martes, 20 de agosto de 2019

El beso de Enrique Anderson Imbert.

La reina de un remoto país del norte, despechada porque Alejandro el Magno había rechazado su amor, decidió vengarse. Con uno de sus esclavos tuvo una hija y la alimentó con veneno. La niña creció, hermosa y letal. Sus labios reservaban la muerte al que los besara. La reina se la envió a Alejandro, como esposa; y Alejandro, al verla, enloqueció de deseos y quiso besarla inmediatamente. Pero Aristóteles, su maestro de filosofía, sospechó que la muchacha era un deletéreo alimento y, para estar seguro, hizo que un malhechor, condenado a muerte, la besara. Apenas la besó, el malhechor murió retorciéndose de dolor.
Alejandro no quiso poner sus labios en la muchacha, no porque estuviera llena de veneno, sino porque otro hombre había bebido en esa copa.
Enrique Anderson Imbert  nace en la Ciudad de Córdoba (Argentina) un 12 de febrero de 1910. Fue un escritor, ensayista, crítico literario y profesor universitario argentino.
Fue profesor en la Universidad de Tucumán entre 1941 y 1946. Con la llegada al poder en 1946 del General Juan Perón, obtuvo una beca Guggenheim que le permitió estudiar en la Universidad de Columbia y acceder a distintos puestos docentes en EE.UU. 
Más reconocido en el extranjero que en su país natal la Argentina. Enrique Anderson Imbert cosechó elogios por sus novelas y cuentos, pero también y sobre todo por sus aportaciones a la crítica literaria, actividad en la que se destacó.
En 1994 fue candidato al Premio Cervantes, pero fue superado en votos por el escritor peruano Mario Vargas Llosa.
Jubilado desde 1980 de sus clases en EE.UU, regresó a su patria en los últimos años y se instaló en Buenos Aires, donde falleció el 6 de diciembre del 2000 a la edad de 90 años.

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