jueves, 9 de noviembre de 2023

La vuelta de Martín Fierro de José Hernández.

1
Martín Fierro

    Atención pido al silencio
y silencio a la atención,
que voy en esta ocasión,
si me ayuda la memoria,
a mostrarles que a mi historia 5
le faltaba lo mejor.

   Viene uno como dormido
cuando vuelve del desierto,
veré si a explicarme acierto
entre gente tan bizarra, 10
y si al sentir la guitarra
de mi sueño me dispierto.

   Siento que mi pecho tiembla,
que se turba mi razón,
y de la vigüela al son 15
imploro a la alma de un sabio
que venga a mover mi labio
y alentar mi corazón.

   Si no llego a treinta y una
de fijo en treinta me planto, 20
y esta confianza adelanto
porque recebí en mí mismo,
con el agua del bautismo,
la facultá para el canto.

   Tanto el pobre como el rico 25
la razón me la han de dar;
y si llegan a escuchar
lo que esplicaré a mi modo,
digo que no han de reír todos,
algunos han de llorar. 30

   Mucho tiene que contar
el que tuvo que sufrir,
y empezaré por pedir,
no duden de cuanto digo;
pues debe crerse al testigo 35
si no pagan por mentir.

   Gracias le doy a la Virgen,
gracias le doy al Señor,
porque entre tanto rigor
y habiendo perdido tanto, 40
no perdí mi amor al canto
ni mi voz como cantor.

   Que cante todo viviente
otorgó el Eterno Padre,
cante todo el que le cuadre 45
como lo hacemos los dos,
pues sólo no tiene voz
el ser que no tiene sangre.

   Canta el pueblero… y es pueta;
canta el gaucho… y ¡ay Jesús! 50
lo miran como avestruz
su inorancia los asombra;
mas siempre sirven las sombras
para distinguir la luz.

   El campo es del inorante, 55
el pueblo del hombre estruido;
yo que en el campo he nacido
digo que mis cantos son
para los unos… sonidos,
y para otros… intención. 60

   Yo he conocido cantores
que era un gusto el escuchar;
mas no quieren opinar
y se divierten cantando;
pero yo canto opinando 65
que es mi modo de cantar.

   El que va por esta senda
cuanto sabe desembucha,
y aunque mi cencia no es mucha,
esto en mi favor previene; 70
yo sé el corazón que tiene
el que con gusto me escucha.

   Lo que pinta este pincel
ni el tiempo lo ha de borrar,
ninguno se ha de animar 75
a corregirme la plana;
no pinta quien tiene gana
sino quien sabe pintar.

   Y no piensen los oyentes
que del saber hago alarde; 80
he conocido aunque tarde,
sin haberme arrepentido,
que es pecado cometido
el decir ciertas verdades.

   Pero voy en mi camino 85
y nada me ladiará,
he de decir la verdá,
de naides soy adulón,
aquí no hay imitación
esta es pura realidá. 90

   Y el que me quiera enmendar
mucho tiene que saber.
Tiene mucho que aprender
el que me sepa escuchar.
Tiene mucho que rumiar 95
el que me quiera entender.

   Más que yo y cuantos me oigan
más que las cosas que tratan
más que lo que ellos relatan
mis cantos han de durar. 100
Mucho ha habido que mascar
para echar esta bravata.

   Brotan quejas de mi pecho,
brota un lamento sentido;
y es tanto lo que he sufrido 105
y males de tal tamaño,
que reto a todos los años
a que traigan el olvido.

   Ya verán si me dispierto
cómo se compone el baile. 110
Y no se sorprenda naides
si mayor fuego me anima;
porque quiero alzar la prima
como pa tocar al aire.

   Y con la cuerda tirante 115
dende que ese tono elija,
yo no he de aflojar manija
mientras que la voz no pierda;
si no se corta la cuerda
o no cede la clavija. 120

   Aunque rompí el estrumento
por no volverme a tentar,
tengo tanto que contar
y cosas de tal calibre
que Dios quiera que se libre 125
el que me enseñó a templar.

    De naides sigo el ejemplo,
naide a dirigirme viene,
yo digo cuanto conviene,
y el que en tal güeya se planta 130
debe cantar cuando canta
con toda la voz que tiene.

   He visto rodar la bola
y no se quiere parar,
Al fin de tanto rodar 135
me he decidido a venir,
a ver si puedo vivir
y me dejan trabajar.

   Sé dirigir la mansera
y también echar un pial, 140
sé correr en un rodeo,
trabajar en un corral,
me sé sentar en un pértigo
lo mesmo que en un bagual.

   Y empriéstenme su atención 145
si ansí me quieren honrar,
de no, tendré que callar,
pues el pájaro cantor
jamás se para a cantar
en árbol que no da flor. 150

   Hay trapitos que golpiar.
Y de aquí no me levanto;
escúchenme cuando canto
si quieren que desembuche
tengo que decirles tanto 155
que les mando que me escuchen.

   Déjenme tomar un trago,
estas son otras cuarenta,
mi garganta está sedienta
y de esto no me abochorno. 160
Pues el viejo como el horno
por la boca se calienta.

2

   Triste suena mi guitarra
y el asunto lo requiere.
Ninguno alegrías espere 165
sino sentidos lamentos,
de aquel que en duros tormentos
nace, crece, vive y muere.

   Es triste dejar sus pagos
y largarse a tierra agena 170
llevándose la alma llena
de tormentos y dolores,
mas nos llevan los rigores
como el pampero a la arena.

   Irse a cruzar el desierto 175
lo mesmo que un foragido,
dejando aquí en el olvido,
como dejamos nosotros,
su mujer en brazos de otro
y sus hijitos perdidos. 180

   ¡Cuántas veces al cruzar
en esa inmensa llanura,
al verse en tal desventura
y tan lejos de los suyos
se tira uno entre los yuyos 185
a llorar con amargura!

   En la orilla de un arroyo
solitario lo pasaba,
en mil cosas cavilaba,
y a una güelta repentina 190
se me hacía ver a mi china
o escuchar que me llamaba.

   Y las aguas serenitas
bebe el pingo trago a trago,
mientras sin ningún halago 195
pasa uno hasta sin comer,
por pensar en su mujer,
en sus hijos y en su pago.

   Recordarán que con Cruz
para el desierto tiramos, 200
en la pampa nos entramos,
cayendo por fin del viage
a unos toldos de salvajes,
los primeros que encontramos.

   La desgracia nos seguía, 205
llegamos en mal momento;
estaban en parlamento
tratando de una invasión,
y el indio en tal ocasión
recela hasta de su aliento. 210

   Se armó un tremendo alboroto
cuando nos vieron llegar,
no podíamos aplacar
tan peligroso hervidero;
nos tomaron por bomberos 215
y nos quisieron lanciar.

   Nos quitaron los caballos
a los muy pocos minutos;
estaban irresolutos,
quién sabe qué pretendían, 220
por los ojos nos metían
las lanzas aquellos brutos.

   Y dele en su lengüeteo
hacer gestos y cabriolas;
uno desató las bolas 225
y se nos vino en seguida;
ya no creíamos con vida
salvar ni por carambola.

   Allá no hay misericordia
ni esperanza que tener. 230
El indio es de parecer
que siempre matarse debe.
Pues la sangre que no bebe
le gusta verla correr.

   Cruz se dispuso a morir 235
peliando y me convidó.
Aguantemos, dije yo,
el fuego hasta que nos queme.
Menos los peligros teme
quien más veces los venció. 240

   Se debe ser más prudente
cuanto el peligro es mayor;
siempre se salva mejor
andando con alvertencia,
porque no está la prudencia 245
reñida con el valor.

   Vino al fin el lenguaraz
como a trairnos el perdón,
nos dijo: -«La salvación
se la deben a un cacique, 250
me manda que les esplique
que se trata de un malón.

   »Les ha dicho a los demás
que ustedes queden cautivos,
por si cain algunos vivos 255
en poder de los cristianos
rescatar a sus hermanos
con estos dos fugitivos.»

   Volvieron al parlamento
a tratar de sus alianzas, 260
o tal vez de las matanzas,
y conforme les detallo,
hicieron cerco a caballo
recostándose en las lanzas.

   Dentra al centro un indio viejo 265
y allí a lengüetiar se larga.
Quién sabe qué les encarga,
pero toda la riunión
lo escuchó con atención
lo menos tres horas largas. 270

   Pegó al fin tres alaridos
y ya principia otra danza;
para mostrar su pujanza
y dar pruebas de ginete
dio riendas rayando el flete 275
y revoliando la lanza.

   Recorre luego la fila,
frente a cada indio se para,
lo amenaza cara a cara
y en su juria aquel maldito 280
acompaña con su grito
el cimbrar de la tacuara.

   Se vuelve aquello un incendio
más feo que la mesma guerra.
Entre una nube de tierra 285
se hizo allí una mescolanza,
de potros, indios y lanzas
con alaridos que aterran.

   Parece un baile de fieras,
sigún yo me lo imagino; 290
era inmenso el remolino,
las voces aterradoras,
hasta que al fin de dos horas
se aplacó aquel torbellino.

   De noche formaban cerco 295
y en el centro nos ponían.
Para mostrar que querían
quitarnos toda esperanza
ocho o diez filas de lanzas
al rededor nos hacían. 300

   Allí estaban vigilantes
cuidándonos a porfía,
cuando roncar parecían
«Huaincá», gritaba cualquiera,
y toda la fila entera 305
«Huaincá», «Huaincá» repetía.

   Pero el indio es dormilón
y tiene un sueño projundo.
Es roncador sin segundo
y en tal confianza es su vida, 310
que ronca a pata tendida
aunque se dé güelta el mundo.

   Nos aviriguaban todo
como aquel que se previene,
porque siempre les conviene 315
saber las juerzas que andan,
dónde están, quiénes las mandan,
qué caballos y armas tienen.

   A cada respuesta nuestra
uno hace una esclamación, 320
y luego en continuación
aquellos indios feroces
cientos y cientos de voces
repiten el mesmo son.

   Y aquella voz de uno solo 325
que empieza por un gruñido,
llega hasta ser alarido
de toda la muchedumbre,
y ansí alquieren la costumbre
de pegar esos bramidos. 330

3

   De ese modo nos hallamos
empeñaos en la partida.
No hay que darla por perdida
por dura que sea la suerte;
ni que pensar en la muerte, 335
sino en soportar la vida.

   Se endurece el corazón,
no teme peligro alguno.
Por encontrarlo oportuno
allí juramos los dos: 340
respetar tan sólo a Dios
de Dios abajo, a ninguno.

   El mal es árbol que crece
y que cortado retoña.
La gente esperta o visoña 345
sufre de infinitos modos.
La tierra es madre de todos,
pero también da ponzoña.

   Mas todo varón prudente
sufre tranquilo sus males. 350
Yo siempre los hallo iguales
en cualquier senda que elijo.
La desgracia tiene hijo
aunque ella no tiene madre.

   Y al que le toca la herencia 355
donde quiera halla su ruina.
Lo que la suerte destina
no puede el hombre evitar.
Porque el cardo ha de pinchar
es que nace con espina. 360

   Es el destino del pobre
un continuo safarrancho,
y pasa como el carancho
porque el mal nunca se sacia,
si el viento de la desgracia 365
vuela las pajas del rancho.

   Mas quien manda los pesares
manda también el consuelo.
La luz que baja del cielo
alumbra al más encumbrao, 370
y hasta el pelo más delgao
hace su sombra en el suelo.

   Pero por más que uno sufra
un rigor que lo atormente
no debe bajar la frente 375
nunca, por ningún motivo.
El álamo es más altivo
y gime costantemente.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 380
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

   El indio pasa la vida 385
robando o echao de panza.
La única ley es la lanza
a que se ha de someter.
Lo que le falta en saber
lo suple con desconfianza. 390

   Fuera cosa de engarzarlo
a un indio caritativo.
Es duro con el cautivo,
le dan un trato horroroso.
Es astuto y receloso, 395
es audaz y vengativo.

   No hay que pedirle favor
ni que aguardar tolerancia.
Movidos por su inorancia
y de puro desconfiaos, 400
nos pusieron separaos
bajo sutil vigilancia.

   No pude tener con Cruz
ninguna conversación.
No nos daban ocasión, 405
nos trataban como agenos.
Como dos años lo menos
duró esta separación.

   Relatar nuestras penurias
fuera alargar el asunto. 410
Les diré sobre este punto
que a los dos años recién
nos hizo el cacique el bien
de dejarnos vivir juntos.

   Nos retiramos con Cruz 415
a la orilla de un pajal.
Por no pasarlo tan mal
en el desierto infinito,
hicimos como un bendito
con dos cueros de bagual. 420

   Fuimos a esconder allí
nuestra pobre situación
aliviando con la unión
aquel duro cautiverio,
tristes como un cementerio 425
al toque de la oración.

   Debe el hombre ser valiente
si a rodar se determina,
primero, cuando camina;
segundo, cuando descansa, 430
pues en aquellas andanzas
perece el que se acoquina.

   Cuando es manso el ternerito
en cualquier vaca se priende.
El que es gaucho esto lo entiende 435
y ha de entender si le digo,
que andábamos con mi amigo
como pan que no se vende.

   Guarecidos en el toldo
charlábamos, mano a mano. 440
Éramos dos veteranos
mansos pa las sabandijas,
arrumbaos como cubijas
cuando calienta el verano.

   El alimento no abunda 445
por más empeño que se haga;
lo pasa uno como plaga,
egercitando la industria,
y siempre como la nutria
viviendo a orillas del agua. 450

   En semejante ejercicio
se hace diestro el cazador.
Cai el piche engordador,
cai el pájaro que trina.
Todo vicho que camina 455
va a parar al asador.

   Pues allí a los cuatro vientos
la persecución se lleva,
naide escapa de la leva
y dende que la alba asoma 460
ya recorre uno la loma,
el bajo, el nido, y la cueva.

   El que vive de la caza
a cualquier vicho se atreve.
Que pluma o cáscara lleve, 465
pues cuando la hambre se siente
el hombre le clava el diente
a todo lo que se mueve.

   En las sagradas alturas
está el maestro principal, 470
que enseña a cada animal
a procurarse el sustento
y le brinda el alimento
a todo ser racional.

   Y aves, y vichos y pejes, 475
se mantienen de mil modos;
pero el hombre en su acomodo
es curioso de oservar:
es el que sabe llorar,
y es el que los come a todos. 480

...................................................................................................................
 Pues son mis dichas desdichas
las de todos mis hermanos,
ellos guardarán ufanos
en su corazón mi historia, 4915
me tendrán en su memoria
para siempre mis paisanos.

   Es la memoria un gran don,
calidá muy meritoria.
Y aquellos que en esta historia 4920
sospechen que les doy palo
sepan que olvidar lo malo
también es tener memoria.

   Mas naides se crea ofendido
pues a ninguno incomodo, 4925
y si canto de este modo
por encontrarlo oportuno
NO ES PARA MAL DE NINGUNO
SINO PARA BIEN DE TODOS.

FIN

  

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