lo que significaba mucho tiempo.
Un Land Rover fue acordado entre los tres, y fue así que metido en una nave del polígono Son Castelló, comenzaron las reformas, un sitio para llevar agua, otro para combustible, herramientas, un par de ruedas de auxilio, una tienda de campaña y un cajón para comestibles.
Casi cada tarde se reunían y entusiasmados hacían realidad sus fantasías hasta que un buen día alguien que supo de su aventura, integró la mesita del bar y les comentó que tenían que tener mucho cuidado cuando hicieran rutas despobladas porque se conocían bandas de ladrones que asaltaban a los turistas para despojarlos totalmente, llegando incluso a matar para conseguir sus propósitos. 
Los meses fueron pasando rápidamente y llegó el momento esperado, tenían todo estudiado y uno de los principales objetivos era acampar en algún lugar de la cordillera del Atlas, para disfrutar los últimos dos o tres días antes de regresar a Palma. La despedida fue numerosa por los amigos que tenían los tres, en el muelle fueron abrazos lágrimas y muchos consejos.
La partida del Ferry Balearia fue rápida y cuando quisieron acordar estaban atracando en Valencia, Paco se hizo cargo del volante y descendió por la rampa, consultaron un mapa y trazaron el itinerario hasta Algesiras, de ahí otro ferry enorme los trasladó en menos de una hora a tierra Marroquí. En la ciudad de Ceuta terminaron de revisar prolijamente los bártulos para iniciar el recorrido por rutas que abrieron los sentidos de los tres amigos.
Primer tramo a Tánger, Rabat y Casablanca ya que estas poblaciones son muy Europeas, buscaron un camping para hacer noche y continuar al día siguiente, la comida fue más conversada ya que cada uno iba contando los paisajes que le quedaban en la memoria.
Así fue que descubren y participan de pequeñas aventuras, sin demasiados riesgos, siempre tenía que quedarse uno vigilando el vehículo, por lo tanto se tenían que separar continuamente. Todo era maravilloso, los "zocos" donde abundan los mercaderes en procura de vender alfombras, vasijas, recuerdos en latón y hasta la infaltable mendicidad callejera, los teñideros y curtiembres con sus apestosos olores pero la belleza de las plazas mayores, sus puestos de comidas y cantamañanas que cobran para hacer bailar una serpiente o vender un vaso de agua. Así fueron cayendo los días y las poblaciones, en un tramo muy desolado recordaron los consejos de encontrarse con hombres del Riff y la posibilidad de ser asaltados.
El último pueblo visitado fué Agadir al sur Marroquí y de allí tenían pensado regresar por Ouarzazate, rodear las inmensas montañas del Atlas y una vez coronado ese trayecto, ¡de regreso a Palma con todas las historias juntadas!, se proveyeron de comestibles y lo necesario para emprender el regreso y así fue hasta que encontraron un sitio maravilloso cerca de Er Rachidia, un arroyo prometedor, un valle profundo entre la cordillera y hasta encontraron unos cuantos álamos plateados donde se notaba que habían echo noche otros aventureros. Acordaron pasar la noche en ese lugar y plantaron la tienda de campaña casi al atardecer, pusieron el vehículo cerca, unas piedras hicieron de fogón y se sentaron a comentar el trayecto. 
Se acostaron temprano para descansar lo más posible. Podía ser casi la medianoche pasada cuando oyeron ruidos cerca de donde estaba el Land Rover, al principio casi ni respiraban, una rejilla a modo de ventanuco les permitió mirar que eran esos ruidos y pudieron ver tres sujetos que habían llegado en caballos y estaban revisando todo lo que encontraron, mudos de miedo y el recuerdo de los comentarios sobre asaltantes, los aterraron. Ángel habló en susurro y dijo que cada uno saliera y se escondiera hasta que se fueran, todo fue muy rápido y los tres salieron de la tienda sigilosamente, uno para cada lado y Horacio era el más impresionado, corrió hasta que decidió subir un poco de montaña y esperar hasta que se fueran. encontró una especie de cueva amplia y entró corriendo sin darse cuenta que pisa una serpiente y esta le clava los colmillos, Horacio ahoga un grito de dolor y maldice el momento que decidieron hacer el viaje, un sudor frío le devuelve la razón de saber que la mordedura de esa serpiente era mortal.
sus conocimientos de médico lo aterran sabiendo el tiempo en hacer efecto el veneno y el que faltaba para amanecer. Se fue poniendo de un color distinto y salió de la cueva para imaginar algo rápido, la mordedura hacía su efecto y Horacio creyó ver gente vestida de blanco que se acercaban en fila india, pensó que era alucinación, se sentía fatigado y salió al encuentro de los caminantes de blanco, trató de hablarles pero la lengua se endurecía, pasaron todos que serían unos veinte pero nadie hablaba y parecían seres transparentes, todo siguió en silencio y al cabo de un buen rato, aparecieron otra vez los mismos seres de blanco, Horacio hizo un gran esfuerzo y se quedó en un caminito por donde transitaban en fila, hizo señas con las manos desesperadamente y nadie le respondía, pasaba el ultimo y le alcanzó a balbucear, ¿quienes sois vosotros?, la figura le respondió, "somos los espíritus de los que murieron asaltados", Horacio ya veía la muerte y preguntó, ¿puedo ir con vosotros?, si quieres únete a la fila, Horacio se incorporó, se le fueron calmando los dolores, el frío ya no le molestaba y su cuerpo se fue volviendo blanco gaseoso y transparente.

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