Noche divina
de Alfonsina Storni.
Este jardín nos cede su delicia,
Mas blanco mármol sin igual pudicia
Se hacen tus ojos demasiado azules,
¡Adiós!
Las cosas que mueren jamás resucitan, las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!
Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!
¡Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán!
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!
¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!
¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!
¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más! ...
Alfonsina Storni nacida en Sala Capriasca (cantón suizo del
Ticino), Suiza el 29 de mayo de 1892.
Fueron sus padres fueron Paolina Martignoni di Origlio y
Alfonso Storni, suizos de origen italiano. Alfonso Storni y Señora, llegaron muy jóvenes, y
casados, en 1880 a San Juan.
Fundaron una pequeña empresa familiar, y años después, las
botellas de cerveza etiquetadas “Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía” que se
comercializarían en la región de cuyo.
Retornaron a su lugar de origen en 1885. En San Juan
nacieron los dos hijos mayores, Romeo y María, con los que el matrimonio se
trasladó a su país.
En Suiza nació Alfonsina.
Cuatro años después, la familia decidió viajar de nuevo a San
Juan donde residirá hasta 1900.
“Trabajó como maestra de escuela y también dio clases de
arte dramático. Al poco tiempo del nacimiento de su hijo Alejandro, trabaja en
el comercio, hasta que el Consejo Nacional de Educación le otorgó un
nombramiento.
…
Fue colaboradora en "Caras Y Caretas" de Buenos
Aires y fue premiado uno de sus cuentos. Realizó alguna incursión en el teatro,
aunque es famosa por sus libros de poemas. Inicia su carrera literaria en 1916
cuando se edita La inquietud del rosal, donde reúne sentimientos con un nuevo
romanticismo. Publicó El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919) y
Languidez (1920). Viaja por Europa, en 1930 y 1934, lo que produjo un cambio de
estilo poético, como aparece en sus libros más logrados: Mundo de siete pozos
(1934) y Mascarilla y trébol (1938).
En 1935 se le diagnostica un tumor del que fue operada,
aunque el cáncer continuó y pasó por períodos depresivos tras el suicidio de
amigos como Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones o Egle Quiroga.
En octubre de 1938 viaja a Mar del Plata. Le envió dos
cartas a su hijo y un Poema de despedida al diario "La Nación".
Acabó con su vida suicidándose en la playa de la Perla en el
mar de Plata el 25 de octubre de 1938.”
(Fuente de información: https://www.buscabiografias.com).
El fondo de la vida.
Alfonsina Storni ha llegado hasta nosotros envuelta en la leyenda de su suicidio, ocurrido en 1938. Aquella noche eligió una muerte poética, que años después inspiraría la conmovedora canción
Alfonsina y el mar, compuesta por Ariel y Félix Luna y cantada por varias generaciones de voces de distintos registros. Una canción que embellece aún más a este ser entre frágil y fuerte que rescataba para todos nosotros la primavera, las flores, el modernismo color azul, una caricia perdida, un claro de luna, una mirada... Y lo hacía con una libertad expresiva y una sinceridad interna completamente seductoras para los lectores de su época y para los que se han ido subiendo poco a poco a su carro de amor, vida y muerte.
El amor la hace mujer, y como tal habla de él sin regatear espinas, ni congoja, ni melancolía, ni sexo. Alfonsina restituye a la mujer su verdadera edad y sus deseos, se rebela contra esa forma de mutilación psicológica llamada virginidad ("Tú me quieres alba...", siguiendo los pasos de Hombres Necios, de sor Juan Inés de la Cruz).
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