miércoles, 2 de febrero de 2022

EN LA SALA DE ESPERA de Silvia Angélica Montoto.


 EN LA SALA DE ESPERA.

En la sala de espera de los consultorios médicos, donde aguardaba mi turno con una especialista, nos encontrábamos en ese momento cinco personas.
Todos, con nuestros correspondientes barbijos y la distancia recomendada por el protocolo de pandemia.,. Dos señoras mayores, un jovencito, dos señores atentos a sus celulares y yo, esperábamos ser llamados por los respectivos profesionales...
Miré el reloj. Ya era la hora de mi turno, pero según escuché decir a la secretaria, la Dra. estaba un poco atrasada por lo que debíamos tener paciencia… (típico en estos tiempos tan especiales en el mundo).
Me levanté de mi asiento y me paré frente al ventanal que daba a la avenida. Un río de gente apurada por entrar a los locales comerciales, pre anunciaba las fiestas de Navidad y Año Nuevo …A pesar de todo, pensé, la gente tiene ánimo y buena voluntad de festejar con su familia o amigos estos tradicionales eventos, pero había un dejo de tristeza que pude notar en sus ojos, única parte visible de sus rostros…
Una de las señoras, muy acalorada según dijo, me pidió que le dejara lugar en el ventanal para abrir una de sus hojas. Me corrí y aproveché para tomar distancia porque intuí en su gesto la intención de quedarse a mi lado. ….
Sin embargo, volvió a su lugar y comenzó entre las dos mujeres un coloquio irrefrenable pasando por todas las circunstancias de sus vidas,
Sus familiares, sus vecinos, amigos y enemigos, enfermedades y salud como si se conocieran de siempre.
Una de ellas, era la que indagaba, la otra se limitaba a contestar, pero el cóctel de preguntas era tan imperativo y rápido que finalmente se hizo parejo el diálogo, casi con el frenesí de un partido de pingpong
Llamaré Sra. 1 y Sra. 2 a las protagonistas de esta conversación, para ubicarlas en escena. -
Sra. 1 – ¿Con quién va a pasar las fiestas Doña?...
Sra. 2 – y, solita no más…
Sra. 1 - ¿No tiene familiares Ud.?
Sra. 2 - Sí, mi hijo, pero no vive aquí.
Sra. 1 - ¿Y dónde vive? si se puede saber
Sra. 2 – En Neuquén…
Sra.1 – Ah, bueno mujer, tómese un colectivo y listo ¿Cómo se va a quedar solita?
Sra. 2 – No, yo viajo en mi auto
Sra. 1- Ah, mire usté… ¿Así que maneja y todo?…
Sra. 2 – Sí. A lo mejor voy y dejo mi auto en una cochera porque mi hijo tiene una sola cochera para dos autos el suyo y el de mi nuera…
Sra. 1 -¿Ah, y…A qué se dedica su hijo?
Sra. 2 Es médico, neurólogo, que le dicen…y ella es, cómo es que le llaman…esas que le enseñan a hablar a la gente con problemas….
Sra. 1 – ¡Fonoaudióloga querida, fo -no- a -u -di- o- lo -gas, así se llaman!...
Sra. 2 – ¡Eso mismo! ¿Y Ud. ¿También está sola?
Sra.1.- ¡Sí, por suerte! No tengo ganas de tener la casa llena de gente,
Salgo con mis amigas Vamos al Centro de Jubilados y lo pasamos re lindo. Bailamos, cantamos. Somos una gran familia, pero se termina la fiesta y cada uno a su casa (y a su cama), sin compromisos ni nada…aunque algunas, se enganchan y bueno…Yo no, a mí no me gustan esas cosas. Pan para hoy y hambre para mañana, no, no, no hijita. ¡Yo soy mujer de un solo hombre!¡Soy viuda hace muchos años y estoy como una reina!…
Luego les llegó el turno a las enfermedades…y el partido se puso parejito.
Yo me imaginaba cada una de las cicatrices de las cirugías en el cuerpo de esas dos pobres mujeres y de pronto el dibujo de un mapamundi quedó perfectamente diseñado en mi cerebro…amén de empezar a sentir paulatinamente, síntomas extraños que nada tenían que ver con la dolencia que me había traído a mi consulta médica.
La voz chillona y monocorde de esas dos mujeres daba vuelta en mi cabeza como un remolino irrefrenable. Mi cerebro absorbía como una esponja el torrente de peripecias, enfermedades y conflictos familiares que iban formando a la vez las más inverosímiles situaciones en mi imaginación.
Como un juego de rompecabezas era yo, mi cuerpo y mi alma, protagonista de una trama patética.
Una mano apoyada suavemente en mi antebrazo, dándome golpecitos, y una voz acompañando el gesto, me sobresaltaron de golpe.
-Sra., Sra. ¿Ud.es Guillermina Molina?
-Sí, contesté saliendo de mi sonambulismo.
-La Dra. Del consultorio 5 la está llamando…Si no responde va a perder el turno.
Reaccioné a medias, porque eran tantas las enfermedades que me aquejaban por una especie de ósmosis, que casi me impedían caminar por el estrecho pasillo que me llevaba hasta el consultorio 5.
-Tome asiento señora – me dijo amablemente la Dra., señalándome la silla frente al escritorio.
De pronto, sin que ella me lo preguntara, comencé con un rosario de enfermedades que había engendrado en mi imaginación la conversación de las dos señoras hipocondríacas, con las que había tenido el placer de compartir mi larga espera…
Le hablé de mis partos complicados, de la cesárea para que mi último bebé pudiera llegar al mundo. Le conté de las incomodidades de mi prolapso vesical…y ya había comenzado a contarle sobre mi terrible cáncer de próstata cuando la mujer fue cambiando su expresión y a entrar en pánico ante mi locura…
-¿Su cáncer de próstata? Me preguntó espantada. Querrá decir de su esposo, quizás…
-No, no. Mi esposo es un hombre muy sano, dije con seguridad.
-Perdón – me interrumpió la mujer. Si me espera un momentito tengo que ir al baño.
No le di demasiado importancia. Tampoco advertí que tomaba su celular al salir…
Seguí con mi soliloquio…Del cáncer pasé ala sinusitis y mi temor a la pandemia que no me dejaba dormir.
De pronto se abrieron al unísono la puerta del baño la del consultorio por donde entro un joven muy buen mozo con la chaqueta de médico que indicaba en el bolsillito se nombre, Ángel Cardozo – psiquiatra.
Ahí caí en la cuenta de que algo raro pasaba .
-No se alarme, ´´el es un amigo que lo va a ayudar…está usted un poquito confundido…A ver, yo soy la dermatóloga. Usted me ha pedido una consulta. ¿Qué es lo que a usted la aqueja señora?…
-Ah, claro sí,sí…usted es la dermatóloga ahora recuerdo y arremangando mi camisa le mostré,
señalando con el dedo. Se trata de este lunarcito. Ha ido cambiando en los últimos días de forma y tamaño ¿Será grave esto Dra.?
El psiquiatra hizo mutis silenciosamente como había llegado…seguramente presumiendo un desvarío de su colega…
Yo seguí detallando mi problema con el lunarcito…que era obviamente lo que había motivado mi pedido de consulta.
Silvia Angélica Montoto.

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