sábado, 19 de febrero de 2022

PARÁBOLA DEL CAMINO de Enrique González Martínez.

 

A Esteban Flores

 

La vida es un camino...

Sobre rápido tren va un peregrino

salvando montes; otro va despacio

ya pie; siente la hierba, ve el espacio...

Y ambos siguen idéntico destino.

 

A los frívolos ojos del primero

pasa el desfile raudo de las cosas

que se velan y esfuman. El viajero

segundo bebe el alma de las rosas

y escucha las palabras del sendero.

 

De noche, el uno duerme en inconsciente

e infecundo sopor; el tren resbala

fácil sobre el talud de la pendiente,

y el viajero no siente

que en la campiña próvida se exhala

un concierto de aromas...

                                                      El prudente

que marcha a pie, reposa bajo el ala

de un gran ensueño, y trepa por la escala

excelsa de Jacob. Cuando el Oriente

clarea, se echa a andar, pero señala

el sitio aquel en que posó la frente.

 

Ambos llegan al término postrero;

mas no sabe el primero

qué vio, qué oyó; su espíritu desnudo

de toda adoración se encuentra mudo.

El otro peregrino recuerda cada voz, cada celaje,

y guarda los encantos del paisaje.

Y los hombres lo cercan, porque vino

a traer una nueva en su lenguaje

y hay en su acento un hálito divino...

Es como Ulises: hizo un bello viaje

y lo cuenta al final de su destino...

Porque la vida humana es un camino.

Enrique González Martínez (Guadalajara, 13 de abril de 1871 - Ciudad de México, 19 de febrero de 1952) fue un poeta, editorialista, médico y diplomático mexicano, uno de los "siete dioses mayores de la lírica mexicana", en palabras del crítico Pedro Henríquez Ureña, considerado el último modernista y el primer posmodernista. Fue miembro de la generación del Ateneo de la Juventud y miembro fundador de El Colegio Nacional. Fue padre del poeta Enrique González Rojo, abuelo del poeta Enrique González Rojo Arthur y de la poetisa Ana Rosa González Matute; el escritor Salvador Elizondo es su sobrino nieto (Wikipedia).

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