viernes, 17 de septiembre de 2021

El oso, la mona y el cerdo de Tomás de Iriarte (1750-1791).

Un oso, con que la vida 
ganaba un piamontés, 
la no muy bien aprendida 
danza ensayaba en dos pies. 

Queriendo hacer de persona, 
dijo a una mona: "¿Qué tal?". 
Era perita la mona, 
Y respondiole: "Muy mal". 

–Yo creo –replicó el oso– 
que me haces poco favor. 
Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso? 
¿No hago el paso con primor? 

Estaba el cerdo presente, 
y dijo: "¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente 
no se ha visto ni verá".

Echó el oso, al oír esto, 
sus cuentas allá entre sí, 
y con ademán modesto, 
hubo de exclamar así: 

"Cuando me desaprobaba 
la mona, llegué a dudar; 
mas ya que el cerdo me alaba, 
muy mal debo de bailar". 

Guarde para su regalo 
esta sentencia un autor: 
si el sabio no aprueba, ¡malo! 
Si el necio aplaude, ¡peor!

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