miércoles, 1 de junio de 2022

CAMINOS de ANTONIO MACHADO.

De la ciudad moruna
tras las murallas viejas, 
yo contemplo la tarde silenciosa, 
a solas con mi sombra y con mi pena. 

El río va corriendo, 
entre sombrías huertas
y grises olivares, 
por los alegres campos de Baeza. 

Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas. 
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea. 

Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla, 
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre, 
tarde piadosa, cárdena y violeta. 

El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera, 
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra. 
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena. 

Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan, 
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra. 
Caminos de los campos... 
¡Ay, ya no puedo caminar con ella! 

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