domingo, 10 de noviembre de 2019

Destino de la carne de Vicente Aleixandre.-

Destino de la carne 
de Vicente Aleixandre.

No, no es eso. No miro
del otro lado del horizonte un cielo.

No contemplo unos ojos tranquilos, poderosos,

que aquietan a las aguas feroces que aquí braman.
No miro esa cascada de luces que descienden
de una boca hasta un pecho, hasta unas manos 
    blandas,
finitas, que a este mundo contienen, atesoran.
Por todas partes veo cuerpos desnudos, fieles
al cansancio del mundo. Carne fugaz que acaso
nació para ser chispa de luz, para abrasarse
de amor y ser la nada sin memoria, la hermosa
redondez de la luz.
Y que aquí está, aquí está, marchitamente eterna,
sucesiva, constante, siempre, siempre cansada.
Es inútil que un viento remoto, con forma vegetal,
    o una lengua,
lama despacio y largo su volumen, lo afile,
lo pula, lo acaricie, lo exalte.
Cuerpos humanos, rocas cansadas, grises bultos
que a la orilla del mar conciencia siempre
tenéis de que la vida no acaba, no, heredándose.
Cuerpos que mañana repetidos, infinitos, rodáis
como una espuma lenta, desengañada, siempre.
¡Siempre carne del hombre, sin luz! Siempre
    rodados
desde allá, de un océano sin origen que envía
ondas, ondas, espumas, cuerpos cansados, bordes
de un mar que no se acaba y que siempre jadea
    en sus orillas.

Todos, multiplicados, repetidos, sucesivos, amontonáis
    la carne,
la vida, sin esperanza, monótonamente iguales bajo
    los cielos hoscos que impasibles se heredan.
Sobre ese mar de cuerpos que aquí vierten sin
    tregua, que aquí rompen
redondamente y quedan mortales en las playas,
no se ve, no, ese rápido esquife, ágil velero
que con quilla de acero, rasgue, sesgue,
abra sangre de luz y raudo escape
hacia el hondo horizonte, hacia el origen
último de la vida, al confín del océano eterno
que humanos desparrama
sus grises cuerpos. Hacia la luz, hacia esa escala
     ascendente de brillos
que de un pecho benigno hacia una boca sube,
hacia unos ojos grandes, totales que contemplan,
hacia unas manos mudas, finitas, que aprisionan,
donde cansados siempre, vitales, aún nacemos.


Vicente Pío Marcelino Cirilo Aleixandre y Merlo nació en Sevilla, 26 de abril de 1898. 
Fallece en la Ciudad de Madrid un 13 de diciembre de 1984.
Elegido académico en sesión del día 30 de junio de 1949, ingresó en la Real Academia Española el 22 de enero de 1950. 
Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1934,​ el Premio de la Crítica en 1963 por En un vasto dominio, y en 1969, por Poemas de la consumación, y el Premio Nobel de Literatura en 1977.

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